Pepe, el franciscano
"Sucedió aquellos días en que la nieve empezaba a derretirse. Entonces los vecinos de O Cebreiro
se quedaron helados. La Guardia Civil, que en realidad llevaba un mes
mirando sin ser vista, se llevó el pasado día 23 a Pepe el franciscano,
la cara amable del santuario que es la puerta a Galicia del Camino
Francés a Santiago.
José Quintela Arias, probablemente el fraile más
retratado de este país, presente en los álbumes de viaje de incontables
peregrinos de todo el planeta, militante de la estética franciscana más
genuina, se había convertido en cinco años de destino en O Cebreiro
(Pedrafita, Lugo) en todo un personaje de la ruta jacobea.
Ahora este
hombre de 56 años está en prisión imputado por presuntos abusos sexuales
a una menor y al primo de esta, discapacitado intelectual. También por
supuesta inducción a la prostitución y apropiación indebida de dinero de
uno de los cepillos más rentables del Camino.
Con la muchacha, que hoy ya ha cumplido 17 años, según el atestado,
mantenía relaciones sexuales en el coche, en un hotel, en su casa natal
de Ourense y, sobre todo, en la sacristía. Cuando caía la tarde y
cerraba el templo prerrománico, la cría cuenta que el religioso extendía
una colchoneta, encendía las estufas, y se entregaba con ella a toda
suerte de fantasías. La joven vecina insiste en que empezó con él casi
por pena, porque le decía que no tenía a nadie, pero que luego le cogió
cariño. Las relaciones eran “consentidas”, dice.
De la carpeta de “enviados” de su teléfono móvil se rescataron más de
250 fotos de carácter sexual. En algunas aparece la chiquilla desnuda, y
en buena parte de ellas simplemente su pene. “Parecen los retratos de
un tipo narcisista, pero narcisista con su miembro viril”, comentan
fuentes del caso.
En estas instantáneas, según las mismas personas, se
pueden ver los genitales del fraile decorados con los más insospechados
objetos de uso doméstico, también comida y billetes supuestamente
procedentes de las dádivas de los fieles. Actualmente, la Guardia Civil
investiga si algunas de estas fotos pudieron llegar a entrar en algún
circuito ilícito de intercambio de pornografía y si en esta red
participaban religiosos de otra orden.
No se ha aclarado, de momento, por qué el franciscano tenía tanto interés por el arte
del retrato. Según declaró la chica, el fraile le pidió varias veces
que buscase terceras personas con las que montar tríos o incluso para
hacer el amor con ella mientras él se limitaba a mirar.
Solo accedió la primera vez. Según refleja el atestado, Quintela los
recogió a ella y a su primo, un chico de 19 años con un 40% de
minusvalía, a la salida del pueblo y los llevó a su casa en una apartada
aldea de San Xoán de Río (Ourense), donde solo vive una anciana. Allí
les ofreció empanadas, ron y ginebra. Luego les dijo que se desnudasen y
que mantuviesen relaciones mientras los retrataba con el móvil.
La
chica cuenta que estaban borrachos, su primo más que ella, y ninguno es
capaz de precisar si el fraile hacía fotos o grababa vídeo. La Guardia
Civil tampoco ha podido aclarar si José Quintela llegó a penetrar al
joven aquella noche. El atestado recoge el testimonio del padre del
chico, que dice que “lo intentó pero no lo consiguió”, y otro de un
taxista al que el muchacho le cuenta que “al día siguiente ya no duele”.
“Es todo vomitivo”, comenta un excompañero de la orden franciscana en O
Cebreiro.
“Ella me lio de mala manera”, “perdí la cabeza”, se defendió el
fraile tras su detención. Entre rejas, según su abogado, conoció el
arrepentimiento y se declara culpable de parte de los hechos que se le
imputan.
La niña afirma que ella no le pidió jamás “un céntimo”, pero el
religioso le daba billetes “antes, durante y después” del sexo, “a
veces 300 euros”. La cantidad variaba, dice, dependiendo del número de
visitantes del templo. Multitud durante el verano y en las fiestas
patronales de septiembre. También al primo le dio en aquel viaje a
Ourense.
Pero es que la generosidad del franciscano era proverbial.
Hay peregrinos que cuentan que acabaron el Camino con las botas que les
regaló José Quintela. En O Cebreiro, ahora que un fuerte viento que
tumba los árboles se ha adueñado del lugar que antes llenaban el fraile y
la nieve, aún hay quien se atreve a recordar las cosas buenas que se
decían de él.
“Si llegaba un caminante con el calzado roto, le compraba
unas botas, pero no unas cualquiera, sino unas chirucas de 70
euros”. “A los que no tenían qué comer, les hacía un vale para el bar y
luego pasaba a pagar”, loan. La detención de Pepe el fraile aplastó como
un alud el ánimo de todos. Hasta que empezaron a circular los rumores
que desembocaron en la investigación, lo tenían por un religioso de
humilde espíritu franciscano; que fotografiaba los témpanos de hielo y
las flores silvestres como si fueran señales divinas.
Poco tiempo antes de marchar con la Guardia Civil y usar su llamada
como detenido para avisar a un político gallego con el que tiene una
estrecha amistad, colgó en Facebook varias de estas estampas; también su
foto con Teresa Romero, que hizo el Camino superado el ébola; y la de
un mantel primorosamente bordado con la tau griega (aprendió la labor
destinado en Marruecos) que remató las últimas tardes gélidas.
Aquellos
días murió un vecino y, para que la comitiva llegase al camposanto, los
frailes pidieron al consistorio una máquina que abriese un canal en la
nieve acumulada, de varios metros de altura. Pepe o do Cebreiro “era amigo”, siempre estaba “dispuesto a servir” y presto a ayudar despejando el atrio a paladas.
El franciscano declaró que la chica “desconocía” un problema de salud
que arrastraba desde hacía 22 años y podía llegar a afectarla. Pero
aunque existe una foto en la que se simula una penetración sin
preservativo, la menor asegura que siempre usaron condón. Repetían su
liturgia desde que tenía 16 años: quedaban por teléfono, y si no
encontraba quién la subiera, la niña recorría a pie los kilómetros
cuesta arriba que separan su pobre aldea del turístico santuario.
Muchos de los peregrinos que llevan grabado en el alma el recuerdo
del pintoresco personaje al que confiaban secretos y congojas están
estupefactos. Si volvían le traían regalos; incluso del otro lado del
Atlántico venían cargados con una Biblia para Pepe. Antes había estado
destinado en otros lugares.
En Ponteareas (Pontevedra), por defender los
derechos de sus vecinos, en una protesta plantó cara a los
antidisturbios. Ayudó a enfermos y moribundos arriesgando su salud. En
verdad, O Cebreiro está helado. Nadie quiere creer lo que pasó." (
Silvia R. Pontevedra , El País, Pedrafita do Cebreiro
16 MAR 2015)
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