"Nunca se fueron, solo se hicieron invisibles. Los
narcos gallegos ya no quieren que se sepan los metros cuadrados de sus
mansiones ni tampoco desean lucir sus descapotables deportivos por
Arousa. No quieren salir en prensa, ni en libros, ni en series.
No era
así antes de la Operación Nécora, hollywoodiense redada dirigida por
Baltasar Garzón en 1990 que supuso el primer movimiento del Estado
contra la mafia gallega después de años de interesado inmovilismo.
Los años más duros que ha vivido el narcotráfico
gallego tuvieron lugar, precisamente, cuando la opinión pública concluyó
que la actividad en el noroeste era cosa del pasado. Con el inicio del
siglo XXI las descargas de cocaína colombiana en la costa gallega
alcanzaron niveles de inundación. La discreción daba resultado: con el
foco en otros escenarios los narcos galaicos consolidaron su asociación
con los carteles colombianos.
De tal manera que, llegados al año 2018,
sobra decir que Sito ha vuelto a las andadas. Es que nunca se alejó de
ellas.
Sigue habiendo relojes que pesan un kilo y cochazos
venidos de Emiratos Árabes desfilando por las Rías Baixas. Pero quien
los muestra no suele estar a la atura de los grandes señores de la
fariña. Precisamente por eso alardean.
En la Galicia de hoy se podrían distinguir
dos niveles. En el de arriba, en sombra, se sitúan un puñado de capos,
entre los que, según las autoridades, se hallaría Sito Miñanco, tal vez
el más poderoso de ellos. Son empresarios con grandes organizaciones
bajo su mando (algunas de ellas con más de 300 integrantes directos e
indirectos), barcos en propiedad (a veces constantemente a flote sobre
el Atlántico, sin ir a puerto jamás) y contactos de alto nivel en casi
todas las instituciones, con las que en ocasiones colaboran.
Algunos de
ellos viven en Colombia. Cuentan con la última tecnología en cuanto a
comunicación y localización para pasar desapercibidos y, sobre todo,
disponen de cortafuegos: es prácticamente imposible vincular un
cargamento con ellos, ya que no entran en contacto jamás con la
mercancía ni con quien la manipula.
Estos grandes capos gallegos son consolidados socios
de las organizaciones colombianas proveedoras, es decir, las FARC y la
bandas herederas de los grandes carteles de Medellín y Cali. Son años de
alianza basada en la eficacia de los gallegos para introducir la droga
en tierra y su capacidad para entregarla a organizaciones de Europa del
Este (rusos y búlgaros, sobre todo) e italianas, encargadas de la
distribución por el continente.
Los colombianos han probado muchas otras vías y
ninguna de ellas les tranquiliza tanto como la gallega. Para ellos son
‘los compadres’, gente de confianza. De entre ellos, Sito es ‘el compa’
por excelencia, un socio con más de 30 años de alianza.
Estas organizaciones controlan el patio, nadie se
mueve en la costa gallega sin su permiso y, quien lo hace, suele acabar
entre rejas tras un oportuno chivatazo, cuando no borrado del mapa. Por
debajo de ellos pululan multitud de clanes, algunos históricos de la
costa gallega, otros de nueva generación, todos al acecho de poder
alijar 200 o 300 kilos de blanca en un velero, un contenedor del puerto o
un pesquero y que les resuelvan la economía de varios años.
Es en este
nivel donde la confianza se arruga: se delatan constantemente entre
ellos, desaparece mercancía, se multiplican las traiciones… Todo un
escenario de puñaladas por la espalda que convierte a Galicia en
escenario recurrente de numerosas incautaciones.
Mientras estos clanes llenan de estigma, dinero
negro, tapaderas y negocios las Rías Baixas (sin que a nadie en Galicia
parezca importarle en exceso), los grandes señores siguen moviendo con
discreción cantidades inimaginables. La Policía sospecha que Sito ha
llevado a cabo en los últimos años unas seis operaciones, ninguna de
ellas de menos de 3.000 kilos de cocaína; una, creen, de más de 7.000.
La última pista que los investigadores intentan
relacionar con Miñanco es la interceptación el pasado octubre del buque
Thoran en pleno Océano Atlántico con 3.800 kilos de cocaína. Su destino:
la costa gallega.
Sito, del mar al mar
José Ramón Prado Bugallo creció como Sito, un apodo
muy común en Galicia, al que añadió el sobrenombre de su familia,
conocida como Los Miñanco. Lo hizo en el barrio de San Tomé de Cambados,
lugar de pescadores.
Su prodigiosa habilidad para pilotar xurelas
(como se conoce a las lanchas rápidas y planeadoras) le valió la
confianza de Vicente Otero ‘Terito’, uno de los grandes contrabandistas
de tabaco en la Galicia de los 70. De ahí a su propia organización.
Junto a sus amigos Ramiro y Olegario montó la ROS (iniciales de los
tres), una de las mayores organizaciones tabaqueras de Europa. Cuando
Sito decidió que la fariña daba más dinero que el Winston de batea, Ramiro y Olegario decidieron plantarse.
El punto de encuentro fue Panamá, donde Sito acudía a
lavar la ingente cantidad de dinero que el tabaco de contrabando le
proporcionaba. También allí montaban sus tapaderas los capos
colombianos. Fue Odalys Rivera, sobrina de un ministro del general
Noriega, quien introdujo a Sito en los círculos adecuados.
Tal fue el
éxito social de Sito en Panamá que llegó a ayudar al general en la
financiación de su gobierno. El ‘millonario gallego’, como le conocían,
comenzó a dirigir envíos de prueba a Galicia cuando la Guardia Civil y
la Policía todavía buscaban cajas de tabaco debajo de las bateas de la
Ría de Arousa. De aquellos años se cuenta que Sito llegó a enviar barcos
a Galicia cargados con cocaína, hachís y tabaco. Todo de una tacada.
Sito cuidó su imagen. Si alguno de sus hombres era
apresado, le pagaba una pensión a la familia. También financiaba
tratamientos médicos a vecinos, fiestas populares (llevaba a Cambados
las mejores orquestas), presidía el equipo de fútbol Xuventude de
Cambados, al que por poco sitúa en Segunda División y llegó a ser
nombrado hijo predilecto de la localidad.
Todavía hoy, en Cambados, es
mucha la gente incapaz de hablar mal de Miñanco. En Galicia Sito amenaza
con convertirse en un icono de la cultura pop, con canciones propias y
kilómetros de relato sobre sus hazañas.
Su apego fue también su perdición. Según creen los
investigadores Sito es uno de los pocos capos que metía dinero de su
propio bolsillo en las operaciones, algo que llena de confianza a los
proveedores colombianos.
Siempre, además, tenía sitio para los viejos
amigos: en la última redada ha caído, junto a él, David Pérez Lago,
hijastro de Laureano Oubiña. Si recibía demasiados encargos de Colombia,
los derivaba a otras organizaciones. El respeto que Sito despierta
entre el resto de clanes y proveedores es altísimo. Lo consideran un
hombre generoso y de palabra.
Su cercanía, sin embargo, le impedía delegar. Cuando
asaltaron su chalé de seguridad de Madrid en su primera detención, en
1991, los GEO se toparon a Miñanco sobre unas cartas náuticas y un
teléfono satélite. “Hostia, ahora sí que me trincasteis”, cuentan que
dijo al ver a los agentes.
Volvería a ser detenido en 2001 y se
investiga ahora cómo ha sido posible que siguiese dirigiendo su
organización desde la cárcel. Porque pocos dudan ya que no lo hiciera.
Otra vez, metidos ya en 2018, parece ser que la
piedra en la que ha vuelto a tropezar Sito es la de querer controlar
todo al detalle, la de no alejarse del mar del que nació. El no saber
parar. O el no poder. Difícil, por ello, afirmar que este vaya a ser el
último capítulo.
El narco en Galicia sigue, por más que haya quien
insista en que es cosa del pasado. Sito es la prueba." (
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