Francisco Añel, en el centro de la imagen
"A Don Carnal lo prohibió Francisco Franco por pagano. Y en Laza, Francisco Añel lo salvó del olvido a base de puntadas. Paco O Xastre,
un modisto emigrado a Cataluña y retornado a su pueblo tras el
fallecimiento del dictador, ha muerto a los 82 años tras convertirse
casi sin quererlo en un mesías que cosió desinteresadamente la historia
del triángulo mágico del Entroido.
Creció entre la segunda república y
la dictadura en la minúscula aldea de Castro de Laza y heredó el oficio
de la aguja de su padre. Sin embargo, fue su abuelo José el que le
enseñó la confección del traje de peliqueiro, porque según él mismo
contaba “su padre no tenía paciencia”. No fue por vocación, sino por un
cáncer que le provocó una cojera de por vida. Pero el enganche fue tal
que no dejó la aguja hasta 2011 por recomendación médica.
O Xastre se fue preocupado por la falta de jóvenes
interesados en seguir con la complicada elaboración del traje. Nunca
tuvo hijos y coser la indumentaria de los peliqueiros requiere una
paciencia casi tan ancestral como el propio carnaval. En vida siempre
recordaba la reiterada anécdota de los aprendices que abandonaban las
clases tras la segunda sesión. “No aguantan” decía entre sonrisas.
Su
empeño sirvió para dejar atada la continuidad del oficio que borda un
traje de una treintena de kilos. “Era un amante de la ortodoxia tanto en
el traje como en el comportamiento y sentimiento con que debe llevarse
el peliqueiro” recuerda el antropólogo y abogado Félix Castro.
Tras su vuelta al valle del Támega, Añel montó un pequeño taller en
el que instruyó gratuitamente a todo el que se acercase. Traía buena
fama de Barcelona, donde cosechó clientes y éxito entre los emigrados.
Hace más de tres décadas que guardó como un tesoro los patrones
originales de la careta o el pantalón que se enfundan peliqueiros y
cigarrones.
Las chaquetas llevan el sello personal de Añel, que decidió
colocar los galones de una forma tan personal que debe ser enseñada con
maneras de artesano. Y como asegura el dicho popular, detrás de un gran
hombre hay una gran mujer. Su esposa Encarna Fraguas compartió con él la
exclusiva de mantener viva la tradición carnavalesca en una pequeña
aldea de la Serra de San Mamede a la que solo se va a propósito.
Castro explica que “a él se debe la elegancia y empaque actual del
traje y la máscara, convirtiendo aun más al peliqueiro en símbolo del
entroido con mayúsculas”. No es para menos ya que confeccionó a mano más
de un centenar de trajes.
El carnaval gallego da la vuelta al mundo por
sus ancestrales modales, que en la comarca de Monterrei se han empeñado
en conservar. Las prendas zurcidas por Paco O Xastre están expuestas incluso en el Museo del Carnaval de Osaka (Japón).
La filosofía de la figura del cigarrón va más allá de la vestimenta y
rodea al personaje para convertirlo en el protagonista absoluto. Además
de los sonoros seis chocos de hierro y bronce que anuncian su
presencia, también llevan en una mano la zamarra.
Es una fusta que usan
contra aquellos que no respetan al peliqueiro interrumpiendo su camino.
Ahora, el Entroido debe parte de su historia a un sastre humilde que
remendó con sus puntadas los rotos y descosidos ocasionados por el paso
del tiempo y el nacionalcatolicismo." (La Voz de Galicia, 13/01/2014)
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