17/10/14

Un expediente administrativo que duró más de dos años arruina a un empresario santiagués


"José Balboa Ayán es un hombre sonriente, amable y sin el menor indicio de que le haya caído el mundo encima. Y sin embargo le ha caído, empujado desde varios puntos, y lo ha aplastado. Erigió y condujo de forma exitosa uno de los templos de la restauración compostelana, el restaurante Balboa. 

Quiso expansionarlo porque se veía capacitado para ello, pero empezó antes de tiempo y la burocracia enterró su obra. Y encima la Fiscalía quiso culparlo a él del estrepitoso final, pero un juez acaba de liberarlo de esa culpabilidad, que lo hundiría aún más en el cieno. Ahora lucha por levantar la paletilla.

Balboa, devuelto a Galicia por la emigración, abrió el establecimiento hostelero en el año 1986 en el barrio compostelano de A Rocha. Pronto se convirtió en un local de referencia en banquetes masivos y en la exhibición de tartas matrimoniales. Más de mil se llevaban cortadas allí cuando José vio el momento de ampliar el local. 

Adquirió 10.000 metros cuadrados justo al lado y, sin recibir aún la licencia, adelantó trabajo explanando un aparcamiento. Le vino la orden de paralización y de reposición de lo existente al momento previo a la ejecución de las obras.

Y, detrás de esa orden, Medio Ambiente, Augas de Galicia, Patrimonio, Ayuntamiento... Mientras la burocracia transitaba sin prisas, al trote, el banco llegó al galope y se quedó con todo. El período de carencia del préstamo quedó superado y llegó la ejecución hipotecaria. El millón de euros que el empresario había invertido se fue al garete: «O banco levoume todo. Quedei sen un céntimo», lamenta Balboa, que dejó una inversión total de dos millones en A Rocha.

El concurso de acreedores es ya un hecho. La administradora concursal y el Ministerio Fiscal acusan a Balboa de mala gestión, conducente a la ruina, sin aludir a la inversión inmobiliaria realizada por del restaurador. Su abogado, Rubén Fernández, replicó que la tramitación urbanística fue la culpable.

Paralización de las obras
 
Y así lo estimó el juez del caso, quien adujo que la paralización de las obras y la apertura de un expediente administrativo que duró más de dos años, «e impidió el normal desarrollo del proyecto empresarial, guiaron a la caída del restaurante Balboa y a su insolvencia. Declaró «fortuito» el concurso voluntario y absolvió a José Balboa.

Lo curioso es que, con el negocio inhumado (pasado el tiempo reabrió sus puertas pero gestionado por otra empresa) y sin propiedad, José Balboa recibió al fin la licencia para poder ampliar su restaurante.

 «Cinco anos me tiveron no limbo, ata que me arruinaron. Así non no se apoia á hostelería nin ó empresario, nin se crea emprego», lamenta Balboa, que hoy ejerce de cocinero para poder ganarse la vida. «Ó cabo a cociña é o meu. Encántame», asegura el empresario que rigió los destinos de uno de los locales emblemáticos de la capital compostelana.

El salario de cocinero es ahora su tabla de salvación económica, porque hace catorce años un hijo suyo, y heredero de los fogones, sufrió un accidente que le dejo una discapacidad casi total (87 %). Requiere cuidados las 24 horas. Y, sin embargo, José habla con el redactor con una sonrisa inmensa. «Para que vou andar amargado se así non vou conseguir nada. Eu non me resignarei nunca e loitarei pensando en todo momento no meu fillo», arguye.

Balboa promovió una asociación de afectados por daños cerebrales, que él mismo preside, y acaba de conseguir una sede para la entidad."               (La Voz de Galicia, 14/10/2014)

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