"Hace ahora casi un año, en la madrugada del 16 al 17 de abril de
2018, apareció en el barrio de Canido, en Ferrol, una pintura mural que
representaba a dos guardias civiles con tricornio dándose un morreo.
¿Era aquello un banksy? Todo apuntaba a que sí: la marca de
cerveza Estrella Galicia había lanzado una campaña para invitar al
artista a pintar uno de los muros de Canido, que fue blanqueado y
marcado con un sello que decía “reservado para Banksy”.
Durante meses, el grafitero mantuvo la intriga sobre su atribución,
hasta que se publicó un desmentido. Aun así, hay gente convencida de que
el artista británico llegó a hurtadillas y dejó su regalo. Alguien, un
vándalo genuino, escribió en la pared: “Banksy no existe, son los
padres”.
La polémica banksysta metaforiza muy bien cómo se vive la política en
Ferrol, una ciudad —como tantas otras de la Europa postindustrial, con
sus prejubilados y sus jóvenes con las manos en los bolsillos— que a su
vez es metáfora de una España que busca un sitio entre la historia y el
presente: una mezcla de resignación lúcida y de ilusión que nunca se da
por vencida.
“Banksy no existe, son los padres”, dicen los incrédulos,
pero su cinismo no es sincero: es la sorna de quien quisiera creer pero
no puede, porque, ¿qué se le ha perdido a Banksy en las calles rotas de
Canido, por muchos festivales de arte urbano que se organicen?
En Ferrol, como en toda la provincia de A Coruña, gana el PP, pero
cada vez menos. El Ayuntamiento ha estado desde 2015 en manos de Ferrol
en Común (primero, en coalición con los socialistas, luego, en
solitario), y el mandato de Jorge Juan Suárez ha sido entretenido,
agitado y lleno de luchas por los símbolos: que si se quitan imágenes
del Rey (del emérito y del vigente), que si se retiran las subvenciones a
la Semana Santa, que si se desplanta a la Armada en actos oficiales,
etcétera.
No se ha desperdiciado la menor ocasión para azuzar todas las
contradicciones de una ciudad que, desde la mirada del paseante, aparece
amodorrada y vencida al sopor de la ría. Nada de eso: la lista de
broncas políticas es allí tan larga como en cualquier otro sitio.
Canido, donde el arte urbano ha vencido a la propaganda electoral (a
ver qué candidato va a mancillar los murales de ese museo al aire libre
con sus sonrisas blanqueadas), es la tristeza y la esperanza de Ferrol.
Un barrio que se echó a perder y que ha vuelto a la vida, entre arte,
cafés cuquis y jóvenes atraídos por una vivienda aún asequible.
Las
elecciones generales y municipales, que se presentan rotundamente
inciertas, servirán para demostrar si la ciudad puede trascender la
gresca simbólica y pasar de las fachadas al interior de los edificios,
donde viven los ferrolanos que no saben qué lugar ocupa su ciudad en
este siglo XXI sin fábricas ni barcos de guerra." (Sergio del Molino, El País, 15/04/19)
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