Lago Castiñeiras
"El primer árbol del plan de reforestación de Pontevedra, ensayo
también de la de España, se plantó el 3 de enero de 1927 en Cotorredondo
(Vilaboa), cerca de la cima en la que en días despejados, tal y como
reza un cartel pintarrajeado con rotulador a los pies del mirador de
hormigón, además de las rías de Vigo y Pontevedra se divisa la de
Arousa.
Era el primer ejemplar de un proyecto que echaba raíces gracias
al empeño de Daniel de la Sota, presidente de la Diputación de
Pontevedra, y los conocimientos del ingeniero Rafael Areses. 88 años más
tarde, cuatro comunidades de montes de Vilaboa y Marín sacan adelante,
de momento con fondos propios y ninguna ayuda económica pública, el plan
director de un jardín botánico que será, según explican, “el primero de
Galicia y segundo del noroeste peninsular, después del de Gijón”.
El objetivo inicial, en 1927, era plantar muchas especies y comprobar
cuáles se adaptaban mejor al clima. Pero aquella biodiversidad
imaginada no llegó a extenderse. Al lado de aquel primer árbol,
alrededor del lago artificial de Castiñeiras, se llegaron a plantar
ejemplares de otras 77 especies arbóreas, y hoy muchos son monumentales.
Lo malo es que, pocos años después, desde las faldas de aquel monte de
la península de O Morrazo, provincia adentro, la reforestación se
resolvió con una sucesión monótona de pinos y eucaliptos. En 1946 se
fundó Tafisa, la gran factoría de tableros de Pontevedra; y en 1958, el
mismo año en que murió De la Sota, Ence puso en marcha su proyecto para
una planta celulosa en Lourizán, a los pies de aquella cumbre de
esplendor botánico. La repoblación de los montes gallegos había torcido
definitivamente su camino años antes para dar gusto al estómago
insaciable de la industria.
En septiembre de 2014, los dueños de los terrenos donde late ese
corazón verde rodeado de montes repoblados en desorden anotaron otra
fecha importante para la historia de Cotorredondo y el lago Castiñeiras.
En una decisión nunca vista en Galicia, 1.200 comuneros acordaron crear
una fundación para recuperar el legado de los años 30 y ganarle la
batalla al eucalipto haciendo germinar en aquel paraje un auténtico
jardín botánico en términos científicos y un arboreto con especies de
los cinco continentes.
En total, entre las comunidades de Santomé de
Piñeiro, San Xulián de Marín, Santa Cristina de Cobres y San Martiño de
Vilaboa dedicarán 74 hectáreas al proyecto: 59 las ocupará la nueva gran
colección de árboles, que al mismo tiempo será un espacio de ocio
gratuito; y 15 se destinarán al jardín botánico, que se podrá visitar
pagando entrada para su mantenimiento.
El objetivo es contratar cuatro trabajadores, pero de momento el que
está allí a diario, cuando no viaja para conocer parques naturales y
otros jardines fuera de Galicia, es el ingeniero Gaspar Bernárdez, padre
también del proyecto. Bernárdez, encargado en su día de visitar y
valorar los centenarios candidatos al Catálogo de Árbores Senlleiras,
acumula ya cerca de 3.000 plantas en tiestos, de unas 600 especies,
esperando el momento de trasladarlas al futuro botánico. El parque
tardará décadas en alcanzar su plenitud, pero los comuneros quieren que
sea una realidad en dos años.
El núcleo del conjunto está en manos de la Xunta de momento. Los
comuneros cedieron los terrenos a la Administración a través de un
convenio hace mucho tiempo, pero el acuerdo, dicen, está “a punto de
caducar”. La fundación que crearon recuperará las instalaciones, y está
dispuesta a seguir contra viento y marea con los fondos que las
comunidades obtienen de la explotación del monte, aunque no se consigan
ayudas.
La Diputación de Pontevedra (hoy con Louzán recogiendo el
testigo que dejó De la Sota) y los Ayuntamientos de Vilaboa y Marín ya
aprobaron en pleno entrar a formar parte de la fundación, pero por ahora
no comprometen dinero. “La única que no responde en ningún sentido es
la Xunta”, asegura un representante del futuro jardín botánico, “estamos
intentando que nos reciba, pero de momento nada. Está claro que saben
lo que queremos”.
Mariposario e invernaderos de cristal
S. R. P.
Gaspar Bernárdez ha hecho un inventario de las especies que ya crecen
en el parque de recreo desde los años treinta. “El catálogo florístico
puede llegar a 325 plantas distintas, el mejor momento para comprobarlo
será esta primavera”, explica. Solo entre árboles y arbustos, a fines de
2014 contó unas 80 especies diferentes, y cree que aún puede haber
sorpresas.
“La semana pasada me topé un abeto que no imaginaba que
pudiera haber aquí”, cuenta el experto, “es un ejemplar de 12 metros,
pero no se veía la copa por lo desordenado y espeso del arbolado. Me di
cuenta por los restos de piñas que encontré en el suelo... Miré hacia
arriba y lo localicé”.
“Hay árboles espectaculares, impresionantes”, describe, “como un
tulípero de Virginia, un pino mexicano, acacias negras o un rodal de
pino blanco americano que nada tiene que envidiar a los del catálogo de
la Xunta”. En junio visitará Cotorredondo el director del Jardín
Botánico Atlántico de Gijón, Álvaro Bueno, actual presidente de la
Asociación Ibero Macaronésica de Botánicos.
El objetivo de Bernárdez es
entrar a formar parte de esta red que en su sección española incluye
solo 14 recintos, la mayoría en el sur y el este. Son parques
gestionados con criterios científicos y divulgativos, que desarrollan
—como pretende el plan director aprobado por los comuneros de O Morrazo—
investigación, programas educativos, un banco de germoplasma y un
herbario además de sus correspondientes colecciones de planta viva.
El
proyecto gallego contempla también un vivero de venta al público, un
mariposario e invernaderos de cristal para especies de clima cálido.
Todo esto será un hecho a medida que vaya habiendo liquidez, pero
también habrá que reponer los vallados que se fueron pudriendo en los
últimos años de gestión pública, y eliminar infinidad de ramas secas que
el abandono ha convertido en un “peligro real para los excursionistas”.
“Las Administraciones tienen una oportunidad de oro de acoplarse
mientras esto arranca”, resume Bernárdez, “pero nosotros vamos a seguir
sí o sí”. (Silvia R. Pontevedra , El País, Santiago
8 MAY 2015)
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