"Unos lo atribuyen a la influencia de algún famoso que marca tendencia.
Otros, a la necesidad de ofrecer un producto diferenciado en tiempos de
crisis. Hay quien opina que todo es consecuencia de la creciente
concienciación de los perjuicios de determinado tipo de alimentación.
Por las razones que sean, los alimentos ecológicos experimentan de un
tiempo a esta parte un crecimiento como nunca se había visto. Tanto, que
la demanda desborda a la oferta en productos como la leche ecológica, hasta provocar un auténtico desabastecimiento que los productores se muestran incapaces de enmendar.
No hay suficientes cartones
o botellas de leche ecológica en las estanterías de las grandes
superficies, tampoco se encuentra en Amazon, y las pequeñas tiendas
especializadas tienen lista de espera. Y la razón de
este desajuste tiene que ver con el periodo de tiempo que debe
transcurrir desde que un ganadero decide sumarse a la producción ecológica hasta que esa botella llega a la estantería con el sello que la distingue como bio.
“No ocurre con otros alimentos, pero sí con los lácteos”,
precisa Javier García, secretario del Consejo Regulador de Agricultura
Ecológica de Galicia (Craega). Desde que se activa la solicitud de un
ganadero hasta que esa leche se puede comercializar como ecológica,
pasan dos años, y como muchos de ellos han realizado la solicitud entre
finales de 2015 y mediados del año pasado, todavía no se han incorporado al mercado.
No es solo una cuestión de tiempo, “también lo es de calidad y control”, expone García. Se necesita un certificado de bienestar animal,
las reses no pueden estar en establos, tienen que vivir en praderas,
hay controles periódicos y no se admiten más de dos vacas por hectárea.
Hay un control estricto del suelo y del uso de herbicidas. Pero, sobre
todo, están los plazos.
La Unión Europea establece un periodo de seis meses para la certificación de los animales
y de dos años para la adaptación productiva de las tierras, y solo
pasado ese tiempo está la explotación en condiciones de aportar el
producto para el envasado, que también debe observar las normas
establecidas en el reglamento de la Unión Europea de producción y etiquetado.
La estructura minifundista de Galicia —comunidad que
aporta más del 60% de la leche ecológica que llega al mercado— no
favorece la incorporación de explotaciones a este tipo de productos. “Si
tienes 200 o 300 cabezas de ganado, necesitas 100 o 150 hectáreas, y
eso en Galicia es muchísimo”, reconoce el representante del consejo regulador. Y sin embargo, la demanda tira con fuerza de la oferta, aunque no tanto como para satisfacer ya las necesidades del mercado.
En Craega tienen un censo activo de una treintena de ganaderos dedicados a la leche
o derivados inscritos en el consejo, que es el organismo que en Galicia
certifica a las explotaciones acogidas a este tipo de productos. Pero
entre finales de 2015 y todo 2016, se han sumado un centenar más que
están a la espera de superar los plazos que les permitan exhibir ese DNI ecológico.
Será, por tanto, a partir de mediados de 2017 cuando la oferta empiece a
equilibrarse paulatinamente con la demanda, un objetivo que aún tardará
más de un año en alcanzarse.
Todos esos nuevos productores deberán observar prácticas agrarias respetuosas con el medio ambiente, normas sobre bienestar animal, mantener elevados niveles de biodiversidad y descartar productos químicos de síntesis, todo ello para llevar al mercado alimentos saludables y de calidad.
Muchos
de los nuevos productores han llegado hasta la leche ecológica desde la
crisis, buscando nuevos modelos que permitiesen darle valor añadido
a un producto con los precios por los suelos. Solo en Galicia, la
producción de leche ecológica y derivados sumó en 2015 una facturación
de 9,5 millones de euros.
Pero, sobre todo, se trasladan a esa nueva
rama del negocio porque el consumidor lo demanda.
“Antes era una cosa de un público de perfil digamos ecologista: personas
concienciadas con problemas como el maltrato animal, por ejemplo, o
también directamente vegetarianos.
Pero ahora hay una generalización
absoluta entre los consumidores”, reconoce Montserrat Escutia,
secretaria de la Asociación Vida Sana, dedicada a promover la
agricultura biológica y la alimentación saludable “como base para una
sociedad más justa y respetuosa con el medio ambiente”.
“Ahora es distinto. Es algo más que una moda, es una
nueva forma de consumir totalmente justificada”, opina Escutia. De
acuerdo con los datos del consejo regulador, el perfil del consumidor
tipo es una familia de tres miembros, por lo general
una pareja de entre 30 y 45 años con un hijo.
La creciente desconfianza
provocada por las alertas sanitarias de los últimos años ha contribuido
de forma notable a esta revolución de lo ecológico. “Cada vez se dan más
los hábitos saludables en la alimentación, tenemos esa creciente preocupación por los hábitos saludables”.
La Asociación Vida Sana considera que esta tendencia del mercado es “una oportunidad”. “No solo para afrontar la crisis del sector primario, consiguiendo un producto que asegura un mejor precio para el productor, sino también para cambiar a un modelo que ponga en primer plano la necesidad de garantizar el bienestar animal”.
La
crisis, en efecto, ha arrastrado a muchas explotaciones a abandonar los
métodos tradicionales para adaptarse a la normativa europea y
certificar sus productos como ecológicos. Un ejemplo es el de Casa Grande de Xanceda, una empresa familiar gallega que estuvo al borde de la quiebra
y ahora luce premios por la calidad de sus lácteos y derivados.
Fue una
reinvención total que le permitió esquivar la amenaza de cierre. Para
ello, colaboró con la Universidad de Santiago, que contribuyó a la
creación de un yogur que utiliza el doble de leche para lograr una
cremosidad totalmente natural. También Innolact, una
'spin-off' de la misma universidad, inscribió sus productos
experimentados en el Aula de Productos Lácteos en el registro de Craega.
Pero Innolact o Casa Grande de Xanceda son pequeñas excepciones en un sector dominado por un par de grandes industrias transformadoras
que copan el mercado. La multinacional Lactalis fue la primera, al
empezar a recoger y envasar la leche ecológica gallega hace ya 15 años.
En los últimos tiempos, se han incorporado al mercado nuevos actores
como Leche Celta, y ahora empiezan a irrumpir los pequeños productores
con iniciativas de tamaño reducido. La superación de la oferta sobre la
demanda en tiempos tan competitivos es todo un aliciente para sumar
vacas a esta emergente modalidad de consumo." (El Confidencial, 22/01/17)
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