"De historias de hijos que arruinan
los negocios familiares están las hemerotecas llenas. La de Pescanova,
una transnacional que faena en mares de los cinco continentes y logró
engañar a un centenar de bancos antes de ir a la quiebra en 2013 es
mucho más que eso.
El gigante alimentario pudo sobrevivir a aquello con respiración asistida: la banca acreedora tuvo que perdonar 2.000 millones de deuda en
medio de una batalla por el control que se perpetúa en los juzgados y
fuera de ellos.
La sociedad, que ha tenido que cambiar la imagen
corporativa, el consejo de administración y los principales directivos,
sigue empleando a 12.000 personas en 27 países a través de su red de
filiales. Pero el prestigio de una de las mayores compañías de congelado
del mundo está hecho trizas tras décadas de corrupción, cuentas
falseadas y desvío de dinero a paraísos fiscales que dirime desde 2013
la Audiencia Nacional.
Un dato para medir la magnitud del escándalo: la primera
fianza para sus antiguos gestores fue de 1.200 millones de euros. El
pleito acumula cuatro años de instrucción y todavía no se vislumbra la
fecha del juicio.
Por primera vez en sus 56 años de
vida de la empresa, los 700 empleados de la sede en Vigo han parado la
producción este mes con dos huelgas que
reclaman un convenio digno a la nueva propiedad. Pescanova, que el año
pasado situó a los mandos del negocio a un gestor llegado de Campofrío,
Ignacio González Hernández, ha declarado pérdidas por 36 millones en
2016 aunque su plan de viabilidad confía en cerrar 2018 con números
negros. Ahí debe empezar la remontada para dejar atrás años de
desventuras de su expresidente.
Manuel Fernández de
Sousa-Faro (Mérida, 1951), todopoderoso mandamás durante tres décadas,
es el último héroe empresarial caído en Galicia arrastrado por un
gigantesco escándalo de saqueo y fraude contable, incluidos varios
intentos suyos y de su familia de sacar dinero fuera de España.
Su padre, Pepe Fernández, lucense y emprendedor en los años de penurias
de la posguerra que hizo dinero con el transporte de congelados por
carretera, le había legado algo más que una empresa boyante. Ideó un
negocio nunca visto: instalar congeladores en los barcos que permitiesen
pescar durante meses a miles de millas de tierra firme.
Con semejante invento y tras asociarse a un abogado mercantil de Vigo,
Agustín Paz Andrade, alumbró una multinacional que empezó a explotar ya
en la década de los sesenta los mares de Brasil, Argentina y Uruguay.
Jesús Fernández ya había mostrado su intuición para los negocios años
antes al fundar Zeltia, hoy Pharmamar, un laboratorio farmacéutico que
hizo fortuna con sus patentes en los años 40.
Cuando
llegó el momento de la sucesión familiar, Pescanova cayó en manos de
Manuel, que asumió la presidencia en 1980, sin cumplir siquiera los 30
años. Zeltia la heredó su hermano José María. Durante un tiempo tuvieron
tratos empresariales pero varios encontronazos rompieron la relación
fraternal para siempre.
La segunda generación de la
saga familiar sacó Pescanova a Bolsa, conservó la ambición del padre
fundador y sumó la extraordinaria habilidad de Manuel Fernández de Sousa
para relacionarse con los poderes fácticos: la política, los bancos y
la prensa comieron de su mano hasta el último día en que el castillo de
naipes se vino abajo en febrero de 2013.
Amigos banqueros
Gracias a su amistad con José Luis Méndez,
sempiterno director general de Caixa Galicia, otro de los señores del
dinero caído en desgracia, obtuvo crédito fácil durante los felices noventa
para su expansión empresarial. Y cuando el capital foráneo hizo
peligrar el control de la sociedad a finales del siglo XX, ahí estuvo el
Gobierno de Manuel Fraga para extender la chequera: 12 millones de
euros en ayudas públicas para blindar a uno de los suyos.
Amigo personal de Fraga y socio de una familia de intelectuales
republicanos como eran los Fernández Paz, Sousa fue capaz de tejer
contactos para explotar los caladeros de la Sudáfrica del apartheid al
tiempo que sellaba acuerdos pesqueros con los gobiernos africanistas de
Angola y Mozambique. También pactó con la Nicaragua sandinista.
Los medios de comunicación –donde invertía cientos de millones de
pesetas en campañas de publicidad (la más famosa, la del capitán
Pescanova)– nunca hicieron demasiado por husmear en la trastienda de la
empresa. La prensa gallega cayó rendida cada vez que Pescanova
presentaba sus resultados o anunciaba algún nuevo proyecto estratégico.
Sousa recibía premios institucionales y se había erigido en uno de los
pilares de ese régimen político que algunos llamaron fraguismo. Los pocos medios que decidieron vigilar sus negocios pagaron las consecuencias.
Como una televisión nacional, donde aún se recuerda la respuesta de
Fernández de Sousa en el año 2000 a un reportaje en el que varios
científicos demostraban que sus palitos de marisco apenas contenían
marisco: Pescanova amenazó con retirar toda la publicidad de la cadena y
el resultado fue un contra-reportaje que recomendaba el consumo de
congelados como alternativa a la carne en plena crisis de las vacas
locas.
Con crédito fácil de los bancos, amigos en las
administraciones y gobiernos de medio mundo y total impunidad
mediática, afloró la personalidad autoritaria de Fernández de Sousa. Un
directivo que le acompañó durante años recuerda cómo sus jefes de área
le trataban de usted y entraban en su despacho con las piernas
temblorosas a someterse a sus gritos.
"Podía llamarte
30 veces al día si se empeñaba en algo, daba igual que fuesen noches o
fines de semana. Vivía para el trabajo y siempre manejó la sociedad como
su cortijo, por mucho que fuera una empresa cotizada", recuerda este
alto cargo que le acompañó durante años.
En la
cerrada atmósfera de la élite empresarial explotó su inmunidad hasta el
punto de levantar un puerto deportivo repleto de ilegalidades a los pies
de una playa con el único permiso del entonces presidente de la
autoridad portuaria en Vigo, Julio Pedrosa, militante del PP y una de
esas autoridades con las que el señor de Pescanova alternaba en las
cenas de la alta sociedad local.
En vísperas de las
elecciones gallegas de 2009 Fernández de Sousa decidió cambiar de
estrategia para dejar de influir directamente en los políticos y hacerlo
sobre los votantes. Mandó una carta al diario La Voz de Galicia
pidiendo el apoyo para el Partido Popular y amenazando con abandonar
inversiones en Galicia si repetía el Gobierno de PSOE y BNG que presidió
Emilio Pérez Touriño.
El pecado de Touriño había
sido impedir a Pescanova levantar una piscifactoría en Cabo Touriñán
(Muxía) en plena Costa da Morte sobre un terreno protegido por la red
natura.
El rodaballo de la discordia
La
coalición de socialistas y nacionalistas ofreció otras ubicaciones lejos
pero el primer ejecutivo de Pescanova acusó a aquel Gobierno de querer
convertir el paraje natural "en un merendero de Nunca Mais". La prensa
gallega respondió con publirreportajes sobre la planta de rodaballo que
la multinacional había levantado en Mira (Portugal) destacando cómo
había mejorado la vida de los vecinos al otro lado de la frontera.
Las granjas acuícolas de Mira resultaron una de las inversiones más
ruinosas de la compañía, los peces se murieron, pero Pescanova intentó
como pudo camuflar las pérdidas (70 millones de euros) ante la Comisión
Nacional del Mercado de Valores. No era la primera vez que recurría al
maquillaje. Ni tampoco sería la última.
La huida
hacia adelante concluyó en febrero de 2013: la compañía comunicó a la
CNMV que no podría presentar las cuentas del ejercicio anterior. En las
semanas siguientes afloró el descomunal agujero contable en sus
presupuestos. Los mismos que hasta entonces había validado sin reparos
BDO Auditores: 32 millones de beneficios en 2009, 36,2 un año más tarde,
50 en el ejercicio 2011 y 24,9 durante los tres primeros trimestres de
2012.
El balance ocultaba nada menos que 2.000
millones de euros en deudas financieras con un centenar de bancos. Y
Caixa Galicia, intervenida de facto por el Banco de España y en medio de
un proceso de fusión con Caixanova, ya no estaba ahí para salir en su
auxilio con los créditos dudosos de otras veces. Según certificó KMPG,
el boquete real era de 3.280 millones de euros, muy lejos de los mil que
registraba la contabilidad oficial.
En marzo de 2013
las cosas empezaron a ponerse feas de verdad y el propio Sousa recurrió
a sus viejos métodos. Se ocupó personalmente de presionar para que un
proveedor informático de Pescanova despidiese al marido de una
periodista del diario Expansión que estaba escribiendo artículos muy
críticos con su gestión. El episodio se saldó con un comunicado crítico
del Colexio de Xornalistas de Galicia.
Pero para
entonces los titulares de prensa eran ya el menor de los problemas para
el presidente de Pescanova. La investigación de la Audiencia Nacional
reveló un carrusel de facturas falsas entre filiales y empresas
pantalla. La facturación del grupo también era mentira. Diez mil
pequeños accionistas se vieron atrapados con unas participaciones que no
valían nada y que compraron basándose en la propaganda que el grupo
enviaba a los medios.
Los miembros del consejo de
administración se enzarzaron entonces en una batalla por quedarse los
restos, y los enemigos internos de Fernández de Sousa (la familia
Carceller, propietaria de Damm) aprovecharon para asaltar el poder. Sin
éxito.
Huida hacia delante
Nada de esto
pilló por sorpresa al magnate de los congelados. Él mismo Sousa lo dejó
por escrito en su correspondencia con una amiga y confidente. No solo le
confesó mientras su imperio se desmoronaba que intentaba vender por la
puerta de atrás el 7% de sus acciones para salvar parte de su capital.
En esos cruces de emails que aireó Interviú expresaba su temor a acabar en la cárcel.
Así consta en una de las cartas que remitió a su confesora el 14 de
octubre de 2013, tres meses después de dimitir y solo un día antes de
comparecer ante la Audiencia Nacional, desde su teléfono móvil: "Este
será mi último mensaje en caso de que mañana dicten auto de prisión para
mí.
No tendré teléfono ni ningún otro medio electrónico, así que no
volverás a tener noticias mías hasta que salga de prisión. Hoy borraré
tu dirección de mi ordenador y Blackberry. Si salgo de este trance, te
llamaré desde algún teléfono portugués".
El empresario salió del trance y evitó la cárcel pero en sus siete horas de declaración ante el juez Pablo Ruz no aclaró el origen del quebranto patrimonial ni del maquillaje de sus números. Sí aseguró que tanto la banca como la empresa auditora estaban al tanto de sus manejos.
La filtración de esos mensajes íntimos evidencia que hasta los más
cercanos han abandonado a quien fue un empresario modelo. Su esposa,
María Rosario Andrade, también está imputada por tratar de desviar a una cuenta de Hong Kong cuatro millones de euros.
Hoy Fernández Sousa no es ni sombra de lo que fue. Las revelaciones del
sumario lo han vuelto de carne y hueso. El Tribunal Superior de Xustiza
de Galicia le ha obligado a derribar parte de su puerto deportivo
edificado en la orilla de la Ría de Vigo. Su rocambolesca demanda a
Pescanova por despido improcedente –en la que reclamaba 600.000 euros
por ser apartado de la gestión– recibió una reprimenda del juzgado mercantil.
Entretanto, la nueva Pescanova capitaneada por un consorcio de bancos
(Abanca, la entidad que salió de la fusión de las cajas gallegas,
Caixabank, Sabadell, Bankia, BBVA, Popular y UBI Banca) que controlan el
62% de la compañía tras condonar 2.000 millones, intenta salir a flote.
El 20% de la nueva sociedad sigue en manos de los viejos accionistas, que el miércoles decidieron impugnar la
ampliación de capital de la matriz que pretende reducir su
participación hasta el 3%. En ese pequeño grupo continúa Fernández de
Sousa, apartado definitivamente del timón del emporio que heredó de su
padre." (José Precedo
, eldiario.es, 26/03/2017
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