Es verdad que eso supone desviar recursos financieros que deberían financiar competencias autonómicas como la sanidad y la educación para cubrir necesidades locales. Es verdad que eso conlleva condenar a los municipios a la dependencia económica y política, al raquitismo presupuestario extremo y, en general, a unos servicios públicos locales deficientes e impropios de un país de la Europa del euro. Pero es también cierto que permite controlar las dinámicas políticas en el ámbito local, favoreciendo la continuidad de los gobiernos del mismo color político, y asfixiando los intentos de modernización y cambio de la vida política. (Santiago Lago Peñas: Abstinencia fiscal; El País, Galicia, 24/02/07, pp. 30)
¡Así nos va!
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