26/1/21

Louise Glück, un clásico en Galicia antes del Nobel

 "En el mismo minuto que el secretario permanente de la Academia sueca, Mats Malm, anunciaba el pasado 8 de octubre el nombre de la nueva Nobel de Literatura, la poeta gallega Dores Tembrás (1979) recibía un mensaje de la periodista Susana Pedreira: “Premio Nobel para Louise Glück”. Susana seguía la comparecencia de Malm en directo, aprovechando una pausa de su programa de radio en Onda Cero Pontevedra. “En cuanto escuché su nombre pensé en Dores. El año pasado me regaló Ararat. Para mí, Glück es Dores Tembrás”, confiesa la periodista.

Dores, que estaba en su casa de A Coruña grabando audios para algunos de sus alumnos, escribió a su vez un mensaje a su compañera de trabajo y también poeta, Antía Otero (1982): “¿Has visto lo del Nobel? ¡Qué alegría! ¡Viva Glück!”. Fue el principio de un extraño y fascinante efecto dominó. En unos pocos minutos, Dores y Antía empezaron a recibir decenas de mensajes. “Solo a mí me escribieron más de cincuenta lectores de Glück”, dice la primera. Esa mañana emergió, de golpe, una discreta y lentamente cultivada red de admiradores gallegos de la poeta estadounidense, casi todos de la provincia de A Coruña, que salieron a la luz para celebrar el nuevo Nobel como si, en cierto sentido, les perteneciese. Y así es.

Todo empezó hace seis años, cuando Antía Otero y Dores Tembrás crearon Apiario, un proyecto muy personal con una doble vertiente. Por una parte, se trata de una editorial de poesía gallega, donde ningún libro es igual a otro. Cada título ofrece la oportunidad de elaborar un diseño único, seleccionar un papel, un cosido, una tipografía especiales, a la vez que se da voz a un autor de potente y original expresión. Hasta la fecha, han publicado diecisiete títulos, con los que consiguen que poesía y objeto se fundan en uno. Pero Apiario es también un espacio de formación en escritura creativa y poética. Por sus talleres, en estos años, han pasado más de doscientos alumnos, algunos de los cuales han conseguido ya publicar sus primeros libros. Y antes o después, todos se encuentran con la poesía de Louise Glück. Y la aman, inevitablemente. A su modo, Apiario es una fábrica de lectores de Glück.

Antía Otero se cruzó con su poesía en 2007, en Valladolid, donde cursaba un máster en cine. “Fue en una librería, no sé si en Sandoval o en Maxtor, donde me encontré con El iris salvaje”, en Pre-Textos, editorial que publicó media docena de sus libros, y a la que ahora abandona para irse a Visor. “Inmediatamente supe que era una autora que me iba acompañar a lo largo de mi vida”. Después vino el encuentro con Dores Tembrás y el descubrimiento de que entre las preferencias de ambas se encontraba Glück.

Dores no recuerda de qué modo llegó a su primer libro, Ararat, pero sí que “el impacto de su lectura fue definitivo, inmediato”. En cuanto Apiario echó a andar, el estudio de la poesía de Glück en los talleres se volvió recurrente: un básico. “Trabajábamos con ella con mucha confianza. Entonces su obra era una rareza; no era la poeta conocida que es hoy. No llegabas a Glück si no la buscabas. Pero nosotras la tratábamos como un clásico. Los alumnos recalaban en su obra como si se tratase de una poeta secreta”, reconoce Dores, y descubrían a una autora muy contundente, de cuyos libros se hace un análisis muy profundo. “Su poética aporta muchísimo a los alumnos: la voz, el control técnico, la relación con el lenguaje, el conocimiento de la estructura poética, el final del poema, la conciencia del poemario, el control de la emoción, y un trabajo excepcional en lo cotidiano”.

El impacto llega a cada alumno, aunque por razones distintas, si bien en todos los casos “tiene que ver con un encuentro íntimo que acontece en su poesía, ligado a la honestidad de la voz de Glück. Si tienes un encuentro íntimo con un poeta se produce una marca imborrable”, sostiene Tembrás. Es imposible que una persona que pase por Apiario no conozca el trabajo de Louise Glück. “Si hablo de emoción poética en un taller”, señala Antía Otero, “o si hago referencia a la familia, o a la fascinación por la vida, o al arte, a la mitología, a la cotidianeidad, o si tratamos la coherencia entre forma y contenido en un poema, aparecerá siempre. Percute en todos los lugares que para nosotros son fundamentales en la construcción poética. Cuando sus poemas acaban, tienes la sensación de que todo lo que quiere decir consigue decirlo, y eso es fascinante”.

La red invisible

Los más de doscientos alumnos que han pasado hasta ahora por Apiario no solo leen y se vuelven admiradores de Glück, sino que le descubren su poesía a su vez a otros lectores, extendiendo una red invisible que no se sabe hasta dónde alcanza. Muchos de ellos recalan en Moito Conto, en el centro de A Coruña, en busca de los títulos de la poeta. Esther Gómez, propietaria de la librería, descubrió a Glück a través también de Dores. “Cuando empecé a elaborar un rincón bien definido de poesía en la librería, fue a ella a quien le pedí una lista de autores imprescindibles en la poesía internacional. La lista la encabezó Glück”. Después crearon el club de lectura de poesía, y cuando conocieron a la poeta estadounidense, los conquistó.

El particular idilio de A Coruña con ella casi cierra el círculo perfecto en 2015, cuando Glück estuvo a punto de acudir a la ciudad para recitar en el ciclo Poetas Di(n)versos, un foro dirigido por Yolanda Castaño (1977), y único en España por su regularidad: una vez al mes convoca a un gran autor internacional. Y lo hace desde hace diez años con éxito. Adonis, Mark Strand, Adam Zagajewski, Erin Moure, Ana Blandiana, Raúl Zurita, Joumana Haddad o Robert Pinsky son algunos de los nombres a los que Castaño ha conseguido atraer.

“Cuando te gusta la poesía, leer a Glück y al instante adorarla es algo absolutamente normal. Sus versos son un trueno en la quietud. La lees, y esa semilla se convierte después en un caballo de Troya. En su sutileza y su contención, deslumbra. Es una de las mejores poetas vivas del mundo”, señala Yolanda Castaño. Por eso, cuando surgió la oportunidad de sumarla al festival, se volcó en ello. Primero a través del agente de la autora para Europa, tras saber que podría viajar a España para participar en otro foro poético, y después buscando la ayuda de Robert Pinksy, poeta con el que Yolanda mantiene contacto periódico, y quien resultó ser amigo y vecino de Glück en Cambridge (Massachusetts). No pudo ser. Pero estuvo cerca. Quizá aún haya tiempo. Después de todo, el entusiasmo por Glück en A Coruña parece extenderse sin fin.

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