«Todo el mundo estaba cerca del faro [de Meirás], viendo las olas, y
unas diez o quince personas se encontraban a unos cien metros de allí,
en un acantilado, al borde mismo del mar. De repente llegó una ola, no
estoy seguro de si una o incluso dos, y lo cubrieron todo, quedó todo el
acantilado blanco...
Cuando ya se calmó vi que la gente empezaba a
correr», relata Cristóbal Pantín, vecino de Valdoviño y testigo
presencial del dramático suceso. «Nadie lo veía venir, fue todo muy
repentino, nadie se imaginaba que iban a llegar unas olas tan grandes,
porque el acantilado está bastante alto» (La Voz de Galicia, 07/01/2013)
"«Vi cómo se formaba una ola fuera de lo normal, a 20 metros del acantilado, como si fuera un tsunami... y nos pilló a todos», cuenta un joven de 25 años que se encontraba «a poco más de un metro» de las tres personas a las que el mar arrastró el lunes en la punta Frouxeira, en Meirás (Valdoviño). Él y sus amigos se consideran «supervivientes» de la tragedia ocurrida el día de Reyes.
Llegaron al faro sobre las cuatro de la tarde y poco antes de las seis y media, cuando estaban a punto de marcharse, decidieron acercarse un poco más al acantilado. «De repente, nos confiamos», admite. (...)
«Nuestra suerte fue que nos fijamos en el mar, vi
cómo se formaba la ola y les dije "vámonos". Hizo algo muy raro, la
parte baja del acantilado se quedó sin agua, una ola retrocedió y se
juntó con la que venía... rompió en menos de cuatro segundos». «Esto
nunca lo vi en mi vida», confesó poco después, con la ropa ya calada,
uno de sus amigos, buceador, que ha trabajado de percebeiro. (...)
"«Vi cómo se formaba una ola fuera de lo normal, a 20 metros del acantilado, como si fuera un tsunami... y nos pilló a todos», cuenta un joven de 25 años que se encontraba «a poco más de un metro» de las tres personas a las que el mar arrastró el lunes en la punta Frouxeira, en Meirás (Valdoviño). Él y sus amigos se consideran «supervivientes» de la tragedia ocurrida el día de Reyes.
Llegaron al faro sobre las cuatro de la tarde y poco antes de las seis y media, cuando estaban a punto de marcharse, decidieron acercarse un poco más al acantilado. «De repente, nos confiamos», admite. (...)
Aun así, aquella enorme masa de agua los alcanzó. «Nos
enganchó por detrás, si llega a darnos en las piernas nos tira; a unos
colegas les pasó por encima y se tuvieron que agarrar a las rocas»,
relata.
Uno acabó con una mano ensangrentada, otro con los pantalones
rotos y todos empapados, con las carteras y los teléfonos móviles
mojados. «Vivos», remarca. Pero «en estado de shock» por lo que acababan de experimentar.
«Pensé "nos vamos abajo, nos caemos por el acantilado".
Porque vimos la ola antes de que rompiera y aún así nos pilló, no nos
tiró porque Dios no lo quiso, porque corrimos... si caes en el campo te
lleva el agua abajo, como una catarata». Un hombre que se hallaba cerca
gritó: «Corred que esto llega aquí».
«Pero nos enganchó. Nos fuimos
confiando porque el mar no había hecho nada así en toda la tarde, hasta
que se formó la ola perfecta y se comió entera la roca, como si fuera un
tren, pegó un castañazo tremendo. Si llegamos a resbalar en el prado
nos vamos todos por el acantilado».
Advirtió que una mujer continuaba cerca del acantilado: «Había gente con
rasguños, mojada... A la chica, que tenía las piernas arañadas, le
pregunté si faltaba alguien. "Sí, mi padre...", respondió». Y otras dos
personas, su tío y su prima. «Vi a una familiar que estaba yendo hacia
allí y le dije: "Espere señora", por miedo a que viniera otra ola. Miré
al borde del acantilado, grité por si había alguien herido o agarrado a
las rocas, no contestó nadie y me volví».
Hasta ese momento de la tarde
«se formaban las series normales de olas», con la cadencia de los días
de temporal [la tarde del lunes las olas rebasaron los 11 metros, con un
período de 21 segundos]. «Aquella apareció sin avisar», con un ímpetu
extraordinario, que lo golpeó todo, «como a traición». (La Voz de Galicia, 09/01/2013)
"El equipo de rastreo busca a la joven Patricia Bedoya y su padre,
Juan Carlos, desaparecidos en la costa de Meirás por un golpe de mar que
acabó con la vida de otro familiar, Rodrigo Pena" (La Voz de Galicia, 08/01/2013)
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