"No existen precedentes de grandes mareas negras cuyo proceso judicial
haya acabado sin determinar responsabilidades. Con la sentencia del Prestige estamos ante un caso tan insólito como absolutamente inasumible para una gran parte de la población española.
El hundimiento del Prestige lo
vivimos televisado en directo todos los españoles hace once años. Cada
movimiento del buque fue seguido, hasta que se partió en dos mitades y
su hundimiento ha quedado grabado en nuestra memoria para siempre.
En cuanto a la decisión de alejar el buque, y en contra de lo que dice la sentencia, hay un amplio consenso de que sus consecuencias fueron desastrosas.
Es muy poco creíble que una decisión que acarrea la contaminación de
miles de kilómetros de costa, acaba con la muerte de más de 200.000 aves
marinas y afecta a miles de personas pueda ser airosamente justificada
como una decisión correcta. No lo fue.
Durante estos largos once años venimos discutiendo sobre las
consecuencias de aquella decisión. Hay pocas dudas de que la misma
estuvo en el origen de los enormes daños que acarreó la marea negra y
que supuso, cuando menos, una negligencia criminal.
En ningún
caso debió acabar en una absolución. Lo único que en realidad estaba en
discusión era el rango de la persona que se iba a sentar en el
banquillo; a quién del Gobierno le iba a tocar “comerse el marón”. De
hecho la indignación ya era alta antes de conocerse la sentencia, por la
ausencia de los actores políticos de primera línea.
Tenía que ser hoy presidente del Gobierno el hombre de los “hilillos
de plastilina” para que todavía quede más en evidencia la magnitud de la
injusticia que esta sentencia ha supuesto. Pero el escarnio va mucho más allá.
Si el culpable es el buque, uno se pregunta a quién pertenecía. Y
sobre todo, por qué no se ha actuado para que quienes se iban a
beneficiar de la carga del Prestige se sentaran en el banquillo.
Flaco favor se ha hecho para la causa de la prevención de futuras
catástrofes con esta sentencia. Al final, sentar en el banquillo al
capitán del buque, y a su jefe de máquinas ha sido apuntar
demasiado bajo.
No buscar a los que realmente estaban fletando un fuel
sucio en un buque que no reunía las condiciones mínimas para hacer
negocio jugando con la seguridad no puede ser justificable. Y que
aquellos que, escondidos detrás de una trama de irregularidades
increíbles, hoy estarán fletando otros Prestiges en cualquier mar del mundo sigan enriqueciéndose a costa de nuestro dolor es, simplemente, inaceptable.
Con esta sentencia esos individuos nos roban a los españoles más de 4.000 millones de euros,
que hemos adelantado para pagar la factura de los daños de la marea
negra.
Un dinero que necesitamos para pagar colegios y hospitales nos ha
sido robado por la industria que finalmente se beneficia de todo esto:
la petrolera. Ya que no vamos a recuperar la dignidad ¿de verdad no van a
hacer nada los que nos gobiernan para que al menos recuperemos el
dinero?" (Juan López de Uralde, Infolibre, Attac Madrid, 23/11/2013)
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