"La debacle sufrida por el PP en Galiza solo se puede explicar por una combinación política de mar de fondo y mar de viento. Las pérdidas son sustanciales. Los populares se dejan 186.000 votos
(...) además ha perdido 3 de las 4 Diputaciones y 40 mayorías absolutas; entre otras, dos fundamentales: en la capital y en Coruña, cabecera de la principal región económica-financiera.
Galiza se divide entre un eje metropolitano costero, motor de la vida política, económica y cultural del país, y una hinterland escasamente poblada. El PP tan sólo podrá gobernar en una de las dos pequeñas ciudades del interior, Ourense; quedando la otra, Lugo, en manos de un PSOE necesitado de los apoyos del BNG y de la 'marea' local.
En
el sur del eje metropolitano costero, el PSOE regirá con mayoría
absoluta en Vigo; el BNG lo hará con mayoría simple en Pontevedra. Las
Mareas tendrán representación en ambas ciudades. Pero, donde de
verdad han golpeado las olas con fuerza ha sido en las Rías Altas,
precisamente donde años atrás se hundió el Prestige y nació Nunca Máis.
Las tres ciudades de la zona, Coruña, Santiago y Ferrol, serán
gobernadas por 'partidos-movimiento'. El llamado a la creación en todo
el Estado español de una alianza de ciudades de rebeldes, se encuentra
aquí con la posibilidad de gestionar en red los nodos capitales de un
pequeño triángulo que comprende más de la cuarta parte de la población
gallega.(...)
Pongamos por caso la Marea Atlántica coruñesa. Nació de los movimientos sociales.
Sus fundador@s son activistas provenientes de los llamados “Centros
Sociales de Segunda Generación” y de las “universidades nómadas”
–“Universidade Invisíbel” en Coruña–, que supieron crear un espacio de
convergencia ciudadana amplio, contando también con fuerzas en declive
–como AGE, la malograda “Syriza galega”– a las que contagiaron su
optimismo.
El éxito municipalista se debe a su habilidad para
componer dos distintas mareas: de viento y de fondo. La Marea Atlántica
es del primer tipo. La marea de viento se encrespa allí donde el
viento sopla. La eficiencia del partido se asemeja a la del surfista. Ha
de saber captar la situación, devenir parte de la ola y aprender a
moverse con ella.
No forzar la dinámica, sino reconocerse en el
movimiento y detectar en la multitud de fuerzas que la componen aquellos
flujos que le son favorables. Solo así hace soplar los vientos de
cambio.
El mar de fondo es menos predecible y más difícil de
percibir. Se propaga fuera de su epicentro. El oleaje puede surgir a
mucha distancia de su punto de origen. La marea irrumpe de
improvisto y recibe nombres: LOU, Nunca Máis, 15M, etc. Pero confundir
el movimiento con su expresión activista es un error. Como rápidamente
entendió Manuela Carmena: son los tweets, el run-run, los memes y, más en general, la creatividad dispersa y en red, lo que remueve el fondo.
Es
innegable la importancia de las figuras carismáticas. En Coruña, el
abarrotado mitin de Pablo Iglesias con Xulio Ferreiro marcó un punto de
inflexión en la estimación de voto. Pero para ganar en las siguientes
elecciones no basta con significantes vacíos y espectáculo televisivo.
Es preciso seguir avanzando en la composición de las dos mareas. Hacer
soplar los vientos, siguiendo los movimientos del fondo. Hacer crecer
la potencia del mar de fondo, dándole instituciones municipales que lo
vigoricen, siendo éstas los espacios en los que se cruce la creación
de trabajo y de activismo. Doble crecimiento que ofrece la definición
de lo que significa “potenciar el partido-movimiento”. (Antón Fernández de Rota , Diagonal, en Rebelión, 26/05/2015)
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