Imagen del interior del Café Derby, en Santiago de Compostela.
"En marzo de 1935, Ramón María del Valle-Inclán decidió
regresar a su Galicia natal. Enfermo de cáncer, buscaba ayuda de su
amigo, el doctor Manuel Villar Iglesias, con consulta en Santiago de
Compostela. Durante aquellos meses, los últimos de la vida del escritor,
frecuentó los cenáculos intelectuales de la ciudad, nucleados por el
galleguismo republicano.
El Café Derby, entonces un local a la moda
inaugurado seis años antes, fue uno de sus más célebres refugios. Su
actual propietaria, Victoria Domínguez, acaba de anunciar que lo cierra.
Y con él cierra una parte de la memoria compostelana que apenas recogen
los libros: la que vivió en bares, cafés y tertulias durante el siglo
XX.
"La decisión de cerrar estaba tomada hace tiempo.
Pero la pandemia nos ha hecho acelerarla", explica Victoria Domínguez,
regente del Derby desde 1989 pero ligada al café desde, por lo menos,
1935, cuando nació. Fue en aquel año de la II República cuando su padre
asumió en solitario la gerencia. Se la había traspasado, a él y a otros
dos camareros, Avelino San Luis, "un hombre que cogió una taberna
inmunda y la convirtió en un lugar para la élite", señala Domínguez.
La
élite, según su consideración, la formaban catedráticos de universidad,
escritores, abogados, médicos. El Derby, situado en un borde del casco
histórico de Santiago, enfrente al edificio que ocupó el solar de la
Inquisición en la Plaza de Galicia, ya era, en 1935, prácticamente el
mismo bar que en 2020. El tiempo transcurría de otra forma entre sus
paredes.
Mármol de Carrara y caoba cubana
Su mostrador de
mármol de Carrara y un metro y medio de altura o sus hermosas vidrieras,
"de cristal italiano, plomada y con una sensibilidad estupenda,
construidas por una casa de Zaragoza", son elementos del local
protegidos por Patrimonio. A él llegó la primera cafetera expreso de la
ciudad y sus mesas fueron las primeras en colocar manteles. Y en él las
historias se cruzan con la historia. Zócalos de caoba traída de Cuba
rodean la planta en esquina.
Vidriera del Café Derby en Santiago de Compostela
Los frisos del techo los diseñó el pintor y
escenógrafo Camilo Díaz Baliño, fusilado en 1936. Y los percheros
metálicos, Alexandre de Fisterra, anarquista, inventor del futbolín y
exiliado. "Mi padre me contaba batallitas del tiempo de la Guerra
Civil", relata Victoria Domínguez, "de soldados bailando en las mesas y
haciendo diabluras propias de la soldadesca. Incluso de una bala que le
pasó rozando la cabeza y rebotó en la caoba de los zócalos. No la
atravesó".
No solo el sorprendente Valle-Inclán
izquierdista de sus últimos años se sentaba a disertar en las mesas del
café. La dirigencia política e intelectual del Partido Galeguista,
recordaría mucho más tarde uno de sus simpatizantes, Avelino Pousa
Antelo, también lo hacía: Castelao, Rafael Dieste, Ramón Suárez
Picallo... Incluso Federico García-Lorca, sostiene el editor y
especialista en la historia cultural de Santiago Quique Alvarellos, pasó
por allí en alguna de sus tres visitas a la ciudad en 1932.
Aquel Derby se encontraba en la entonces "milla de oro de
la hostelería", continúa Alvarellos. En 1930 se construyó enfrente, en
la finca que había ocupado el edificio de la Inquisición, el Hotel
Compostela. En el 31, el café Muelle adopta sus características actuales
y es ahora el único superviviente de una época y una forma de vivir el
ocio colectivo. Y en el centro de la Plaza de Galicia, el mítico
edificio Castromil, que albergaba el Quiqui Bar, embajada del jazz.
Otras hospederías calle Senra abajo se llamaban Europa, Argentina o la
Perla. "Había toda un red cultural asociada a estas empresas en la época
de la República", señala Alvarellos. Que el levantamiento fascista y la
guerra posterior tronzaron. Hasta el punto de obligar al señor
Domínguez a cambiar el nombre del establecimiento.
La propietaria Victoria Domínguez, posa en el café Derby de Santiago, tras jubilarse a los 85 años
EFE
"Derby
sonaba anglosajón, a los aliados. Durante unos años, el café se llamó
Imperial. En los 50 se recuperó el original", cuenta. Fue apenas una
década más tarde cuando entró por su puerta un joven aspirante a
escritor, Alfredo Conde. "Yo venía a Santiago y procuraba ir al Derby
para ver a la gente que admiraba", dice. El hoy consagrado novelista,
premio Nacional por Xa vai o griffón no vento
(1986), buscaba aprender y el consejo de los sabios del galleguismo
interior, como Domingo García-Sabell o Ramón Piñeiro, "aunque Piñeiro no
era mucho de cafés". "También podías ver a los poetas en alza", añade,
"a Arcadio López-Casanova, a Carlos Casares, a Méndez Ferrín. Pero ya no tengo memoria. Hace casi 60 años, muchacho".
Andando
el tiempo, Conde llegó a ser conselleiro socialista de Cultura en una
Xunta tripartita formada por PSOE, Coalición Galega y Partido
Nacionalista Galego entre 1987 y 1990. Desde su puesto intentó impulsar
medidas para proteger el Café Derby. "No pude", asegura, "porque no
había legislación que lo permitiese.
Y cuando la hubo, ya era demasiado
tarde. Yo ya no era conselleiro. Pero es necesario protegerlo. Se trata
de una joya del patrimonio cultural y monumental, del patrimonio
emocional". El debate de fondo tiene que ver con cómo una comunidad
gestiona su memoria compartida, qué elige, qué descarta. Alvarellos
comparte la opinión de Conde: "Hay una historia de Santiago que no es la
del Xacobeo ni la del barroco, es la de los 150 últimos años, de sus
bares y sus librerías.
Si se pierde esa memoria, se pierde su
identidad".
El periodista Fernando Franjo ha dedicado parte de sus empeños a preservarla. Su libro 50 cafés históricos de España y Portugal (Alvarellos, 2014) o su blog La vuelta al mundo en 80 cafés
así lo atestiguan. Y el Derby figura entre sus preocupaciones. "El
establecimiento nació como foro de la burguesía", comenta, "en los
límites de la ciudad vieja. Allí fue brotando una cultura y por él
pasaron los grandes de la intelectualidad gallega, Suárez Picallo, [el
pintor] Carlos Maside, Dieste... Es sin duda un símbolo.
Pero cafés así
deben asumir el desafío del paso del tiempo y evolucionar para
sobrevivir". El turismo, cuyo modelo en Santiago de Compostela empieza a ser objeto de crítica,
no dejó pasar inmune al Derby: "Es importante que no se conviertan en
parques temáticos". El café había perdido cierto carácter, viene a decir
Franjo, quien, no obstante, aboga por que la ciudadanía se movilice
"para que permanezca como un emblema, y quien lo coja sepa respetar lo
que significa".
"Apetecedores" no le faltan, a decir
de Victoria Domínguez, que se hizo con las riendas del café en 1989,
después de enviudar, "pero ya no es asunto mío. Nosotros estábamos
alquilados". Su pérdida, acierta a resumir Franjo, supondría la de "una
parte intrínseca de la identidad de Santiago, una especie de
usurpación". Prácticamente, el final del rastro de una época." (Daniel Salgado, eldiario.es, 08/06/20)
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