4/3/15

«No sabemos si fue más duro pelear con el clan de los Charlines o con la Justicia»

"En los millones de folios que se acumulan en los juzgados gallegos a la espera del señalamiento de juicio o de una resolución hay miles de nombres. Son personas que soportan en carne propia las consecuencias de ese caos judicial que lleva, por ejemplo, a fijar un plazo de dos años para discutir sobre la procedencia de un despido laboral.

 Desde personas que tratan de defender sus derechos laborales a afectados por las participaciones preferentes. Son solo algunos ejemplos de casos que están enterrados bajo una gran marea de papeles.

Eran unas veinteañeras cuando las trabajadoras de Charpo, la conservera matriz de los Charlines en Vilanova, se lanzaron a la calle para defender sus derechos. Denunciaban unas condiciones de trabajo tercermundistas: 

«No teníamos Seguridad Social, y lo mismo que teníamos que trabajar en la conservera había que hacerlo en su casa o en donde ellos dijesen», recuerda ahora una de las afectadas. Las setenta trabajadoras que entonces se rebelaron no podrían imaginar que más de veinte años después, casi en la cincuentena, estarían en las mismas. O casi.

El conflicto laboral se remonta a los años noventa, cuando fueron despedidas y luego readmitidas por mandato judicial. En plena lucha contra el clan vilanovés, las primeras sentencias contra los Charlines llevaron a la Audiencia Nacional a embargar la nave y a nombrar un administrador que gestionase la empresa.

 Ellas lo celebraron y creyeron ver la luz al final del túnel, pero finalmente la firma fue declarada inviable y cerró sus puertas. Ellas se quedaron en la calle e iniciaron una lucha para recibir las indemnizaciones que la propia Justicia les reconocía. Pero más de veinte años después todavía les adeudan 200.000 euros de intereses. «Cobramos 10.000 euros cada una, pero por cuentagotas, a una media de 400 euros por año».

Para ello tuvieron que estar atentas a cada subasta de los bienes del clan, y andar detrás de los administradores para que con el dinero obtenido se les pagasen las indemnizaciones. Son incluso propietarias de varias fincas que habían sido embargadas al clan y de un bajo en Madrid. 

Muchas veces tuvieron que oír que había otros deudores antes que ellas. «Pero nunca nos dicen quiénes son, y pueden ser incluso testaferros de los Charlines». Por eso, pasado el tiempo, «no sabemos si fue más duro pelear con los Charlines o con la Justicia», aseguran.

Aunque lleva mucho menos tiempo esperando, Ana Barreiro empieza a estar desesperada. Impartía cursos del Celga hasta que no la volvieron a llamar: «Os nosos contratos eran discontinuos, pero periódicos. En novembro do 2013, a Xunta comezou a prescindir de nós.

 Por medio de CC.OO., denunciei, o mesmo que outros compañeiros». La demanda la presentó en verano. Tuvo varias fechas de juicio, pero se suspendieron. Hace unos quince días se celebró la vista. «Aínda non hai sentenza. Xa houbo algunhas favorables, polo que os traballadores foron readmitidos. Con esa esperanza estou agardando agora, sen cobrar nin traballar dende o 2013. Pero aínda que agora saia favorable, é probable que a Xunta recurra, e aínda haberá que agardar cando menos catro meses máis» .

Quien no deja de repetir que la larga espera judicial es una vergüenza es un afectado por las preferentes de la provincia de Lugo. Aunque prefiere mantener su nombre en el anonimato, le gustaría que se supiese que después de haber presentado la demanda en el juzgado el 23 de abril del 2013 aún le han puesto el juicio para el 7 de octubre

. Pelea por lo 20.000 euros que se le deben. «Dábanmos, pero cando mos ofreceron xa levaba gastados moitos cartos en procurador, avogado... E iso non o daban. Por iso, vou ata o final».

El colapso que sufren un tercio de los juzgados gallegos, como reconoce un trabajo del propio Consejo General del Poder Judicial, es producto de muchos factores. Uno de los que contribuye a que el resultado de la ecuación sea tan desesperante para muchos ciudadanos es el tiempo medio de elaboración de peritajes.

 «Hay pruebas de ADN que pueden tardar en llegar hasta diez meses», explican fuentes de la judicatura consultadas. «El asunto es especialmente sangrante -añaden- cuando hay alguna persona en la cárcel en situación procesal preventiva por temor a que pueda escapar a la espera de dicho resultado».

De ahí que, como apuntan también otras fuentes consultadas, sea preciso poner más medios no solo en los juzgados, sino también en otros organismos como la policía o la Guardia Civil porque de su trabajo depende el tiempo de duración de un proceso.
Delitos de Internet

La elaboración de informes sobre presuntos delitos cometidos a través de Internet también es otro de los asuntos que suelen dilatarse. En este sentido, fuentes judiciales apuntan que el aumento de ese tipo de delitos provoca un atasco en ese sentido. «Ha habido casos en los que se ha llegado a esperar hasta dos años por un informe de Internet».
 
Otros delitos que han aumentado como consecuencia de la nueva coyuntura económica son las estafas. La elaboración de peritajes resulta ahí fundamental para asuntos como, por ejemplo, comprobar que una rúbrica es realmente de quien dice ser."         (La Voz de Galicia, 03/03/2015)

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