"Nadie discute que la justicia es lenta en España. Pero muchos
argumentan que precisamente esa lentitud es lo que la hace rigurosa,
justa, científica. Sin embargo, cada vez hay más ejemplos de largos
viajes procesales a ninguna parte. Hoy, once años después, la justicia condena al primer imputado que tuvo la causa del Prestige:
Apóstolos Mangouras, capitán griego del petrolero Prestige.
Nadie de la
Administración, entonces en manos del PP, sale condenado por la
decisión de alejar el barco, tomada con nulo debate científico y
político, y origen de la profusión de la marea negra por cientos de
kilómetros de costa, frente al riesgo alternativo de vararlo en una ría y
contaminar en mayor grado solo una zona.
Nadie sale condenado de
quienes mantuvieron a flote un barco cuando sus gemelos habían sido
desguazados años antes y que repararon de mala manera en China para
simular que podía navegar, algo que bendijo la americana ABS (American
Bureau of Shipping).
El fallo es el mal menor que mejor venía a los dos colosos
enfrentados, el Estado español y la alianza de armador y la
certificadora. Si la abogacía del Estado, con magníficos profesionales,
fue incapaz de ganarles en pleitos directos en Estados Unidos, menos
podía vencerles un humilde juzgado de Corcubión.
En una guerra de probar
la solidez y grosor de la chapa añadida al Prestige cuando estuvo en el
taller, la resistencia de una soldadura hecha entonces… que exigiría
largas y costosas periciales, algunas de las cuales sin embargo sí
contrató la abogacía del Estado, la justicia simplificó el camino.
¿Quién dirigía el barco? Pues ese es el culpable, pero poco. Porque la
justicia española no podía mirar a puerto. (...)
El mismo celo que puso en la etapa de Aznar esa institución en culpar
al armador y a la certificadora se mantuvo bajo el mandato socialista. Y
la fiscalía siguió parecido guión. No era por ninguna conexidad
política.
Era por una razón presupuestaria: si alguien del equipo de
Francisco Álvarez-Cascos era hallado culpable, el Estado español sería
responsable de las indemnizaciones multimillonarias en juego. Y por eso
la abogacía del Estado puso el foco siempre en ese punto: todo lo que no
tuviera que ver con los anteriores gestores políticos.
Llama la atención que Mangouras sea condenado por desobediencia
cuando al final cumplió la principal de las órdenes emitidas por
Fomento: alejarse de la costa. Pudo dilatar o no la operación de
rescate, pero el copyright de su errático viaje frente a las
costas gallegas lo comparte con Fomento.
Y si la justicia tenía que
llegar a la conclusión de que el capitán del Prestige era el único
culpable, ¿para qué se solicitaron durante años desde 2002 miles de
documentos sobre las reparaciones del barco, las actas de la comisión
que decidió el alejamiento, las opiniones de los expertos, las
comunicaciones del Prestige y los rescatadores….? ¿De que sirvieron las
mentiras y contradicciones entre la versión oficial y la versión real
del suceso?
A modo de ejemplo, en ocasiones se manipulaban las palabras de los
técnicos para justificar a posteriori el alejamiento del agónico buque.
Pero cuando un periodista abordaba al experto utilizado, éste corregía
la afirmación que le atribuía Fomento. Y donde para el Gobierno de Aznar
el Prestige no cabía en un puerto o ría según tal técnico, el mismo
perito proclamaba que sí podía fondear en dicho punto cuando quien se lo
preguntaba era alguien que respetaba fielmente sus palabras.
Si se
decía que el Ejecutivo de Aznar valoró técnicamente los daños del buque y
posibles alternativas al alejamiento antes de ordenarlo, luego las
actas demostraban que nunca se consideró nada que no fuera distanciarlo
de la costa a la voz de ya.
¿Cuántas de tantas machadas e
improvisaciones tuvieron causa en el mayor o menor impacto de la mancha
de fuel? ¿Cuál habría sido la sangría negra si la cadena de mando de
Fomento hubiera sido internamente lo que pretendía externamente?
Una estructura ponderada que consultaba cada paso y medía cada
alternativa bajo el imperio de sus técnicos. Pero ni las actas ni las
grabaciones dan esa imagen de la actuación de Fomento. Si la culpa era
del capitán Mangouras porque iba por el carril contrario sobraba armar
un sumario tan voluminoso durante una larga década.
Algunos hoy pensarán
que esta causa debió ser instruida en la Audiencia Nacional. Acaso
hubiera dado igual. Pero se pueden repetir nuevos Prestige: hay uno en
marcha en Coruña, también. Y versa sobre un accidente ferroviario. Ya hay clamor para que haya un culpable único: el maquinista.
Iba deprisa.
Dará igual quién tendió la vía sin la señalización más
protectora, quién heredó esa vía y no la corrigió…hasta después del
accidente, quién permitió que se pueda telefonear a un maquinista
impunemente, quién diseño una curva siniestra.
Si era pertinente dotarla
de esa señalización después de la tragedia es que antes pudo haberla
evitado. Una catástrofe, como la del vuelo de Spanair,
el Prestige o el Alvia, nunca surge por un solo factor. Invocar el
factor humano es la tarea más fácil. Ahorra costes políticos y
económicos. Pero es falso." (
Francisco Mercado
Madrid
, El País, 13 NOV 2013 )
No hay comentarios:
Publicar un comentario