Una mujer ofrece sus productos en la feria de Caión.
JOSé MANUEL CASAL
"No ha tenido calado, al menos no en el día de su
estreno. Ayer entró en vigor la norma de la Xunta que obliga a los
agricultores que comercialicen sus productos en las ferias o mercados a
apuntarse en un registro y poner etiqueta a las verduras, pero su
desembarco no se notó.
El tema ha dado mucho que hablar en los corrillos
que se forman en mercados con décadas de vida como el de Betanzos o el
de Carballo a lo largo de todo el mes, pero por ahora no ha pasado de
ahí. La mayor parte de los que acuden a estos mercados creen que no va a
prosperar.
Ayer fue feria en Caión, en A Laracha. Los pocos
puestos que había conocían perfectamente de qué iba el tema, pero
únicamente por lo que habían oído hablar. Nada más. «Por aquí non veu
nadie explicar nada, só sabemos o que comentan, pero nin do Concello nin
de nada», explicaba ayer Josefa, una mujer que lleva más de dos
décadas poniendo los productos excedentes de la huerta que planta su
marido en el pequeño mercado que se forma cada lunes en ese pueblo
costero de la provincia de A Coruña.
Lo que sacan en cada feria es un complemento. No
pasa de ahí. Cuando hay movimiento tocan los 50 euros, pero brutos.
Luego hay que empezar a restar. La cuenta de descuento es larga. Una
coliflor cuesta 1,5, pero el paquete de plantas (con unas 200
coliflores) vale ya unos 18.
«Pero moitas morren ou as come o bicho»,
dice Manuel. Luego está el gasoil, la mano de obra y lo que hay que
pagar por poner el puesto en la feria... Hasta ahora había algunos
mercados donde dichos puestos no pagaban nada, pero de un tiempo a esta
parte han comenzado a hacerlo.
Es el marido de Josefa, el que lleva la huerta.
Ella viene para encargarse del puesto, él para traer el coche. Llegan a
las nueve de la mañana y ahí están hasta la una. El día anterior cortan
la verdura, hacen los manojos... Durante el año cuidan la tierra,
abonan... y con lo que sacan ayudan a otros familiares. Con lo que le
han dado por una coliflor ella cruza la calle y compra el pan. También
le vale para bajar al pueblo, ver a los habituales. No es más que otra
forma de relacionarse.
De la norma dicen que no creen que prospere: «Como veñan a facer aplicar a norma teremos que ir para a casa», cuentan. Y es que ya no les compensará.
«Por unha pouca verdura que temos...», dicen. En el puesto de esta pareja hay brécol, unos manojos de grelos, patatas, repollo, coliflor...
No hay mucha cantidad, algo que a partir de ahora
también controla la norma, que marca una cantidad tope de kilos de
estos productos o docenas de huevos que pueden llevar a la feria cada
año. «Hoxe debemos de quitar entre 20 ou 30 euros», dice. Son unos pocos euros que «os quitamos do lombo», concluyen.
Junto al suyo hay otro puesto más. Las verduras de autoproducción conviven ahí con fruta traída del mercado central. «Teño un pouco de todo, cultivado na casa e non. Pero estou legal para as dúas cousas», dice la que lleva el puesto." (La Voz de Galicia, 21/10/2014)
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