"MIDE UNOS tres centímetros, tiene el tórax negro y la
cabeza naranja hasta las mandíbulas. El abdomen es parduzco, con una
franja ámbar en el inicio y una mancha del mismo color en la parte más
ancha. Las patas, negras, tienen los extremos amarillos. Y el aguijón es
tan largo y potente que está clavado, sin poder moverse, en el guante
de protección del apicultor Agustín Loureda. “Nunca vi nada igual.
Debe
de ser tres veces más largo que el aguijón de una abeja”, observa, a un
palmo de distancia. La Vespa velutina nigrithorax, avispa asiática, avispón asiático o simplemente velutina,
es tema diario de conversación y preocupación entre vecinos,
científicos, autoridades y apicultores del norte de España. El
desconocimiento de la especie, sumado a su veloz expansión y su
voracidad, ha aumentado su protagonismo.
Tres muertes consecutivas por picaduras el pasado verano
y otras dos este año fueron suficientes para elevar el temor de la
población y la sorpresa de profesionales afectados como Loureda. El
apicultor puede diseccionar con la mirada a la velutina agarrada a su
guante porque está atontada: acaba de rozar una de las trampas
eléctricas a la entrada de su colmenar y no tardará en morir. Entonces
echa la vista atrás y piensa en voz alta: “Quién me iba a decir hace
unos años que ahora íbamos a estar así”.
El origen de su acomodo en Europa no está claro, pero
se cree que hacia 2004 llegó al puerto de Burdeos (Francia) un carguero
proveniente de China con una invitada a bordo: una subespecie de avispa
asiática reina fecundada. En 2010 la especie cruzó los Pirineos. Los
primeros nidos fueron encontrados en Amaiur (Navarra) y en varios puntos
de Gipuzkoa, según datos del Gobierno. Dos años después saltó a
Galicia, por doble vía: al norte apareció en la localidad costera de
Burela, en Lugo, y al sur, en la comarca del Baixo Miño, junto a
Portugal, presumiblemente a bordo de sendos camiones cargados con
madera.
Ese año comenzó la expansión que le ha llevado a colonizar toda
la cornisa cantábrica y parte del tercio norte peninsular, en el rural y
también en ciudades: en Santiago de Compostela la plaga se ha
convertido en la primera causa de salida de sus bomberos. Incluso la
Comunidad de Madrid ha publicado mensajes de Twitter encabezados por un
elocuente “Que no cunda el pánico” con fotos para diferenciar la asiática de especies autóctonas como la Vespa crabro
o la germánica.
El Gobierno madrileño cree que no le será fácil llegar a
la capital. Algunos expertos no son tan optimistas: “El avance es
imparable y la previsión es que colonice toda la Península en un tiempo
indeterminado”, dice Xesús Feás, miembro de la Academia de Ciencias
Veterinarias de Galicia. “Por las condiciones del clima, los recursos y
el agua, el norte de España es ideal para ella”, asegura.
Tres son los sectores que pone en peligro: el de la biodiversidad, al tratarse de una depredadora no autóctona de insectos; el económico, al afectar a la apicultura y la fruticultura, y el de la salud, al compartir espacios con los humanos (aunque habría que rebajar el nivel de alerta: sus picaduras no son más peligrosas que las de otras especies). De ahí que la guerra se libre en varios frentes. El más directo, la erradicación de nidos.
Tres son los sectores que pone en peligro: el de la biodiversidad, al tratarse de una depredadora no autóctona de insectos; el económico, al afectar a la apicultura y la fruticultura, y el de la salud, al compartir espacios con los humanos (aunque habría que rebajar el nivel de alerta: sus picaduras no son más peligrosas que las de otras especies). De ahí que la guerra se libre en varios frentes. El más directo, la erradicación de nidos.
Lolo Andrade, técnico en control de plagas y miembro
de Protección Civil del Ayuntamiento de Cambre, en A Coruña, prepara el
método “más rápido, económico y eficaz” en el combate antivelutina. Se
trata de un explosivo pirotécnico con control a distancia que revienta
esas pelotas abombadas de hasta metro y medio de alto, en cuyo interior
lleno de panales conviven miles de larvas, avispas obreras y la reina.
Este se encuentra en la copa de un castaño, dentro de una finca
particular. Andrade, de 46 años, traje de protección rojo, cabeza rapada
y rostro de concentración, cierra un ojo y hace una proyección de
altura: “Está a unos 13 metros”, dice, mientras despliega su arsenal:
una pértiga telescópica de 20 metros, cable alargador y un detonador.
A
la pértiga amarra una vara de madera, y a esta, el petardo, que instala
en el nido. Se aparta unos 15 metros, hace sonar un silbato tres veces y
pide a los vecinos que se tapen los oídos. Y pam, un fuerte estallido
con reverberación vuela el nido en una fracción de segundo, y sus restos
milimétricos, convertidos en confeti, vuelan al viento de la finca. La
colonia ha sido eliminada. A por la siguiente.
El sistema de explosivos es cada vez más empleado. El
Principado de Asturias ultima su autorización para uso masivo, a la vez
que forma a sus equipos de control para reducir el uso de biocidas, el
método más común entre los exterminadores de plagas.
Como con los petardos, el insecticida se acopla a una pértiga y es
accionado desde abajo. Cuando no puede llegar por la altura de los
nidos, Andrade tiene un último recurso, un arma parecida a un fusil de
asalto que dispara cápsulas de veneno.
Estas quedan clavadas en el nido y
liberan un gas letal. En varios lugares de España, empresas privadas
también ofrecen un servicio de drones para aplicar veneno. Cualquier
cosa vale para hacer frente al invasor. “La prioridad es eliminar la
mayor cantidad de nidos. Así se minimizan los problemas, con animales y
personas”, recita de corrido el técnico.
La zona donde trabaja Andrade es tierra literaria y mágica: el siguiente aviso llega desde la calle del Bosque Animado. Allí, junto a los frondosos árboles de la fraga de Cecebre, que inspiraron la obra de Wenceslao Fernández Flórez, está Carmen Álvarez con su niño de 10 meses en brazos, en el quicio de la puerta de su casa, esperando la solución a sus desvelos.
La zona donde trabaja Andrade es tierra literaria y mágica: el siguiente aviso llega desde la calle del Bosque Animado. Allí, junto a los frondosos árboles de la fraga de Cecebre, que inspiraron la obra de Wenceslao Fernández Flórez, está Carmen Álvarez con su niño de 10 meses en brazos, en el quicio de la puerta de su casa, esperando la solución a sus desvelos.
Bajo el
alero de la vivienda, de dos pisos, una nube de avispas orbita alrededor
de un nido de tamaño medio. En cuanto lo ve, el exterminador niega con
la cabeza. Y a la distancia ya le advierte: “No puedo hacer nada
todavía, hay que esperar. La reina todavía está en su nido primario y
aquí solo hay obreras. Si lo rompo, van a volver aquí porque está
marcado con una feromona por la reina. Pero no te preocupes, que no se
te van a meter en casa”, le dice a la vecina.
“Pues no es como tener un
nido de gorriones, precisamente”, responde ella con sorna. “Me asusto
porque hay mucho desconocimiento y datos contradictorios de los medios”,
se lamenta al técnico. Para cuando este vuelve al coche, dos vecinos
más ya se han acercado a pedir información.
En la Xunta de Galicia reconocen la “alarma social” ante la progresión disparada de la avispa: 2 nidos en 2012, 700 en 2014, 26.000 en 2018. Y en 2019 las proyecciones apuntan a un número similar al año pasado, lo que pone a Galicia en el centro del problema. La detección y retiro de nidos es la herramienta más fiable para ver su implantación y controlarla, pero también lo son la información y la distribución de trampas.
En la Xunta de Galicia reconocen la “alarma social” ante la progresión disparada de la avispa: 2 nidos en 2012, 700 en 2014, 26.000 en 2018. Y en 2019 las proyecciones apuntan a un número similar al año pasado, lo que pone a Galicia en el centro del problema. La detección y retiro de nidos es la herramienta más fiable para ver su implantación y controlarla, pero también lo son la información y la distribución de trampas.
Por ello
trabajan tres consejerías al mismo tiempo y Ayuntamientos colaboradores,
pero nada parece ser suficiente para detener la plaga. “La gente llama
hoy y quiere que se le retire un nido ese mismo día, y muchas veces no
es posible”, asegura Jesús Orejas, jefe de servicio de Sanidad Animal de
la Xunta. Un buen punto de partida es conocer, advierten las
autoridades, su ciclo vital. A lo largo de la primavera, las reinas
salen de su hibernación para construir sus nidos embrión en zonas
resguardadas. Allí nacen las primeras obreras, que a partir de mayo
empiezan a construir nidos primarios y a lo largo del verano los
secundarios, a los que se muda la reina, hasta la siguiente hibernación.
Acompañando el ciclo, en las islas Baleares se
consiguió algo inédito hasta la fecha: borrar del mapa a la avispa
asiática. En 2015 apareció el primer nido en la zona de Sóller. Con
cifras modestas comparadas con la cornisa cantábrica, pero igual
proporción geométrica, su presencia se disparó, hasta que en 2018
redujeron la plaga a un solo nido. En 2019 no se ha registrado la
presencia de una sola, “ni obrera, ni reina”. Lo cuenta Irene Garneria,
bióloga del Servicio de Protección de Especies del Gobierno balear: “No
lanzamos la campanas al vuelo, pero tenemos la esperanza en erradicarla
si pasan dos años sin detectarla”, apunta.
El proceso es un ejemplo de
cooperación entre vecinos y autoridades. Primero hicieron un trampeo
exhaustivo, destinado a capturar reinas y a detectar obreras para seguir
su vuelo hasta los nidos. Son conscientes de que igual que llegó puede
volver, o entrar en Menorca, Ibiza o Formentera. “El control hace la
diferencia”, concluye Garneria, quien reconoce que el modelo es
difícilmente extrapolable a zonas no insulares.
“Los barcos tendrían que fumigarlos y que entren en cuarentena”, reclama el apicultor Agustín Loureda, en su colmenar de Oleiros, en A Coruña, uno de los municipios más afectados. “Si no, llegarán más especies por barco”. La apicultura es un sector dinámico en Galicia, con más de 100.000 colmenas, y a la vez el más afectado por la presencia de la asiática. Según los apicultores gallegos, cuando ataca, causa pérdidas de entre un 50% y un 60% de las colmenas. En el caso de Loureda, 43 años como profesional del ramo, su vida cambió un día de primavera de 2015 en que vio en su colmenar cómo “una cosa grande” cazaba a una abeja, la decapitaba, le arrancaba las patas y se llevaba su cuerpo. “Me quedé asombrado”.
“Los barcos tendrían que fumigarlos y que entren en cuarentena”, reclama el apicultor Agustín Loureda, en su colmenar de Oleiros, en A Coruña, uno de los municipios más afectados. “Si no, llegarán más especies por barco”. La apicultura es un sector dinámico en Galicia, con más de 100.000 colmenas, y a la vez el más afectado por la presencia de la asiática. Según los apicultores gallegos, cuando ataca, causa pérdidas de entre un 50% y un 60% de las colmenas. En el caso de Loureda, 43 años como profesional del ramo, su vida cambió un día de primavera de 2015 en que vio en su colmenar cómo “una cosa grande” cazaba a una abeja, la decapitaba, le arrancaba las patas y se llevaba su cuerpo. “Me quedé asombrado”.
Al día siguiente vio
otras dos. Las mató con una raqueta de bádminton. Pero eso solo fue el
principio. “El primer año, la velutina me mató 43 de mis 85 colmenas. La
única manera de controlarla era estar presente todos los días”.
Enfundado en su traje, explica las fases por las que ha pasado su
estrategia de combate. Primero trató de rociar con veneno a una avispa
para que a su vez envenenase por rozamiento a sus compañeras en el nido.
Después elaboró trampas caseras, las más usadas por la población rural,
botellas de plástico con agujeros milimétricos para que entren las
asiáticas y se zambullan en un preparado artesanal y mortal: “Zumo de
arándanos, cerveza negra y vino blanco. Luego descubrimos que con un
litro de agua, un kilo de azúcar y 20 gramos de levadura de panadería
diluida caían igual”.
Así lo sigue haciendo, pero ha dado un paso más en
la sofisticación. Inspirado en los matamoscas de carnicería, construyó
arpas eléctricas, unos paneles de filamentos paralelos a la entrada de
las colmenas. Cada vez que una toca los alambres, un chispazo de 2.500
voltios acaba con ella.
En el Principado, el problema también tiene
dimensiones preocupantes. Allí murió en junio el joven Miguel Álvarez
por una picadura en San Tirso de Abres, el mismo municipio limítrofe con
Galicia donde apareció el primer nido asturiano, en 2014. Era alérgico,
como el resto de víctimas de la velutina.
Y según la Sociedad Española
de Alergología e Inmunología Clínica, como un 3% de españoles. Pese a la
psicosis, las autoridades rebajan el temor: “Su veneno es similar al de
otros himenópteros. No es más peligrosa que otras avispas, a no ser que
te acerques a menos de cinco metros. Ellas solo protegen a su reina”,
dice Jesús Orejas, de la Xunta.
Manuel Vázquez Varela, maderero de 52 años, también estuvo a punto de morir por picaduras, pero hoy sonríe a mandíbula batiente mostrando el estuche que siempre lleva consigo. Dentro hay dos dosis de adrenalina, un antihistamínico y un corticoide. “Esto es el nuevo puenting. ¿No decían que era un subidón de adrenalina? Pues yo ya la tengo en la mano”. Es, en realidad, un seguro de vida portátil por si le vuelve a pasar lo que ya sufrió dos veces.
Manuel Vázquez Varela, maderero de 52 años, también estuvo a punto de morir por picaduras, pero hoy sonríe a mandíbula batiente mostrando el estuche que siempre lleva consigo. Dentro hay dos dosis de adrenalina, un antihistamínico y un corticoide. “Esto es el nuevo puenting. ¿No decían que era un subidón de adrenalina? Pues yo ya la tengo en la mano”. Es, en realidad, un seguro de vida portátil por si le vuelve a pasar lo que ya sufrió dos veces.
La primera y más peligrosa, cuando cerca de la
localidad gallega de Betanzos cortó un gran eucalipto donde descansaba
un nido. “Empecé a hincharme, me picaba todo el cuerpo y la garganta.
Los ojos eran de película de terror de rojos que estaban”, recuerda. En
ese estado de reacción alérgica grave, o anafilaxia, consiguió llegar a
un centro de salud, cuando sus constantes estaban al límite y sus
órganos se iban parando por acción del propio sistema inmune, que
reaccionaba al veneno de la avispa.
Al pedirle un consejo para los
picados, no duda: “Que acuda al médico inmediatamente, pero que no vaya
solo ni conduzca”. Él lo hizo y casi no lo cuenta.Además de por la expansión de la avispa, la
alarma crece por su voracidad. Con el aguijón se defiende del peligro,
pero a la vez caza con patas y mandíbulas. Contra lo que se pueda creer,
las velutinas no se alimentan de abejas. Solo las matan para dárselas a
sus crías como proteína. Lo mismo hacen con otros animales.
Abundan los
testimonios sobre escenas carroñeras de enjambres alimentándose de
mejillones o pescado en la costa, o de pájaros muertos en el bosque. O
el cadáver de una vaca, muerta al ahogarse con su propia lengua,
inflamada después de comerse una pera con una asiática dentro —porque
también comen fruta—. “Son como buitres, les vale todo”, asegura un
apicultor de la zona. “Incluso se comen entre ellas cuando una muere”.
¿Pero tienen depredadores?
Salvador Rebollo le pone nombre y apellidos a uno: halcón abejero. Profesor titular de Ecología de la Universidad de Alcalá de Henares (UAH), Rebollo colocó cámaras junto a su equipo en nidos de Galicia, precisamente la zona más habitada por las aves. Y comprobaron que los adultos llevaban a los nidos trozos de panal de avisperos de velutina. Aún sin publicación científica, el grupo de la UAH cree haber llegado a una conclusión: “Al menos en nuestra zona de estudio, el abejero se ha especializado en consumo de asiática. Se alimenta de las larvas, una presa fácil y que ofrece muchísima energía”, asegura Rebollo.
Salvador Rebollo le pone nombre y apellidos a uno: halcón abejero. Profesor titular de Ecología de la Universidad de Alcalá de Henares (UAH), Rebollo colocó cámaras junto a su equipo en nidos de Galicia, precisamente la zona más habitada por las aves. Y comprobaron que los adultos llevaban a los nidos trozos de panal de avisperos de velutina. Aún sin publicación científica, el grupo de la UAH cree haber llegado a una conclusión: “Al menos en nuestra zona de estudio, el abejero se ha especializado en consumo de asiática. Se alimenta de las larvas, una presa fácil y que ofrece muchísima energía”, asegura Rebollo.
De confirmarse la hipótesis, ellos ven “un aliado
perfecto, que actúa quirúrgicamente, trabaja gratis y se organiza solo”.
Ahora cree que debe facilitarse su incorporación al sistema de control
biológico de plagas. Para ello reclama que se usen menos pesticidas en
la erradicación de nidos, porque puede contaminar la cadena alimentaria.
Según el grupo de la UAH, las 700 parejas de abejero en Galicia
pudieron destruir el pasado año un número equiparable al retirado por
los grupos de control de plagas. Lolo Andrade, por su parte, apunta a
otro aliado natural, el tejón, autóctono en casi toda España y que puede
atacar en la fase primaria de los nidos.
En lo que coinciden los actores es en que el combate de la plaga debe ampliar miras. “La estrategia debería ser coordinada a escala internacional”, afirma Rebollo. Apicultores como Loureda piden que se investiguen parásitos contra la especie y se desarrollen feromonas para atraer machos e impedir la fecundación.
En lo que coinciden los actores es en que el combate de la plaga debe ampliar miras. “La estrategia debería ser coordinada a escala internacional”, afirma Rebollo. Apicultores como Loureda piden que se investiguen parásitos contra la especie y se desarrollen feromonas para atraer machos e impedir la fecundación.
Hay
un científico que ya la ha hecho, Xesús Feás, pero no le puede dar uso.
“La feromona la descubrieron los chinos, y yo la he sintetizado y la he
aplicado a un producto físico con dispensador. ¿El problema? Que está en
mi casa, donde trabajo por mi cuenta porque me quedé sin apoyo
institucional para seguir investigando. Y así es imposible”, lamenta. " (Arturo Lizcano, El País, 21/07/19)
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