17/7/18

Ferrol, el otro cadáver del Caudillo: hasta Zara ha huido de la ciudad

"A una ciudad casi siempre la retratan sus sonidos. Dos bastaban para definir a Ferrol: cada mañana, el bramido atronador de la bocina de los astilleros de Bazán (actual Navantia) despertaba y ponía a todos en pie con su potencia. Poco después, miles de trabajadores salían de sus casas y descendían en procesión hacia la zona del puerto para una nueva jornada de trabajo. 

Mientras seguían la senda del astillero, las salvas disparadas por la Marina desde el cuartel de la Armada atronaban en el cielo y acababan de espabilar a la ciudad. La industria naval y la militar despertaban de la mano a los ferrolanos. Las calles bullían aquellos años, con la alameda repleta de gente que salía a pasear y a hacer vida en la calle. La bocina y las salvas ya no se escuchan en la ciudad. Lo que impera ahora es el silencio. También el pesimismo.

No es un secreto que la ciudad languidece desde hace años a todos los niveles: industria, población, economía y vivienda. La puntilla se produjo meses atrás cuando el pasado febrero cerró el Zara que había en la calle Real, justo enfrente del ayuntamiento. Se trató de hacer cambiar de opinión a la empresa gallega pero no hubo manera. Aquel lugar no era rentable, así que la empresa decidió echar el cierre a la tienda y marcharse para instalarse en el centro comercial de Odeón, en Narón.

El hecho llenó de desánimo a sus habitantes. Era la enésima comprobación de que puede que nada cambie en Ferrol, una urbe que ha perdido un tercio de su población en apenas treinta años. Una ciudad cuyo casco antiguo está repleto de escombros, casas abandonadas, viviendas derruidas y donde a las cuatro de la tarde no se escucha un solo sonido por las callejuelas. Sus oxidados balcones apenas se adornan con el musgo podrido que cuelga en ellos desde hace ya mucho tiempo.

Justo cuando los restos del dictador Franco están a punto de exhumarse, EL ESPAÑOL recorre su Ferrol natal, antiguo Ferrol del Caudillo, en busca de las razones por las que todo se encuentra como se encuentra: accedemos al interior del territorio de La Armada, deambulamos por las calles vacías con los protagonistas de la ciudad, conocemos los entresijos de los astilleros. 

Comprobamos cómo, de algún modo, el Ferrol de hoy se trata de una ciudad sin futuro, una suerte de cadáver urbano. Los vecinos dicen de ella que es una ciudad muerta.

Una ciudad sin gente

“Aquí solo falta la zarza esa, sabes, la que sale en las películas de vaqueros rodando por el desierto”. Fernando apura la cerveza junto a varios compañeros de antes de comer con la mirada caída y la derrota en la palabra. Están en la puerta de uno de los bares de la ciudad. Trabaja como comercial para una marca de refrescos en la zona y conoce bien la amarga situación que se vive en la ciudad. Todos ellos coinciden: hace bastantes años que la ciudad no parece tener arreglo.

Uno de los efectos de esa situación de decadencia tiene que ver con el brutal descenso de población que ha experimentado la ciudad. En 1980, Ferrol tenía 87.691 habitantes, una cifra menor pero considerable. El año pasado, según los últimos datos del INE en la ciudad vivían 67 .560 personas, 20.000 habitantes menos. Solo un 14 por ciento de los habitantes sobrepasaban la veintena. El resto, por la falta de oportunidades, se termina marchando de allí.

Tan solo con darse una vuelta por el centro de la ciudad uno puede advertir por qué el Zara ha decidido marcharse. Pasear por algunos barrios de Ferrol deja la sensación de estar en medio de un desierto urbano. En cada una de las calles salen al paso centenares de carteles de “se vende” o “se traspasa”. El único lugar de la ciudad con un poco de vida es la calle principal, donde también este tipo de carteles aparecen por doquier.

Para que la tienda no se marchase de la ciudad, el alcalde llegó a escribir una carta al propio Amancio Ortega, los ciudadanos organizaron una hicieron recogida de firmas entre los vecinos y salieron a la calle en plan movilización. Nada pudo impedir que también la tienda de ropa se fuese de allí.

Los comerciantes del lugar dan algunas razones que se sitúan en el centro del problema que tiene la ciudad: en el centro es muy complicado aparcar, ya no quedan jóvenes que hagan vida en la calle y muchas zonas están completamente deterioradas. Para colmo, en las próximas fechas cerrarán el aparcamiento situado bajo la plaza del ayuntamiento porque también se cae a cachos y hay que reformarlo.

Hay más datos que tener en cuenta para comprender el declive de una ciudad que llegó a ser la tercera urbe más importante de Galicia cuando comenzaba la democracia. Durante los últimos diez años, Ferrol ha sido la ciudad con el índice de paro más alto de toda Galicia. El pasado mes de octubre el dato se situaba en un 19,5 %. La situación política tampoco ha resultado habitualmente propicia. 

Desde 1987, ningún alcalde ha encadenado dos legislaturas consecutivas. El último fue el socialista Jaime Quintanilla Ulla, que gobernó la ciudad entre 1979 y 1987, cuando comenzaron ya a notarse las heridas abiertas de la reconversión naval, una herida que Ferrol todavía arrastra desde entonces. Fernando termina la cerveza de un trago y tuerce el gesto antes de marcharse calle abajo hacia su casa. “En Ferrol no hay nada. Aquí se acaba hasta la vía del tren”

Los dos grandes pilares de la ciudad

En la rotonda de acceso al centro de la ciudad hay un cartel que reza: “Ferrol. Una ciudad abierta al mar”. Para el visitante, esta frase resulta toda una paradoja. Muy cerca del cartel se observa, efectivamente, la ría, y el pequeño puerto deportivo con sus pantalanes de madera. Pero algo más allá, el mar desaparece detrás de un enorme muro blanco que cruza la ciudad de lado a lado, separando el territorio del Arsenal Militar de Ferrol y los astilleros de Navantia del resto de la ciudad.

El muro oculta el mar a la gente y lo reserva para los dos grandes pilares de la localidad. Es uno de esos elementos arquitectónicos que definen el carácter y la idiosincrasia de cualquier urbe. Son los soldados de la Marina y las grúas gigantes mastodónticas de los astilleros viven con el azul de la ría. A sus espaldas, tras esa muralla blanca, la gente, los edificios y el barrio. 

El Arsenal Militar y los astilleros siempre han sido los dos pilares fundamentales de la economía de la ciudad. Todavía hoy, en los tiempos más complicados, esta es una máxima que continúa inamovible. Esto es así porque, de siempre, el principal cliente de los astilleros como Navantia es el estamento militar. No en vano, ambas instituciones comparten el mismo espacio en Ferrol. Si el arsenal suministra encargos, los astilleros tienen trabajo y, por tanto, demandan más trabajadores. Y a la ciudad, en teoría, le va bien.

Todo aquello provocaba que luego surgieran industrias privadas secundarias que se aprovechaban de lo que producían los astilleros y el arsenal para dinamizarlo todo: la fábrica de lápices Hispania, Fenya, Astano, etc.”. Quien habla es Guillermo Llorca, historiador ferrolano que ha versado en decenas de libros la historia de la ciudad. Tampoco él tiene duda.

 “Ferrol está muy polarizada: siempre ha habido una luchadora y reivindicativa clase obrera frente a la pequeña burguesía de antaño. Luego está la clase política, que no se ha preocupado nunca de cuidar este lugar”.

El interior del Arsenal es otro mundo paralelo. En la visita que realiza EL ESPAÑOL durante la mañana del miércoles, los soldados de la marina realizan sus labores mientras varias fragatas están atracadas en el muelle principal. “Estas son algo más antiguas, vuelven aquí cuando terminan sus misiones. Es su punto de retorno”, explica un capitán a este periódico.

Las fragatas pueden acabar convirtiéndose en la salvación de la ciudad. Hace meses que se estaba tramitando desde el Ministerio de Defensa la construcción de cinco fragatas F-110, de última generación. El encargo supondría, según cuentan desde Navantia, una lluvia de empleos que revitalizarían la ciudad durante los próximos diez años.El cambio de Gobierno hizo que todo quedase, por el momento, paralizado. Así que las fragatas todavía no terminan de llegar."            (Brais Cedeira, El Español, 07/07/18)

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