"Juicio de la Gürtel. Bárcenas. Las tarjetas black. Los
directivos (algunos) de NovaCaixaGalicia ingresan en prisión. Parece
que, con la que está cayendo, en todas partes las operaciones
presuntamente irregulares o claramente especulativas en España se
seguirán produciendo, pero al menos con el mayor sigilo posible.
¿En
todas partes?, ¡No! En el Finisterre, un organismo resiste férreamente a
la imposición de la clandestinidad y la discreción en las maniobras
público-privado. La Autoridad Portuaria de A Coruña pretende vender a
una inmobiliaria 25.000 metros cuadrados de terreno público, situados en
la fachada marítima de la ciudad, en la zona del casco antiguo, a un
centenar de metros de donde viven Amancio Ortega o el exalcalde
Francisco Vázquez.
El presidente del Puerto coruñés, Enrique Losada,
había llegado la pasada primavera a un preacuerdo con el Ayuntamiento de
cederle el terreno por el precio en el que la Autoridad Portuaria lo
había tasado, 1,4 millones de euros. Sin embargo, hace poco trascendió
que había negociado con la inmobiliaria Rio Mero su venta por 10
millones.
Lo de Finisterre es algo más que un símbolo geográfico. En lo
que el Puerto pretende vender está construido un hotel de cinco
estrellas de ese nombre, y una sociedad deportiva privada, La Solana, en
lo que fue una playa y una puerta de la antigua muralla de la ciudad,
que se mantenía más o menos como se la encontró Drake en 1589, cuando
intentó asaltarla.
La puerta sigue, pero, en vez de dar al mar, da a
unas pistas de tenis y a un aparcamiento. Desde luego, hoy sir Francis
no reconocería el lugar.
Como muchas otras cosas (mentalidades aparte), la raíz
del asunto está en el franquismo. En el recién estrenado, en concreto.
En febrero de 1941, Armando Casteleiro pidió y obtuvo permiso del
Gobierno para construir una piscina en lo que era la playa de O Parrote,
al lado de la dársena pesquera.
Casteleiro había sido un pionero de la
natación, pero también brigada de los Caballeros de La Coruña, una
milicia armada compuesta por falangistas y miembros de Renovación
Española, una de tantas “partidas de la porra” fascistas que en los
meses previos del golpe militar calentaban en la banda.
Debieron de ser
esos méritos, más que los deportivos, los que engrasaron la burocracia
de tal forma que once días después de la autorización gubernamental,
estaba concedida la licencia municipal y al día siguiente se iniciaron
las obras.
Primero fue la piscina, y en 1945, en una nueva
concesión-ampliación, el hotel, propiedad del Banco Pastor. En 1968,
como seguía habiendo mar y mar y quedaba algo de playa, otra concesión y
otro relleno.
Pero la razón declarada de la venta hay que buscarla en la historia reciente. Concretamente en el Prestige. En
plena marea negra y sobre todo en plena marea Nunca Máis, el alcalde
coruñés Francisco Vázquez acogió el Consejo de Ministros que Aznar quiso
celebrar a modo de placebo en Galicia.
Con la plaza de María Pita
asediada por miles de manifestantes, Vázquez arrancó del presidente del
Gobierno y del Consejo la promesa de estudiar la viabilidad de construir
un puerto exterior. “Le dije que si no, dejaba entrar a los de Nunca
Máis”, comentó después el alcalde, risueño, en una entrevista, aunque,
según testigos presenciales, aquello fue más bien un choque de trenes:
“Si no hay puerto, no hay consejo”.
El Ministerio de Fomento de Francisco Álvarez Cascos, la consellería de
Política Territorial de Alberto Núñez Feijóo y el gobierno local de
Vázquez emitieron informes favorables. El puerto de Punta Langosteira
efectivamente se construyó. Muy exterior, en la parte más expuesta de la
costa y a ocho millas enfrente del puerto, también exterior, de Ferrol.
Costó ¿700? (la interrogación no es retórica) millones de euros que
iban a ser sufragados, entre otros ingresos, con los socorridos fondos
europeos, y con 150 millones que se calculaba obtener de la venta para
uso inmobiliario de gran parte del puerto antiguo. 400.000 metros
cuadrados en pleno centro y – obviamente— en primera línea de costa. Y
en esto estalló la burbuja inmobiliaria.
Hoy hay dos puertos, exterior e interior, pero el
tráfico de mercancías no crece y la Autoridad Portuaria lleva cuatro
ejercicios con pérdidas progresivas. Su presidente, Enrique Losada,
justifica la maniobra de La Solana-Finisterre por 10 millones y la venta
de los muelles urbanos de Batería y Calvo Sotelo, que estima le puede
aportar 15 millones, como una operación necesaria para afrontar los 300
millones de euros de deuda del puerto exterior.
Los críticos con la
operación aducen que vender el patrimonio público para satisfacer la
doceava parte de una deuda no sale muy a cuenta. Si es una obra de
interés público, es difícil de entender andar vendiendo las joyas de la
familia, como un yonqui de alta cuna, mientras el Gobierno se gasta
5.000 millones en rescatar autopistas radiales de Madrid, sin necesidad
de privatizar el Paseo de la Castellana.
De todas formas la Autoridad Portuaria no es que haya
destacado como gestora económica. Le cobraba 97.000 euros al año a una
sociedad (hasta 2014 propiedad del Banco Pastor y de Juan Carlos
Rodríguez Cebrián, ex director general de Inditex), que le alquilaba la
concesión del hotel y sociedad deportiva a Inmobiliaria Rio Mero por
millón y medio de euros.
La concesión caduca en 2017, y en 2014 Rio Mero
pagó 14 millones por disfrutar de ella hasta esa fecha. Pagar 10
millones por la propiedad de los terrenos es una auténtica ganga. Y todo
gracias a una varita mágica en forma de rotulador rojo.
En 2009, con un
gobierno PSOE-BNG, la aprobación inicial del vigente Plan General de
Urbanismo definía los terrenos como suelo dotacional público. Tres años
después, en la aprobación definitiva, con la única mayoría absoluta que
tuvo el PP en A Coruña, la calificación se convirtió en dotacional
privada simplemente usando el rotulador para tachar “público” y poner
“privado”.
30 entidades cívicas y culturales, además de una Comisión Aberta para a Defensa do Común constituida ad hoc,
han demandado que se paralice la subasta que le daría la propiedad a la
inmobiliaria y que se devuelvan los terrenos de forma gratuita. Los
representantes del PP en el consejo de la Autoridad Portuaria votaron en
su día a favor de realizar la subasta.
Ahora, en el último pleno
municipal, el grupo popular –incluido el concejal responsable del
rotulador— se unió a los demás (Marea, PSOE, BNG) a favor de mantener la
titularidad pública de los terrenos. Toda la sociedad civil asume que…
¿Toda? ¡No! La Autoridad Portuaria está ocupada por un irreductible
presidente que se resiste a cualquier intento remunicipalizador. Nadie
apuesta que vaya a ser por mucho tiempo. " (Xosé Manuel Pereiro, CTXT, 28/01/17)
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