4/1/11

Galicia ¿Sicilia?... lo fué... ¿ya no lo es?

"Fue en las Navidades de 1983. Estábamos en la recepción de una posada en lo alto del monte Faro, en el norte de Portugal. Preguntamos por él, por Sito (Carnicero), y el joven recepcionista respondió con un silencio inarticulado. Se abrió la puerta del salón de golpe y apareció él, el cíclope, con una piña de hombres a sus espaldas.

Nos dijo con voz demasiado amable: "¡Pasar, pasar!". Creo que lo interpreté de forma correcta. Lo que había que hacer era escapar, escapar. Cuando se cerró la puerta detrás de nosotros, Sito me agarró por el cuello y me levantó en vilo. En esa situación, cuando no circula el aire, es muy difícil ser convincente.

Sito, por su parte, lo era. Nos dijo, a mí y al fotógrafo Xurxo Lobato, a quien ya habían despojado de filmes, que nos largáramos sin mirar atrás al otro lado del río Miño o, de lo contrario, iríamos a parar a una ruta alternativa. El fondo de un barranco. Le hicimos caso, claro.

No sentía miedo. Era un estadio diferente al miedo, como cuando corría por las escaleras de un edificio en Bucarest, durante un terremoto. (...)

Los fugados a Portugal se habían puesto a salvo en la primera gran redada contra las organizaciones contrabandistas, después de largos años de tolerancia. En las pesquisas policiales se detectaron 500 presuntos implicados a distinto nivel. Fueron detenidos cerca de un centenar, 27 de ellos guardias civiles. Fue el famoso macrosumario 11/84, con 94 procesados.

Famoso, entre otras cosas, porque el juicio nunca llegaría a celebrarse. De haber sido otro el trayecto del 11/84, tal vez la historia habría sido muy distinta. Muchos de aquellos nombres reaparecerán como curtidos integrantes de las organizaciones criminales dedicadas abiertamente al narcotráfico.

La actuación policial de 1983 había sido impulsada por el joven gobernador socialista de Pontevedra, Virginio Fuentes. Hablé con él en aquellas agitadas Navidades de 1983: "La documentación incautada refleja una desarrollada estructura organizativa de la malla contrabandista, con implicaciones de bancos, de personas con muchos medios y con conexiones internacionales".

En el sumario 11/84 se citaba uno de esos contactos, Tonino (probablemente Antonio Bordellino, de la Camorra napolitana), que pasó un tiempo en Galicia. A la organización de Marcial Dorado se le atribuía una evasión de 102.656 millones de pesetas, lo que puede dar una idea del nivel de negocio que ya entonces se manejaba.

Fuentes era consciente de lo que estaba pasando y de lo que podía pasar: "Una organización que está trabajando en un momento determinado en el contrabando de tabaco puede cambiar a cintas de vídeo, pero también a drogas o armas (…) La Administración está a tiempo de abortar el nacimiento de una mafia".

La advertencia de Fuentes no fue oída en ese momento. Pasó tiempo. Demasiado. (...)

Viví, como periodista, el periodo histórico de lo que podríamos llamar la "fase superior del contrabando" en Galicia y el gran salto a la globalización delictiva: el narcotráfico. Durante un tiempo, cronistas, políticos, juristas o expertos policiales se vieron impelidos a especular sobre una hipótesis: la sicilianización de Galicia.

¿Estaba Galicia en camino de convertirse en una nueva Sicilia? Por supuesto, no era un debate sobre turismo, ni sobre calidades gastronómicas o la bondad del clima. Se hablaba de "malla contrabandista". Se hablaba de "redes". Se hablaba de "organizaciones".

¿Eran eufemismos o una forma reprimida de evitar el término mafia, la realidad de un poder oculto cada vez más potente? (...)

Y la respuesta es sí. Sí, Galicia estuvo a punto de ser otra Sicilia, en el sentido histórico de forjarse una "identidad delictiva". Estuvo muy cerca de que se consolidase un poder mafioso. Figuras o testaferros del contrabando, y luego del narcotráfico, llegaron a apoderarse de alcaldías.

Colocaron peones, se infiltraron y consiguieron controlar o influir en otras instituciones y formaciones políticas. Acumularon grandes patrimonios. Compraron voluntades insospechadas.

Los capos se movían en círculos de simpatía o de indiferencia. Eran triunfadores. Ídolos de plata y oro. En las escuelas, cuando se preguntaba a los niños por la profesión del futuro, no faltaba el entusiasta que decía: "¡Contrabandista!". Esto ya se ha contado más veces.

En realidad, lo más elocuente era el silencio de los otros niños. Había pilotos de veloces lanchas planeadoras, los transportistas, con la consideración de héroes. Los miles de millones, al principio, se hicieron notar en signos de ostentación, con la metamorfosis de dos querencias en la conquista del Oeste: el rancho y el caballo.

Grandes mansiones, que proclamaban el nuevo feudalismo del fume (tabaco) y la fariña (coca), una desmesura de kitsch neomedieval que debería figurar con méritos propios en la historia de la estética. Los coches de lujo, de importación, que relinchaban desafiantes al estilo rally de Montecarlo en la madrugada comarcal.

Los capos no necesitaron leer a Marshall McLuhan para captar de maravilla la idea de la "aldea global" ni asistir a un seminario neoliberal con Milton Friedman y Von Hayek para captar a la primera que el dinero no tiene patria y que se deprime una barbaridad con los impuestos.

A finales de los setenta, ya se movían por los bancos helvéticos como Perico por su casa. Y eran recibidos con júbilo en Amberes por los filántropos de las multinacionales tabaqueras. El cosmopolitismo delictivo alcanzaría horizontes infinitos en la década siguiente. Los carteles colombianos descubren Galicia como un paraíso ideal como gran desembarcadero de Europa.

Y los capos de los clanes gallegos del contrabando, reconvertidos al comercio de los polvos mágicos, aprenden a moverse como ases de la globalización por los paraísos fiscales. (...)

El tabaco representa ya otra escala. Hay algunos hilos entre los viejos contrabandistas fronterizos, los que hicieron fortuna con el volframio y el estraperlo, y los organizadores de los clanes que van a florecer, en el litoral de las rías, con el tabaco ilegal, conocido como tabaco de batea.

Esos hilos se activan, con tráfico de armas, cuando se produce la Revolución del 25 de Abril en Portugal y una parte de la policía política y de la nomenklatura de la dictadura portuguesa se refugia en Galicia. Otra historia oculta. Los ultras portugueses encuentran apoyos en la dictadura afín de Franco y planean incluso golpes armados que provoquen el enfrentamiento entre los dos países. Finalmente se puso freno a esa locura.

El negocio es el negocio. Cuando los contrabandistas gallegos consiguen tener su propia mamma, es decir, el subministro permanente de grandes cargueros frente a la costa, fuera de las aguas jurisdiccionales, Galicia abandona la prehistoria del tráfico ilegal y entra en una vertiginosa modernidad delictiva.

Como en otros campos, las leyes van por detrás de la realidad. Hay incluso voces de economistas y abogados que defienden el efecto "benéfico" del contrabando y los contrabandistas como abanderados del libre comercio. (...)

Ironías aparte, la tempestad del narcotráfico ha dejado una estela trágica que todavía pervive. Ni la ría de Arousa, que fue el epicentro histórico, ni otras partes tocadas del litoral encajan en el catálogo de zonas de pobreza o marginales. Más bien, eran, y son, espacios de una economía fértil y sostenible.

Como símbolos, los mejores vinos blancos y el mejor marisco del mundo. Esa parte de Galicia se distinguía además, en los años finales del franquismo, por una fuerte conciencia cívica. Era, en buena parte, una sociedad solidaria, con intensa actividad cultural y política. La onda expansiva del capitalismo mágico, delictivo, afectó a esos valores. Tuvo un efecto depredador sobre muchas conciencias. (...)

Sí, se estuvo muy cerca. ¿Quién lo evitó? Hay una primera respuesta que también podría formar parte de un relato de ficción, un final de apariencia inverosímil, de esos en que el narrador arruina la historia al cargar con la mano en un lado de la balanza, pero que no, que es documental puro y duro: un puñado de mujeres, las creadoras de las asociaciones de lucha contra el narcotráfico.

Hubo otros factores decisivos: la adecuación de las leyes, las declaraciones de arrepentidos, la creación de la Fiscalía Antidroga en Galicia, la formación de unidades policiales especializadas, Udyco y Greco, y en especial la Agencia Tributaria al investigar el origen de los patrimonios. Como bien sabía Al Capone, no hay nada más temible para estas fortunas mágicas que una inspección a fondo de la Hacienda pública.

La llamada Operación Nécora, dirigida por el juez Baltasar Garzón, fue un punto de inflexión decisivo. A pesar de la magra sentencia, que no tuvo en consideración las escuchas telefónicas, la instrucción significó el comienzo del declive para las organizaciones criminales.

Pero fue el retumbo insurgente de ese puñado de madres el que despertó a la ría. El que sacudió Galicia. El que sacó de su sopor a los representantes políticos y a la justicia." (Manuel Rivas: Cuando Galicia estuvo a punto de ser otra Sicilia. El País Semanal, 10/12/2010, p. 18 y ss.)

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