"En Santiago el antro de los antros es La Tita. Cuando todo cierra La
Tita abre y acoge a lo más granado del mundo nocturno. Conde Roa, por
entonces candidato del PP a la Alcaldía de Santiago, nunca entraría en
ese garito, pero allí lo reverenciábamos. Juerguistas y beodos relataban
sus andanzas, que corrían como leyendas por las mesas repletas de
cubatas.
Para mí, era un mito. Lo imaginaba entrando en los bares con la
canción de Estopa como banda sonora: “Eres un fiera porque entras
partiendo la pana, invitando a la peña, invitando a cañas”. Era la
canción perfecta. Bueno, excepto en lo de invitar.
Pero no todos lo admiraban: el sector más beato y rancio de la ciudad
no tenía en gran estima sus impresionantes virtudes. Esos chismosos no
hacían sino criticar. Incluso la Iglesia lo reconvino públicamente. Pero
Gerardo les calló la boca a todos: publicó una carta de contrición en
el periódico local en la que reconocía haber “escandalizado” a muchos y pedía perdón por su “comportamiento en los últimos tiempos”, que no había sido muy acorde con su “fe católica”.
Su labor opositora en el ayuntamiento tenía golpes maestros. Una
noche mandó a sus dos colaboradores, los concejales Ángel Espadas y
Paula Prado, a espiar un botellón.
Su informe aún pone los pelos de punta: la chavalada bebe. Los sociatas
utilizaron contra él viles argucias.
El alcalde Bugallo le afeó en un
pleno que debiese 7000 euros de IBI al ayuntamiento. Impertérrito, Conde
Roa se sacó un talón de la chequera, lo enseñó a la prensa, hizo como
que pagaba y luego se lo guardó otra vez en el bolsillo. De paso,
haciendo gala de su fina autoparodia, aconsejó a Bugallo “no gastárselo
en francachelas”.
En La Tita nos partíamos la caja. Me recordó a mi
amigo Elías “El Pirata”, un heavy de metro y medio que llegaba a la Sala
de Fiestas La Condesa y decía: “cóbrame todo lo de la barra”. Solo que
Elías pagaba.
Conde Roa: el number one
Así llegó 2011. Dos días después de presentar la lista electoral la policía detuvo a Ángel Espadas, borracho, dormido ante un semáforo.
¿Iba aún de enganchada o venía de espiar más botellones? Quién sabe. El
concejal durmió la mona en los calabozos y luego, en un ejercicio
admirable de ética, renunció a presentarse. En esta ciudad de beatos
hubo quien le afeó el ir trompa.
Por el contrario, ¿qué mayor prueba de
civismo se le puede pedir a alguien que respetar los semáforos incluso
estando tajado perdido? Uno de los colaboradores de Conde Roa relató la
campaña: “Se bañó en un río contaminado,
subió a un mitin con unas copas de más y volcamos un coche del partido.
Aún así, ganamos las elecciones”. Ya victorioso, su primera decisión
fue nombrar a Espadas Jefe de Gabinete. Dijo que ya había pagado su
deuda con la sociedad.
Ahora era el momento de ajustar las cuentas con esos polis chivatos.
El Jefe de la Policía que no se plegó entonces a ocultar el asuntillo
del semáforo se vio sometido a un acoso laboral que terminó con unos
cuantos imputados y condenados en la corporación municipal.
Espadas tenía más poder que si fuese concejal. Se jactaba de haber
rechazado ser diputado autonómico. Normal, ahí solo van los pringaos. La
pasta está en los ayuntamientos.
Y él era un genio para los negocios.
Conde Roa decía que tenía la mente de un físico. Quizá por eso le
interesaban tanto los líquidos. Malpensados, me refiero al agua. Según
las grabaciones del caso Pokemon, Espadas maniobró para apartar del ayuntamiento
a los funcionarios que no querían informar a favor de la adjudicación a
Aquagest.
Entonces él y Conde Roa eran todo uno. Solo después, cuando
el caso Aquagest trajo consigo detenciones e imputaciones, Espadas lo
traicionaría con una de esas frases de culebrón que pasan a la historia:
“Me convertí en corrupto por culpa de Conde Roa. He hecho cosas que no habría hecho nadie, que no se pueden ni contar”.
Feijoó, en cambio, sí confiaba en Conde Roa: “si se centra será un
buen alcalde”, dijo. Conde Roa iba lanzado y en una extraordinaria
exhibición de gestión, demostrando además que no le guardaba rencor a
los semáforos, inauguró
de un golpe 14. Este fue el mayor hito de su mandato.
Al poco tiempo,
la Fiscalía lo acusó de defraudar a Hacienda 290.000 eurillos de nada y
tuvo que dimitir. Dos semanas antes había cancelado y censurado un
espectáculo de Leo Bassi en Santiago. El bufón (me refiero a Leo) llegó
casualmente a la ciudad el mismo día de la dimisión y, demostrando su
generosidad, ofreció trabajo al Alcalde: “Necesito payasos”, dijo,
animandole a “hacer un espectáculo conmigo, trabajando juntos”.
Las grabaciones de esa época de la lenguaraz Paula Prado, imputada
también entonces por delitos varios, no dejaban lugar a dudas: “Todo lo
que hace Conde Roa huele a pelotazo”. ¿Denunció las ilegalidades que
veía por doquier? Claro que no. La dimisión salvó de la recalificación
una finca con árboles centenarios y un viejo palacete con gárgolas
conocido en las grabaciones del Caso Pokemon como “el chanchullo de Espiño”.
En una nueva grabación, el hermano de Paula Prado dijo, refieriéndose a
Conde Roa y a la recalificación, que “los 60 millones que se va a
llevar no le saldrán gratis”. Conde Roa tenía unas maneras curiosas de
financiarse y meses después sabríamos que una empresa adjudicataria de
obras le había otorgado “un préstamo”
de 60.000 euros del que nada había devuelto.
Por cierto que en estas
grabaciones ya se comentaban, años antes de su publicación, las fotos
del Presidente de la Xunta Nuñez Feijoó, de veraneo con el
narcotraficante Marcial Dorado. El Presidente dio las cumplidas
explicaciones que se deben en una democracia como la nuestra. Contó que
le preguntó: “¿eres narco?” y Marcial, el muy mentirosillo, le dijo:
“no”.
Comprendo a Feijoó: ¿qué mundo de mierda es este si ya no podemos
confiar en los narcos? No recordaba muy bien dónde habían veraneado y
solo sabía que “había nieve”. Preguntado acerca de quién pagaba dijo que
“creía que cada uno lo suyo” lo que deja en mal lugar a su amigo pues
todos los contrabandistas en Galicia han tenido siempre fama de Robin
Hood y de pagar las copas y las juergas de todo quisqui sacando fajos de
billetazos. Marcial Dorado no.
Según el Presidente este era de los de
pagar cada uno su vino. Uno lo imagina conduciendo el yate y diciéndole a
Feijóó: “venga, 5 libras cada uno para gasofa”. Qué decepción. En
cualquier caso, la historia dirá lo que quiera de Feijoó, pero nadie
podrá negar que tuvo su época dorada.
Pero no divaguemos. Estábamos en Santiago. Con la dimisión de Conde
Roa Paula Prado se las prometía muy felices, pero este había chantajeado
al PP para que nombrase a Angel Currás. Era el mismo Ángel Currás de
quien Prado había dicho: “Si es Currás, nos suicidamos”. Pero no se suicidó. Qué va, pasó a ser portavoz parlamentaria del PP de Galicia.
Como al mismo tiempo estaba siendo investigada
por fraude documental, cohecho, tráfico de influencias y prevaricación,
estuvo meses sin comparecer ante los medios, ejerciendo una curiosa
portavocía muda, no fuera a ser que algún periodista metomentodo le
preguntase alguna cosa. Vano temor: visto el comportamiento de la prensa
con la corrupción del PP bien podría haber comparecido a diario.
Ángel Curras: el hombre del renacimiento
El nombramiento como Alcalde de Currás desató la euforia entre sus
concejales. Ahora todos querían estar imputados por algo. Era lo trendy.
Prevaricación, falsedad documental, tráfico de influencias, acoso
moral, cohecho, todos querían la suya. Así fueron imputándose y
dimitiendo todos. A la cabeza estaba el propio Alcalde con dos
imputaciones.
Espadas contaba que “estaba fuera de sí”. Normal. El PP es
indulgente con una imputación. Con dos ya se va enfriando un poco el
cariño. Y no obtuvo la tercera porque el día que sus concejales
prevaricaban en primera instancia, aprobando ilegalmente el gasto de la
defensa jurídica de otro imputado al que conocían como “pijolandia”, él
se escondió en su despacho, apagó el móvil y dejó que lo otros votasen
solos.
Visto con perspectiva, qué grave error. Hubiese tenido que
dimitir igual pero ¡con tres imputaciones distintas! Eso es pasar a la
historia. Con dos es uno más del montón. La guinda llegó con la condena
por prevaricación de siete concejales a la vez. A Currás ya no le
quedaban más en la lista así que él y otra concejala que también
resultaría imputada asumieron las competencias de todas las áreas. Dos
mentes renacentistas.
A la desesperada intentó fichar a “personalidades”
externas. La más rutilante fue el ex árbitro García de Loza. Pero al
fin Currás se rindió y dimitió. Como premio el PP intentó nombrarle director
de la empresa pública Tragsa, de infraestructuras rurales, regadíos,
etc, algo para lo que su currículum de profesor de Naturales en un
instituto le facultaba ampliamente.
Pero ante el revuelo se rajaron y lo
dejaron tirado. Los siete concejales resultarían absueltos en la
apelación. ¿Era legal lo que habían hecho? No. Pero había sido sin
querer. Fue una prueba más de cuán exitosa es en el ámbito político la
estrategia procesal conocida como “Defensa del Chavo del Ocho” o “fue
sin querer queriendo”.
Agustín Hernández: el azote de la juventud
En esa lista cuyo balance fue de 13 imputados, muchos por partida
doble, figuraba en el último lugar Agustín Hernández. Cabe preguntarse
qué méritos le reconoce su propio partido para colocarlo a la cola de
todos esos fenómenos. En fin, alguno tendrá. Agustín había sido
conselleiro con Fraga.
En el último día de su mandato, ya en funciones,
adjudicó contratos millonarios a la empresa Sercoysa que lo ficharía
apenas un mes después (no pudo antes porque se fue de vacaciones). De
modo un modo inaudito en el mundo empresarial, Agustín también figuraba
al mismo tiempo a sueldo para otra empresa constructora “de la
competencia”, Puentes y Calzadas.
No es tan raro si sabemos que su
Consellería le había adjudicado meses antes contratos por decenas de
millones de euros. Tres años después, un 14 de enero, volvió a la
actividad pública contratado por la Diputación de Pontevedra como
Director de Infraestructuras. El día 15, el presidente anunciaba un
contrato de 5,7 millones al que optaba Sercoysa. Al poco tiempo, oh,
sorpresa, Sercoysa recibía la adjudicación y el propio Agustín glosaba
su excelente proyecto.
Habrá quien piense que este es el ejemplo perfecto de puertas
giratorias, pero yo aquí no veo puertas por ningún lado, tal es la
velocidad con la que transita de adjudicador a adjudicado. Más bien
parece que a Agustín le gustan más los espacios diáfanos, tipo loft.
Sin embargo, nadie podrá decir que no es un tío de acción. Ya como
alcalde, desatascó un proyecto que llevaba más de una década parado por
la inoperancia de sus inútiles predecesores.
Y así, un solar destinado a
pisos protegidos para jóvenes que estaba a escasos metros de la Plaza
del Obradoiro se lo cambió a un constructor
por otro que está a 4 km., allí donde empiezan las lechugas. Los
malpensados afirman que el constructor hizo el negocio del siglo, pero
yo creo que Agustín pensaba en esta juventud vegana, neo-rural, que
quiere volver a la naturaleza.
Su mismo espíritu ecologista fue lo que
lo animó a dejar sin luz las multitudinarias fiestas del barrio más
dinámico de Santiago. Preocupados por la sostenibilidad y el reciclaje,
¿qué mejor que no usar energía? ¿No son tan hippies? Pues sin luz. Al
final, los puestos y las actuaciones se alumbraban con los alargadores
que lanzaban los vecinos desde los balcones.
Era un Alcalde dialogante. Un día le dio la venada y mandó las
máquinas a levantar el adoquinado de una calle para peatonalizarla. Los
vecinos, perplejos, le dijeron que no la querían peatonal y Agustín,
sensatamente, rectificó
aunque ya estaba todo el firme levantado. Como los árboles que se
arrancaban de noche y se plantaban de día en un cómic de Asterix.
Pero un hombre como él no podía estar satisfecho con estas minucias.
Así que decidió el derribo de una Casa de la Juventud (¿por qué odiará a
la juventud?) protegida por el plan especial de la zona histórica. La
razón era de peso: el edificio, según Agustín, es feo. Como esos
pánfilos que llegan tarde a todo y que te dicen hoy: “oye, estoy viendo
Lost”, Agustín también quería su imputación.
Pero ya no es tendencia,
hombre. La historia del edificio ejemplifica como pocas el interés del
PP por la cultura. 1600 metros
cuadrados de salas de reuniones, bibliotecas y hasta un salón de actos
que nadie usó en décadas; una fachada que se deja pudrir por el abandono
y luego un proyecto de derribo por razones puramente estéticas.
Ya sea
para construir sin proyecto o para destruir sin motivo, lo que importa
es que las constructoras tengan su negocio. La Asociación Defendamos o
Público trasladó el acuerdo de derribo a la Fiscalía. ¿Conseguirá
Agustín al fin su imputación? Pronto lo sabremos.
Epílogo: una cantera de impresentables
Y entre tanto, pasó la legislatura. Con un espléndido balance de
acusaciones de falsedad documental, soborno, tráfico de influencias,
cohecho, acoso y adjudicaciones impresentables. Los funcionarios cuentan
que sus jefes políticos no usan el teléfono porque temen que todas las
líneas estén pinchadas por la policía. ¿The Wire? ¿La mafia rusa? No: el
Ayuntamiento de la capital de Galicia.
¿Representa esta tropa a la
ciudadanía? No a la que yo conozco, mayoritariamente formada por
personas decentes. Sin embargo, en el fangoso ecosistema de las listas
electorales del PP parecen abundar estas especies: defraudadores y
juerguistas de misa diaria, fulleros, morosos, timadores de medio pelo,
fariseos, beodos, acosadores, prevaricadores, chantajistas,
comisionistas, encubridores, pre-imputados y post-imputados.
En
Santiago, algunos a los que la justicia no pudo condenar protagonizaban
las grabaciones policiales despellejando a sus compañeros,
traicionándose y acuchillándose por la espalda, acusándose mutuamente de
una infinidad de robos y corrupciones. Exhibiendo, en fin, culpables o
inocentes, una catadura moral impresentable. Uno se pregunta: ¿De dónde
sacan a esta gentuza?
Decía Bolaño: “Todo lo que empieza como comedia acaba como monólogo cómico, pero ya no nos reímos”. (Jorge Armesto, Diagonal, 18/05/2015)
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