“¿De dónde voy a sacar yo 90 euros mensuales para pagar el comedor de
mi hija?”. Jorge Pérez, viudo, en el paro y con el único ingreso de la
ayuda familiar, es uno de los 20.000 progenitores gallegos a los que el
decreto del copago que pone en marcha sin respaldo social la Consellería
de Educación ha expulsado de la gratuidad de este servicio público.
Una imposición que la Xunta coló de rondón a finales de mayo —sin
tener en cuenta el rechazo del Consello Escolar de Galicia— cuando
notificó a los centros escolares la imposición del pago del precio
máximo por menú, de 4,5 euros diarios, a los alumnos matriculados en un
centro que no sea el del área de referencia más próxima a su domicilio.
Y
Miranda, la hija de Jorge, ni está empadronada en Ourense, en donde sin
embargo vive y lleva estudiando toda la Primaria en el mismo centro, ni
puede conseguir plaza en el colegio del municipio de Coles, residencia
de su abuela paterna en donde consta que tiene su vivienda: cuando
Educación anunció esta medida ni siquiera había plazas ahí. Pero aún en
el caso de que las hubiera ningún familiar podría hacerse cargo de la
niña en el pueblo: su padre, su hermana mayor, casada, y sus abuelos
maternos viven en Ourense.
La desesperada situación en la que se encuentra Jorge Pérez no tiene
nada que ver con el argumento que esgrimió Educación para justificar
este recorte destacando que así forzaba la colaboración de las rentas
más altas en la sostenibilidad del sistema educativo. De momento, como
ya anunciaron los sindicatos cuando dieron la voz de alarma sobre el
decreto, este desangra justamente a las familias económicamente más
débiles.
Pérez aún no sabe cómo hará para pagar los 90 euros mensuales que le
costará el comedor de su hija en el colegio público ourensano Manuel
Sueiro. La niña, de nueve años y huérfana de madre, no percibe pensión
de orfandad y su padre tiene como único ingreso la ayuda familiar.
El
apresurado anuncio del decreto del copago del comedor escolar la obliga a
permanecer en ese centro y no tiene en cuenta su renta familiar. “Si
fuera así nos saldría completamente gratis”, sentencia el progenitor.
Él y la niña viven en Ourense pero están empadronados en el municipio
próximo de Coles, residencia de la abuela paterna, un requisito que les
garantiza la prestación de la ayuda de la dependencia de la anciana.
Así que aunque Miranda tenga derecho por renta al comedor escolar
gratuito la Xunta le arrebata esa posibilidad al imponer la nueva
condición: la obligatoriedad de que los alumnos estén matriculados en el
centro del área de referencia más próximo a su domicilio. Un dardo
envenenado que alcanza de lleno a la familia Pérez.
No es la única. Alarmada porque cerca de 20.000 familias más se verán
afectadas por este nuevo decreto, la Confederación Galega de
Asociaciones de Nais e Pais (Confapa) pidió la semana pasada a la
Consellería de Educación que demore un curso más su entrada en vigor.
La
Confapa alertaba de que el anuncio de los nuevos baremos se produjo
cuando ya estaban las matrículas cerradas en todos los colegios. Pero la
consellería no se plantea hacer ninguna modificación. “Se aplicará el
decreto como se ha anunciado”, ha asegurado a este diario un portavoz
oficial de Educación." (El País, 08/07/2013)
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