28/10/16

La confesión de un narco gallego: "Hay menos violencia de la que debería"

"Uno de los narcos más veteranos de las Rias Baixas accede a contar "la verdad", su verdad, bajo una serie de condiciones: no revelar su nombre ni su procedencia, no hacer fotografías y maquillar un par de cifras y detalles para evitar que puedan identificarlo. 

Habla durante cuatro horas largas en el comedor de un restaurante, con el cierre echado, ayudado de varios paquetes de tabaco, una frasca de licor de café y barra libre de cerveza sin alcohol. Lo que sigue es una reconstrucción en primera persona, ajustada a la literalidad de la entrevista.

Nací en un pueblo de la Ría de Arousa y he sido narco durante más de 30 años. No he tenido otro trabajo. Pasé meses en Colombia y estuve dos veces en la cárcel. Ahora estoy en libertad condicional, retirado. Dedico el tiempo a otras cosas, a llevar un vivero en la ría, a dar paseos… Pero conozco a mucha gente y sigo cotizado. 

Me llaman todas las semanas para proponerme descargas con los colombianos, con los moros... Me niego porque esto se ha puesto que da asco. Lo peor es que te acostumbras a un nivel de vida que no puedes mantener y a veces entran ganas de descargar otra vez. Te tientan y te lo piensas, pero no creo que vaya a hacerlo.

 Yo empecé en 1979, como tanta gente de mi quinta. La primera vez trajimos heroína desde Holanda. Fue una cosa muy fácil y pronto repetimos. Solo teníamos que cargar los coches allí, donde nos colocaban la mercancía unos turcos. Luego cruzábamos Europa con el paquete, hasta Galicia. Teníamos contactos en las aduanas por si acaso. 

No había dificultad. Y te acostumbras rápido. Al principio es mucho estrés, pero te metes en la espiral y ya no lo notas. Tienes el estrés normal de cualquier persona que tiene muchas cosas encima, pero el riesgo lo asumes como parte de tu vida. Alguno hay que se enganchaba al alcohol o las drogas, pero yo no he tenido problemas. Mi único vicio serio es que fumo tabaco.

Durante un tiempo, al principio, hice también descargas de cigarrillos. Nos pusimos a trabajar para una compañía. Le decíamos así, compañía, porque eran muy serios, una manera de trabajar que se perdió con la droga. Daba dinero a mucha gente y a los aduaneros también. Y la Guardia Civil. Al principio esperábamos con pateras de 9 a 12 metros para descargar en tierra.

Luego ya empezamos a ir también con la 'xurela' hasta el mercante, al del Miñanco y a otros de los grandes, de los más importantes. Los barcos se desviaban de la ruta, cargábamos la 'xurela' con 900 o 1.000 cajas de tabaco y luego en las planeadoras entrábamos en la ría. Hasta el año 98 estuvimos haciendo eso. Una descarga a las once de la noche y otra a las cinco de la mañana. Pum y pum.

Con la droga se gana mucho más y claro... Lo primero grande, grande, que hicimos fue cargar un velero con 1.000 kilos de heroína en Turquía y meterlo por Cartagena. Desde allí, pum y pum, en coche hasta Madrid. Al estar bajando al sur como bajábamos, conoces gente. Había unos belgas y unos holandeses que iban a Tánger. Nos pusieron en contacto con los marroquíes y empezamos a meter hachís con un pesquero. Eran grandes cantidades, cargas de 10.000 o 20.000 kilos.

Salíamos con torpederas de tres o cuatro motores y descargábamos. Pum y pum. Era también muy fácil, un juego del gato y el ratón en el que estaban todos jugando. La gente aquí sabía de que iba la historia y se apuntaba, también los malos. Para nosotros los malos son la policía, los que vigilan y hay que pagarles.

De los 10.000 kilos nos quedábamos 3.000, pero había que repartir entre muchos: a los de los controles aduaneros, a la Guardia Civil, a los que te avisan si viene alguien y a mucha más gente. Solo el armador, el que ponía el barco, se quedaba el 15 por ciento.

Nuestro trabajo era organizar bien la logística marina. A mí el mar me gusta. Se trataba de meter la mercancía en tierra y almacenarla hasta que se hacía el reparto. El hachís daba más dinero que el contrabando y los malos no se lo tomaban muy en serio. 

Si por descargar tabaco se pagaban 10.000 pesetas cada noche, con el hachís eran 500.000. Eso los más pringados. El patrón del barco se llevaba cinco millones por descarga, el mecánico tres millones y cada marinero a bordo 2,5. Aun así, había gente que empezó a engañar a los moros y vinieron problemas.

 Ellos, es claro, empezaron a buscar otras maneras y a reducir los márgenes. Y nosotros espabilamos también. Para ahorrarnos el 15 por ciento que se llevaba el armador del barco, empezamos a comprar zódiacs semirrígidas. Las teníamos desmontadas, dobladas, hasta el día del trabajo. La primera que encargué yo fue una de 12 metros y tres motores Yamaha, que son los mejores para estas cosas.


Los moros estaban hasta los putos huevos de que los españoles les engañásemos y empezaron a irse con los holandeses y los franceses de Tánger. Ellos controlaban el hachís y cambiaron el trato. Dijeron que la mercancía ya era toda para ellos, que se encargaban de venderla en España o donde fuera con su gente. Así que solo te pagaban el transporte, a unas 30.000 pesetas por kilo.

Seguía siendo mucho dinero. Vivíamos en una burbuja de lujos, putas, cochazos. Lo primero que hacíamos con el dinero era comprar un cochazo. El más tonto tenía uno grande. La policía se pone muchos méritos pero era mucho culpa nuestra, que éramos unos burros y les dábamos todo hecho. Terminábamos una descarga y nos íbamos todos a putas. 

Llegábamos allí y la putita de turno era confidente y ya sabía si uno era fuerte en hachís y otro en coca. Les contabas de todo para fardar, a veces hasta exagerando. Había algunos muy tontos. Además íbamos todos cargados de oro, con un Porsche o un BMW. ¿De dónde saca dinero un pescador para todo eso? A mí me lo preguntaron en un juicio y me quedé callado porque no sabía qué decir.

El dinero del hachís y la heroína se clareaba fácil. Nos pagaban en libras inglesas y en florines holandeses. Nosotros íbamos a Portugal con eso y nos traíamos pesetas. El coche lleno de pesetas. Se colaboraba. La Guardia Civil se llevaba entre 12 y 14 millones por cada descarga, a repartir entre tres o cuatro de ellos. No eran los que más ganaban, pero tampoco tenían que hacer nada.

En aquellos años nosotros éramos ya más o menos grandes, de los grandes de la zona. Éramos tres jefes y teníamos unas 25 personas trabajando con nosotros. Con ese operativo ya planteamos meternos en la blanca, que era un salto a más. Contactamos gente de un clan de aquí de la ría y nos dijeron de meter 4.000 kilos.

 Se habló de cómo hacer el transporte, nunca de comprar o vender droga. Eso no lo hacen ni los grandes porque los colombianos tienen aquí y en Madrid oficinas y gente. El narco gallego se quiere poner al mismo nivel que los colombianos pero es otra cosa. Aquí hemos sido mayormente transportistas.

Para ese trabajo en concreto nos preparamos bien y llegamos con una semirrígida de siete metros y cinco motores Yamaha, que son los más fiables. El trato era ir a las Azores a recoger "el marisco" que traía un pesquero viejo que después mandaron a pique. Cuando llegamos al barco a mi me empezó a oler a chapuza

El pesquero no tenía gasolina para darnos y nosotros íbamos muy justos, así que pusimos tres motores en lugar de cinco y fuimos despacito. Pum y pum. Se navegó bien y llegamos hasta las pateras que teníamos a 15 millas de la costa. Nos salió perfecto pero esa gente nunca pagó. Ahí es cuando decidimos que en la blanca no íbamos a trabajar ya para nadie.

Yo tenía un contacto en Madrid y, gracias a él, me fui a Colombia a negociar directamente un porte. Aterrizamos en Medellín, nos recibieron, nos explicaron… Estuvimos casi un mes allí. No puedo contar mucho de aquello, pero te lo puedes imaginar. Estábamos a 'gastos pagos' un mes entero: putas, fiestas, caralladas, conociendo hoteles y en mansiones. Al final se acordó hacer un transporte de 3.000 kilos al 30 por ciento. Y de aquella sí que cobramos. Fue una fortuna, aunque hubo que repartir mucho.

¿Cómo se hace? Es una cosa muy seria, un trabajo difícil. Se iban a Hong Kong a comprar remolcadores, que siempre estaban en el mar. De un lado para otro. Cuando había descarga se quedaba a una hora en un punto determinado, a unas 100 millas de la costa, por ejemplo de Venezuela, Brasil o Ecuador. Se esperaba en las coordenadas que te decían y ellos bombardeaban la mercancía desde aviones. 

Caía del cielo y se quedaba toda la droga flotando con boyas. Algunos dicen que lo hacían fondeando con sacos de sal, aunque yo eso nunca lo vi. Dicen que metían pesos de sal y, cuando se disolvía, el paquete subía solo. Luego recogías la mercancía, la acercabas en un pesquero y luego con las gomas la traías a tierra. Pum y pum.

Aquella cosa fue bien y yo volví a viajar a Colombia como lugarteniente. Negociamos traer 5.000 kilos. Me tiré un mes en Medellín, luego subí a Cartagena, de allí pasé a Venezuela y me entrevisté con el capitán de la organización. Acordamos las coordenadas para la subida de los 5.000 kilos. Hice bien los deberes, volví a Galicia y dejamos allí a alguien de confianza, a cuerpo de rey, como fianza humana.

 La cosa iba adelante y me dieron 60.000 euros para empezar a montar el operativo y prepararlo todo. Ya lo tenía listo cuando empezamos a notar seguimientos, cosas raras en los teléfonos. Yo decidí echarme para atrás y mira, al poco tiempo cayeron otros, también con 7.000 kilos. Menos mal.

Estuvimos con una cosa y con otra, pero la última vez que intentamos traer 'blanca' fue hace cuatro años, cuando fuimos a quitarle 2.000 kilos a un carguero. La cosa ya te digo que es cada vez peor y ahora no te ofrecen ni para gastos. Tuvimos que poner el dinero de nuestro bolsillo para preparar la descarga y al final nos chulearon. Me olió mal desde el principio porque nos prometían el 40 por ciento, una cosa que no te da ya nadie. 

Preparar una descarga es una inversión muy gorda. Hacen falta por lo menos 300.000 euros para que salga medio bien. Por ejemplo, hay que tener un tío en el aeropuerto de Santiago y otro en el de Vigo, para controlar cuándo salen aviones con radar, los 'paxaros'. 

También hay que conseguir teléfonos limpios. Esos se compran en Portugal, donde no piden DNI; o se contrata a pringados a los que les das 30 euros por sacar una tarjeta a su nombre. Hay que pagar también a toda la gente que vigila en tierra y te lleva días ir apuntando los horarios de las patrullas para ver cuándo es mejor hacerlo.

Luego hay que alquilar las naves, almacenes, cerca del mar para esconder la mercancía. Y hay que montar la barca, que son unos 200.000 euros. Cada motor son 2.000 y luego toda la gasolina, que se saca de poco a poco para que no cante. Se deja todo desmontado porque si lo montas te lo pueden lapar los malos y ya te tienen localizado. Y los todoterrenos también escondidos para que no los lapen, claro. Ya te digo, por menos de 300.000 euros no descargas.

 Así lo hicimos aquella vez. Teníamos todo cargado, el combustible, la gente repartida y nos subimos a la goma con los pasamontañas. Echamos el bicho al agua. Pum y pum. A las dos millas me pongo en contacto con el hijo de puta del barco. Le digo que estoy a una hora y media de cenar con él y me contesta que me quede quieto que se encarga él de traer el marisco.

Ahí ya supe que nos estaba chuleando porque ¡qué coño quedarse quieto! ¿Para qué? Justo en eso me llamó el de Vigo y me dijo que había salido un 'paxaro'. Yo creo que nos vieron, pero íbamos vacíos. Y nos volvimos corriendo.

Los cabrones nos usaron para despistar y echar la mercancía por otro lado. No es solo el dinero, es el riesgo. Si te pillan en esas, cargas el muerto, aun yendo vacío. Te pueden trincar por muchas cosas: por salir a la mar sin permiso, sin tripulación regulada, con ese operativo y los pasamontañas. Te hunden y les da igual. Cuando te usan como señuelo, tienes suerte si solo pierdes la pasta. Es fácil acabar cargando culpas. Después de aquel golpe decidí retirarme.

Ya te digo que es un negocio difícil. Te tienes que cuidar de los chivatos, de los malos, de las traiciones, de los radares térmicos, de los 'paxaros'... Ahora tienen radares que saben hasta la comida que llevas a bordo. Antes no se enteraba nadie de lo que hacías fuera, ahora el mar está muy controlado por satélite. Te piden hacer descargas cada vez más difíciles y la gente que hay ahora metida no tiene palabra como se tenía antes.

El negocio ahora es que los colombianos tienen mucha mercancía en África. Tienen almacenes llenos en Guinea Bissau, en Senegal... Ellos piensan que una vez que la tienen en África ya está en Europa y no es así. Se están dando cuenta ahora. Tienen muchísima droga en África y no saben cómo sacarla de allí. Allí lo tienen muy fácil porque trabajan directamente con los ejércitos de esos países, en sus propios almacenes. 

Y lo que te ofrecen ahora es ir a buscar la droga a África. Arriesgadísimo. Si lo hago yo, estoy muerto. Son 2.500 millas de navegación... Los colombianos se tiran de los pelos porque nadie quiere hacer ese trabajo. Lo que consiguen meter ahora es con los rusos o por contenedores. Eso es un cachondeo.

¿Cómo se hace? Pues por los puertos. Está fuerte en Bilbao, Barcelona, Valencia... Se trabaja mucho con el gancho ciego. Para que lo entiendas, te lo explico. Imagina que en un puerto de Ecuador, de Argentina, de Brasil o Venezuela pagas a alguien para que saque mercancía del contenedor de una empresa gorda y meta en su lugar mochilas con 'blanca' o con lo que sea. Sobre todo lo hacen con productos secos y congelados. 

Hay que cuidarse de meter el mismo peso, porque lo calibran. Cuando el contenedor llega a España tienen alguien aquí en el puerto que falsea el doble precinto y sacan las mochilas con droga. Los guardias mismos te lo dan fuera del puerto. 

 Entra mucho ahora mismo así. Otra cosa es el hachís, que sigue entrando por el sur, como siempre. Allí se trabaja siempre con la Guardia Civil. O eso, o estás muerto. Normalmente se compra al capitán y él te dice el día y la hora en la que hay que entrar para que no te pillen. No como antes pero sigue habiendo mucha corrupción.

De mi experiencia en Colombia tengo muchos recuerdos, pero nunca contactas con Pablo Escobar o con la Condesa, sino con gente de segunda o de tercera. No he visto la serie esa de 'Narcos' y no sé qué dicen, tampoco he leído libros del tema porque me lo sé mejor yo que el libro. ¿Para qué cojones voy a leerlo? Pero te digo que nadie tiene línea directa aquí con los grandes de allí. Esos están en la montaña y no usan nunca un teléfono para hablar contigo. Tú con quien tratas es con su gente en la ciudad, sus segundos o terceros, en mansiones en Medellín y esas cosas.

Los colombianos también trabajan ahora mucho con los rusos en el Pacífico, con esos y los mexicanos son los únicos con los que hablan de tú a tú. Y con esa puerta de entrada ya tienen la mercancía en toda Europa. De lo que llega por Rusia aquí hay chavales que siguen moviendo mochilas y haciendo alguna descarga, pero no como antes. 

Antes medio pueblo estaba metido, ahora ya no. Ahora son traquetos, que compran un kilo y hacen diez mezclándolo con tetracaína y mierda. También en Madrid hay muchos laboratorios donde se mezcla y se hacen cosas. Está más ahora en Madrid que en Galicia, porque allí hay muchos panchitos, como les llamo yo a los sudamericanos, pero con respeto.

En Marruecos es diferente. Con los moros se trataba más directamente. Yo conocí en persona a los grandes. Me recibían en grandes casas pero no se dejaban ver fuera. Allí todo está comprado, todo se puede comprar con dinero, más que en España. Solo se torció un poco cuando la UE presionó al Mohamed, al rey, porque le dieron dinero a cambio de meter mano al hachís. Y al menos un poco de teatro ha tenido que hacer.

He estado preso varias veces, muchos años en total, en un sitio y en otro. Pum y pum. La primera vez cogieron con 15 kilos de heroína, poca cosa, a un turco al que yo estaba esperando en un hotel de Madrid y nos cazaron a todos. Luego resulta que de los 15 kilos que se llevaron, la policía apareció con dos. Se guardan mucha droga para pagar confidentes en especie y para sus trapicheos.

La siguiente vez fue más grave. Nos cazaron con 10.000 kilos de hachís, de los cuales aparecieron 8.000. Aquella vez fuimos entregados directamente porque pillaron la mercancía ya en tierra. Alguien cantó... Lo peor de este mundo, para mí, no es la cárcel. A eso te adaptas. En España las cárceles no son duras. Si te mentalizas... Si vas de humilde y ayudas a la gente, no te pasa nada. No hay que ser fantasma, ni fanfarrón, y te respeta todo el mundo. Hay códigos. De mi experiencia te digo que hay más gente de palabra en prisión que fuera.

Pero te decía que eso no es lo peor. Si pudiera volver a empezar no me dedicaría a esto, pero no por la cárcel, sino por las ratas, por las traiciones. Ahora cada uno salva su culo y te vende. Por eso muchos estamos prácticamente retirados, porque no hay ya ley del silencio como antes. Así no se puede trabajar. De la gente grande al que más admiro es al Viejo Charlin. Y es por eso, porque siempre ha respetado el código. Ni se caga, ni se lleva a nadie. Él no habla ni de Dios.

Violencia sí que hubo, no te voy a contar mucho de eso, pero te puedo decir que la hubo tenía que haber sido el doble. Se han cobrado pocas víctimas, menos de las que se tenían que haber cobrado con las barbaridades y traiciones que se han hecho. Las ratas son ratas. Lo que quiero decir es que si hubo un 30 por ciento de violencia, tenía que haber sido un 60 por ciento. En mi entorno tenía que haber habido más de la que hubo, es lo que te puedo decir.

Una de las cosas que dan más pena es que al clarear el dinero hemos jodido a la pobre gente que te hacía un favor y acababa en problemas serios. A mí me han respondido todos, no me ha tirado nadie. Hacienda en los últimos seis años ha empezado a controlar en serio y están llevándose muchas cosas, te levantan mucho dinero. Una manera de clarear era comprar o montar empresas ruinosas, que después facturaban el dinero de la droga. En Madrid hay muchos abogados especializados que te lo arreglan. En Galicia ahora también. Algunos no se fían y lo tienen en billete, en casa... Depende.

La tecnología es buena para casi todo, pero para este negocio es muy mala. El móvil es muy peligroso, no lo quiero ni ver. A veces el chivato es un tonto que simplemente mete un móvil apagado en una reunión... Cuando me pillaron. Los malos tenían 14 tomos de nuestro caso, casi todo eran grabaciones. Estaba todo lo que habíamos dicho ahí, incluso los 7.000 kilos de cocaína."                     ( , El Confidencial, 16/10/16)

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