"(...) Me tocó al menos dos veces cubrir el
nacimiento del primer bebé de Ourense. Eso, más los altercados en varias
locales de ocio, más las toneladas de basura que había dejado la
Nochevieja en las calles, servía para llenar la sección de local.
No
quiero ni pensar en la desazón de los periodistas ourensanos que este
domingo telefonearon al hospital de la ciudad, y se encontraron con que
no había nacido nadie. Pero nadie. El horror. No se recordaba nada
parecido.
El dato estremece, aunque no sorprende. Es catastrófico, no
grave. Después de todo, Galicia es un país de viejos. Nos hemos
acostumbrado a la sensación de no nacer, y en cambio morir a todas
horas. Ya escuchamos a tres presidentes de la Xunta decir que el
envejecimiento representa nuestro principal problema del futuro, sin que
lograsen hacer nada relevante para atajarlo. A la vista de que no hay
nacimientos, tal vez ni siquiera lleguemos al futuro.
A la espera del primer bebé de 2017, los
diarios optaron por publicar la foto de la última criatura de 2016. La
necesidad siempre ahoga. Parece una historia local. Y lo es. Y sin
embargo, es una historia universal. Funciona como una metáfora de la
España vacía, cuya población se concentra cada vez en menos núcleos,
dejando el resto reducida a un desierto.
En La Región, el
principal periódico de Ourense, sólo unas pocas hojas después de leer
que la provincia empezaba el año por primera vez sin nacimientos, te
encontrabas una página con seis enormes esquelas. Cuatro hombres y dos
mujeres. Hacía pensar en uno de esos claros del bosque llenos de setas
venenosas. La muerte nunca falla.
En Ourense, la proporción es de tres
defunciones por cada nacimiento. Hay lugares en los que un día empiezan a
no suceder cosas, como la ausencia de gritos de recién nacidos en Año
Nuevo, y de ese hueco acaban por salir las noticias más destacadas de la
jornada. Qué triste." (Juan Tallón, El País, 02/01/17)
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