23/5/11

Edificios de tres plantas sin alcantarillado... en Finisterre

"El sol de primavera y el paisaje que ilumina explican bastante gráficamente el atractivo de un apartamento en primera línea de playa en Fisterra. Eso pensaron algunas promotoras a mediados de la década pasada para comenzar a sembrar A Langosteira de edificios destinados a veraneantes foráneos.

También lo hizo el Ayuntamiento, que dio licencias a diestro y siniestro antes incluso de que el suelo donde se alzaban los inmuebles fuese edificable. Años después, con la burbuja inmobiliaria hecha añicos, lo que queda son pisos que permanecen vacíos todo el año; algunos con sentencias firmes que los declaran ilegales. (...)

Todos los apartamentos de ese inmueble están vendidos, según dice, pero casi nadie los habita. "Uno de Alicante compró 14", asegura en el aparcamiento desierto de una urbanización en la que podrían vivir más de un centenar de personas si estuviera llena.

La especulación inmobiliaria llenó la recta da Anchoa de pisos, pero no de gente. "En este de enfrente", señala Ortiz uno de los pisos recientemente ilegalizados por el TSXG, "vienen de vez en cuando tres propietarios, uno de Madrid, uno de Santiago y el otro no estoy seguro". El resto, casi 80 viviendas a pie de playa permanece vacío, sea invierno o verano.

Son edificios relativamente discretos, de tres alturas como máximo, nada que ver con otras aberraciones urbanísticas que proliferan por el sur de la Península. El problema de las viviendas es que se construyeron sobre suelos urbanos no consolidados que carecían de servicios básicos. (...)

Los jueces firmantes de las seis sentencias repiten en sus escritos que aunque el Ayuntamiento proyectó después de las obras una depuradora de aguas residuales, esto no les da legalidad a los pisos. (...)

Cuenta que algunos de los clientes que habitualmente pasaban los veranos en su establecimiento decidieron adquirir un apartamento y gastar alrededor de 120.000 euros, que eran los precios que se solían manejar por la zona.

La venta de estos pisos, sobre todo como segunda vivienda a residentes fuera de Galicia, encareció el suelo de todo el municipio y muchos de los jóvenes que querían emanciparse vieron cómo las cosas se les ponían más difíciles en una zona donde no tenían este problema. (...)

Ramón Inso, un hombre que lleva años viviendo junto a la playa en una casita legal, explica cómo los bloques "surgieron de un momento a otro", pero que nunca llegaron acompañados de residentes que los ocupasen.

"Apenas viene gente", relata junto a un edificio a medio hacer en primera línea de playa que puede quedarse años como una estructura fantasma en mitad de un paisaje idílico." (El País, 22/05/2011, p. 5)

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