Incendio en el municipio de Padrenda, en Ourense, el pasado martes. / NACHO GÓMEZ
" Ni siquiera la extrema (en cuanto a temperatura) provincia de Ourense tiene una larga historia incendiaria. Xosé Santos apunta dos factores decisivos que, en su opinión, la han convertido en el polvorín que es ahora.
De una parte, el cambio, propiciado durante los gobiernos de
Manuel Fraga en la Xunta, de la tradicional política forestal, “que ni
siquiera el franquismo había alterado”, basada en el binomio
prevención-extinción “heredado de la República” y en la decisión de que
si las tareas silvícolas no estaban finalizadas antes de julio se
retiraba el dinero que revertía de forma natural al patrimonio forestal:
“Si el monte ardía, no había dinero”.
“Ahora el trasvase de dinero se
hace a las empresas foráneas, de extinción, que se contratan”, dice
Santos.(...)
“Hace 25 años no se quemaba una dehesa ni una carballeira; los
incendios se generaban fundamentalmente en la alta montaña con el
objetivo de producir pastos”, asegura el portavoz medioambientalista en
el Consello Forestal.
A este “cambio político” que modificó incluso la concepción del año
forestal por el natural, sobrevinieron después, apunta Santos, las
“duras condiciones impuestas por la UE” a la política agraria en
Galicia; un cambio radical en el sector lácteo o en el cárnico que
acabaron asestando el golpe definitivo al despoblamiento en los núcleos
rurales.
No se ha fijado población ni repoblación (forestal) en una
provincia que tiene “el crecimiento de biomasa forestal más alto de
Europa por sus condiciones de humedad y temperatura”, explica el experto
la elevada combustibilidad de la provincia."
"La prevención de los incendios forestales no empieza con los desbroces,
ese exorcismo que la Xunta suele realizar (este año, ni siquiera) unos
meses antes del verano entre fincas y montes para impedir que el fuego
arrase el patrimonio medioambiental, cultural y ponga incluso en peligro
viviendas y vidas humanas.
Hay, según los expertos, una sólida medida
protectora anterior que la Administración no adopta: la fijación de
población en el rural. Ourense, la provincia menos industrializada de
Galicia, la que tiene una menor renta per cápita, la más castigada en
los presupuestos de la Xunta (en 2013 el Gobierno gallego recortó en
sanidad, educación y bienestar social cerca de 500 millones de euros en
toda la comunidad y el de Ourense es el territorio más envejecido),
lidera el ránking de incendios de Galicia.
Nada extraño para los
especialistas, convencidos de que el territorio arde en proporción
inversa a su estabilidad poblacional. Y según datos del INE la provincia
del interior ha perdido 100.000 habitantes en los últimos 25 años.
Todos en el rural. (...)
Representantes de los servicios forestales, ecologistas y científicos
consultados por este diario coinciden en apuntar la desertificación
poblacional como una de las principales causas relacionadas con los
incendios forestales. Incluso con esa nueva modalidad de incendio que se
está dando últimamente.
“En una zona de valle como Cualedro [el fuego
arrasó este agosto más de 2.200 hectáreas] o Monterrei era impensable
hace 20 años que el fuego atravesara a sus anchas los pueblos como
ocurre en Levante”, explica Xosé Santos, jefe de brigada de los
servicios forestales y portavoz de las sociedades ambientalistas en el
Consello Forestal de Galicia. (...)
Que el monte arde porque alguien planta fuego es evidente para los
expertos, aunque todos rechazan tajantemente —basándose en informes de
la Fiscalía, de los servicios forestales y de la Guardia Civil— el
fantasma de esa trama terrorista política a la que los partidos en el
gobierno suelen apuntar más o menos solapadamente cuando comienzan a ser
cuestionados por el desastre. (...)
“En las aldeas todo el mundo supo siempre quiénes eran los desviados
socialmente y cuándo iba cualquiera al monte y qué hacía en él”, por
eso, diezmada la sociedad rural, despobladas las aldeas, no hay ni asomo
del preventivo control vecinal; esa voz de alarma y esa contención del
incendiario.
Aventada por el despoblamiento, con una larga cultura del fuego
(ininterrumpida desde el Neolítico, “solo que ahora no se utiliza como
herramienta agrícola”), con mayor zona montañosa, un clima más
mediterráneo que atlántico y falta de control social, Ourense en mayor
medida, pero en términos generales el sur de Galicia, se ha convertido
en un polvorín. (...)
“No es que ahora el fuego se esté acercando peligrosamente a las
viviendas; son las viviendas las que se han acercado a las zonas
forestales como consecuencia del caos de la gestión de las
Administraciones públicas que han permitido este despropósito de la
expansión urbanística a salto de mata”.
González tiene claro que “habiendo como hay una cultura del fuego”,
especialmente en la Galicia interior, la ordenación del territorio ha
sido “nefasta”. “Hay incendios porque hay incendiarios”, sostiene el
presidente de la SGHN convencido de que si no arden los depósitos de
combustible de la refinería de A Coruña, a 100 metros de las viviendas,
“es porque nadie les prende fuego”: funciona el control. (...)
Solla asegura que hasta este viernes pasado —con los incendios haciendo
ya la digestión de los cientos de hectáreas que devoraron
fundamentalmente en agosto— Medio Rural no comenzó a contratar servicios
de las empresas de desbroces. En algún caso, como en San Xoán y la
Ribeira Sacra, para limpiar la maleza “que impedía el paso a las casetas
de vigilancia”. (El País, 08/09/2013)
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