Instalaciones en las que la ganadera Concha Laje embotella la marca de leche Rural Muller. óscar corral
"Begoña Pardellas cría y ordeña vacas sin descanso desde hace 27 años,
pero su nombre solo consta en los papeles como cotitular de su granja
desde menos de una década.
Esta ganadera de Guntín (Lugo) es una de las
miles de mujeres que lideran explotaciones lácteas en Galicia y cuya
faena, silenciada siempre entre las paredes del establo, ha inspirado el
nacimiento de Rural Muller, la primera marca que solo embotella leche
comprada a productoras.
“En los supermercados tienen que ver que estamos aquí y que llevamos las
riendas de muchas explotaciones, como cualquier hombre”, reivindica
Begoña. “Necesitamos una marca así de simbólica porque a las ganaderas
se nos suele encerrar en los establos, fuera de ellos nunca se nos
reconoce”.
La Federación de Asociacións de Mulleres Rurais de Galicia
(Fademur), creadora de la marca, vende de momento solo leche fresca en
establecimientos de Lugo pero mantiene negociaciones con la industria y
las distribuidoras para comenzar a lo largo de este trimestre a envasar
en tetra brik y tomar los estantes de los supermercados.
Las botellas de Rural Muller acristalan la historia de una virulenta crisis,
la de las familias ganaderas gallegas, que en unos años ha aupado a las
mujeres al frente de la mitad de las 8.500 explotaciones que perviven
en Galicia.
Parece la cúspide de un empoderamiento, pero no lo es. Ha
sido la incesante caída de precios la que, como en su día la emigración,
las ha dejado a ellas a cargo del pobre negocio de la leche mientras
los hombres han salido de casa para buscar un empleo más industrializado
que reflote las finanzas del hogar.
La federación gallega de mujeres rurales quiere darle la
vuelta a este reparto de roles nacido del sexismo y convertirlo en una
oportunidad para el progreso de las ganaderas y de sus vecinos. Ellas
son las que se han quedado dirigiendo las granjas más pequeñas y
vinculadas al pastoreo, a una producción pegada al territorio y
ecológica.
“Queremos que sea una leche de consumo masivo pero que nunca
pierda ese sello ambiental y social que las convierte en motores de la
economía de las aldeas y que garantice que en su producción nadie
avasalla a nadie”, subraya Rosa Arcos, presidenta de Fademur.
Como apunta Arcos, la cadena de producción de la leche
también encierra la historia de una imposición, la de los precios, en la
que los ganaderos siempre han cobrado lo que la industria y las
superficies comerciales mandan.
A finales de 2015, con la bendición del
Gobierno, todos los implicados en el proceso llegaron a un acuerdo que establecía por primera vez criterios objetivos
para fijar lo que debe percibir cada uno por su trabajo. “No se está
cumpliendo”, lamenta Arcos. “La Xunta acaba de reconocer que hay más de
600 explotaciones que cobran menos de 22 céntimos por litro cuando el
acuerdo no permite precios por debajo de 31”.
Rural Muller quiere ser una leche de precios justos, con la
que el consumidor tenga garantías de que lo que paga en el supermercado
por encima de una marca blanca va a parar a la ganadera. Que llega a los
bolsillos de esa campesina gallega con fama de matriarca, que se subía
con poderío al tractor cuando en otras zonas de España las mujeres de
campo eran enclaustradas en la cocina pero que, entre otras
desigualdades, sigue ausente de los órganos de decisión de las
cooperativas y asociaciones agrarias y carga sobre sus hombros todas las
tareas y cuidados domésticos. Como Begoña Pardellas, que además de a
sus vacas, crió dos hijos entre la sala de ordeño y los establos, y
atendió a tres ancianos." (Sonia Vizoso, El País, 04/01/17)
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