17/11/17

La mafia está en el Diario Oficial de Galicia. Hay una industria del fuego, pero no solo del fuego, es una industria forestal

"(...)  ¿Cómo se explican los grandes y numerosos incendios que cíclicamente golpean Galicia?

Hay una serie de personas que ganan siempre, pase lo que pase. Es como en el bingo, la casa siempre gana. Me refiero al lobby forestal. Y ese lobby lo ostenta, aunque me critican cada vez que lo digo, los ingenieros de montes, como colectivo.

Eso me lo tiene que explicar…

Hay que remontarse en el tiempo. Hubo un jefe medieval en Japón al que se le ocurrió un día que todo tenía que llenarse de árboles. Creó una especie de comunidad en le país nipón que se dedicó a plantar árboles. La idea la copiarían más tarde los alemanes hacia el siglo XIX. Había que poner árboles por todas partes. Estaba bien en parte porque existía, y existe, una demanda de madera.

Y esta política, entiendo, acabó llegando a Galicia.

Justamente en España y Portugal, con las dictaduras de Franco y Salazar, se imitó a Alemania. El cuerpo de ingenieros forestales, en ambos países, era uno de los poderes del Estado. Lo que se hizo fue echar a la gente de los montes comunales, que eran unos reductos de libertad casi comunista, un lugar donde los vecinos se apañaban sin tener una propiedad directa, algo que para el liberalismo económico de una dictadura de corte fascista filosóficamente chocaba mucho.

Le voy siguiendo.

Lo que se hizo fue expulsar del campo a la gente más pobre, la que no era propietaria de tierras. Y en su lugar se empezaron a plantar pinos, tanto en España como en Portugal, cuando los montes de Galicia, históricamente, han estado siempre absolutamente pelados. La masa forestal de España es infinitamente más grande de lo que lo era hace 50 años. Las personas a las que expulsaron tuvieron que emigrar: muchos se marcharon a Catalunya, al País Vasco, a Estados Unidos, Venezuela, Suiza, Alemania… Y justamente quien se quedó en el campo fueron los pequeños propietarios.

¿Y qué pasa a partir de ahí?

El uso del fuego en los ecosistemas mediterráneos es muy común para, por ejemplo, abrir pastos. Pero no es lo mismo abrir un pasto cuando estás rodeado de ellos, que abrir un pasto cuando tienes un pinar al lado. Y la gente que se había quedado en el campo necesitaba abrir pastos.

Y ahí aparecen los problemas.

La gente del campo quema constantemente. No lo hacen todos, sólo algunos. Se quema mucha tierra de campo en el sur de León, parte de Zamora, de Valladolid… Pero, ¿qué sucede?, que queman rastrojos, las lindes de fincas enormes de cuatro o cinco hectáreas de cereal. Obviamente, ahí no vas a tener un problema de un gran incendio forestal que te acabe tapando el sol.

Entiendo.

Y lo de los pinos, en Galicia, después fue a peor, porque se empezaron a plantar eucaliptos, que también es una especie pirófita [que tiene afinidad con el fuego]. En Galicia, ni pinos ni eucaliptos son autóctonos, lo de los eucaliptos lo sabe todo el mundo porque vienen de Australia, pero lo de los pinos no. Como anécdota te diré que los primeros versos del himno de Galicia hablan de pinos, algo patético. Obviamente yo no lo canto. Y es porque el poeta que escribió esos versos vivió en la zona donde se plantaron los primeros pinos. Es muy triste.

O sea, que se introdujeron dos especies alóctonas y muy inflamables…

Así es. Y luego llegaría ENCE [Energía y Celulosa S.A.]. Era la típica empresa del franquismo que producía pasta de papel. En sus inicios utilizaba pino, pero es mucho mejor para producir pasta de papel de más calidad y menos costosa usar eucalipto. Durante la dictadura, las tierras en las que se plantaban pinos y eucaliptos eran las peores. Eran monte comunal con una potencia de suelo pequeña, menos productiva.

Y aspiraban a tener tierras más fértiles…

A la gente que quedaba en el campo, la que tenía pequeñas propiedades, se la impulsó en los años 60 y 70 a que se especializara en el negocio de la leche (en las zonas más de montaña en terneros para carne). Pero, ¿qué ocurrió?, que era un terreno en el que no podían competir. No puedes competir en precio con, por ejemplo, un holandés que, sin necesidad de tener ni un metro cuadrado de pasto, tiene una fábrica en un polígono industrial dedicado a producir leche con una especie de máquinas, que son las vacas, a las que echándole por un lado soja sudamericana y maíz estadounidense, por el otro te dan un producto, que es leche.

Entiendo.

¿Cómo una pequeña explotación familiar, aunque tenga 500 vacas, va a poder competir con eso? No puedes. ¿Y qué ocurrió? Que empezaron a cerrar. Una vez cierras, tus hijos se marchan a la ciudad y tú esperas a jubilarte. ¿Y qué haces con tus tierras? Nada, acabarán siendo zona de eucaliptos. Al principio, había un paisaje más o menos en mosaico: zonas con prados, pinos y eucaliptos. Si tú intentas quemar ese paisaje en mosaico, no vas a encontrar una masa constante de material inflamable, hay cortafuegos naturales. Pero ese mosaico desapareció, ahora es un continuo total de pino y eucalipto.

Veo por dónde va.

Y la situación es cada vez más inabordable. Cada año hay un despliegue más brutal de medios terrestres, de vigilancia, vehículos, helicópteros… y es una carrera que no se puede ganar. Por mucho despliegue que haya, siempre vas a solucionar cosas pequeñas. Cuando hay cosas grandes no las vas a resolver. ¿Y en qué momento se dan cosas grandes? Pues por ejemplo ahora: hay una sequía brutal, de seis meses, donde hay mucha masa combustible completamente seca formando un continuo.

Y la meteorología no ha ayudado.

En todo el noroeste ibérico hay dos tipos de frentes que pueden llegar, los dos provienen del Atlántico y los dos vienen cargados de agua. Uno puede girar en el sentido de las manecillas del reloj y el otro en el sentido antihorario. El primero golpea en la fachada cantábrica y descarga allí toda el agua. En Asturias y el País Vasco, efectivamente, deja agua, pero a Galicia le llega un viento caliente, muy seco e intenso. El otro tipo de frente posibilita la entrada de vientos del suroeste en Galicia y Portugal. Ahí es cuando llueve mucho. Lo que ha pasado en Galicia estos días responde al primer modelo.

Le sigo.

En ese contexto, cualquier despiste, cualquier chispazo de un coche, de una línea de alta tensión, cualquier tonto, cualquier desalmado, cualquier tipo con algún interés, puede generar una situación incontrolable. Cuando algo arde en esta situación es incontrolable. Además, estos días se ha dado un hecho excepcional, algo que no sucedía desde 1961. Y es que llegó un huracán tropical. Lo que sucede es que en Galicia no dejó agua, sino mucho aire seco y muy intenso. En un año que sea normal, los servicios de extinción de Galicia tienen la oportunidad de apagar los fuegos. Pero cada cierto tiempo, se da un año extremadamente seco, y en esa circunstancia no se pueden apagar los fuegos.

¿Es físicamente imposible?

Hay un tipo de fuego, que es el fuego de copas (que pasa de copa en copa) que se da cuando hay mucho viento, temperaturas altas y mucha sequedad ambiental. El fuego no corre por la superficie terrestre, sino que pasa de una copa de un árbol a otra. Eso, técnicamente, no es apagable. Aunque tengas 200 hidroaviones, no vas a dar abasto, y más si es de noche, donde los medios aéreos no pueden trabajar. Y justamente, el fuego de copas se propaga estupendamente con pinos y eucaliptos, porque son copas muy altas y los árboles están muy juntos.

Y la catástrofe está a la vuelta de la esquina.

Efectivamente. Y con el cambio climático no sabemos qué va a pasar. Puede que se dé el contexto meteorológico idóneo para que haya incendios todos los años. Es inabordable.

¿Y qué se puede hacer?

Como este lobby quiere justificar su negocio, y aquí incluyo al Partido Popular, ENCE, ingenieros de montes, empresas de extinción de fuego y viveros de plantaciones de pinos y eucaliptos, lo que ocurre es que ponen el foco en el tonto útil final. El tonto útil puede ser un vecino cualquiera que quema unas zarzas que le molestan, o los cazadores que quieren abrir monte para poder cazar mejor las perdices. Hay mucha casuística, miles y miles de casos. Pero poner el foco en ellos es absurdo, porque simplemente no puedes eliminar a toda la población de la ecuación. Si tú eliminas la población, pues habría menos incendios. Pero no la puedes eliminar.

Y el problema continúa.

Como es todo bastante inexplicable, lo que hacen finalmente es recurrir a la magia. Cuando yo no puedo explicar algo recurro a la religión, a la magia, al mal de ojos… ¿Cuál es la magia en este sentido? Pues que hay una mafia, una trama, con unos intereses que nadie sabe. Pero la verdad es que han creado un escenario absolutamente inflamable.

Antes apuntó las estrategias que siguen los eucaliptos para competir con otras especies.

Los eucaliptos se utilizan para hacer pasta de papel porque básicamente se componen de celulosa. El eucalipto es un árbol, pero bioquímicamente es más parecido a una hierba. En cambio, un roble o un castaño, bioquímicamente no son celulosa, aunque tienen. Son lignina, madera. Esa composición bioquímica de los eucaliptos se da de manera muy clara en la corteza. Ésta, cuando se desprende, es como un folio ardiendo capaz de volar, en forma de rescoldo, durante varias docenas de kilómetros.

Entiendo.

Cuando el domingo llegué a Santiago de Compostela estaba cayendo fuego del cielo, pero el incendio más cercano estaba a 50 kilómetros. Cualquier fuisca [chispa de fuego] que caiga en cualquier sitio crea un incendio nuevo, y eso es terreno nuevo para ser colonizado por los eucaliptos.

El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, hizo referencia a una mafia. Habló de “terrorismo incendiario”.

Es algo estúpido. Es el enemigo interno que cohesiona, un discurso difícil de romper. Une a derecha, a izquierda, a gente con cultura, con menos cultura, es una situación muy compleja. Pero a esto hay que sumarle otro factor.

Cuénteme.

Desde la era de Fraga, que fue cuando se crearon los servicios brutales para combatir el fuego, todo este lobby siempre gana. Están presentes en las administraciones desde la época de la primera Xunta. Están en el Servicio de Conservación de la Naturaleza, en Industrias Forestales, en Calidad Ambiental, controlan todo el entramado. En Galicia hay tres universidades, en dos de ellas –en el campus de Lugo de la Universidad de Santiago y en el campus de Pontevedra de la Universidad de Vigo- hay dos escuelas de montes.

Le sigo.

Luego está ENCE, con una escuela de ingeniería directamente en Pontevedra. Y todas estas personas crean empresas de reforestación. Tienen viveros, maquinaria para cultivar, tienen las compañías de extinción de incendios… Es un colectivo muy amplio que siempre gana. Tú plantas pinos y eucaliptos, ganas plantándolos y con el mantenimiento, ganas cuando los cortas, y si hay un incendio también ganas porque eres tú el que lo vigila y el que cobra por extinguirlo. Y después te van a volver a contratar para reforestar la zona con pinos y eucaliptos. Es un círculo brutal, y está a la vista de todos. Yo siempre digo que la mafia está en el DOG [Diario Oficial de Galicia].

¿Me lo puede desarrollar?

Como controlan la política, básicamente el Partido Popular, son ellos los que redactan el Plan de Desarrollo Regional, que es lo que mandan a la UE para que ésta envíe los fondos para el desarrollo rural. Si miras en el DOG, estos fondos se destinan a la plantación de pinos y eucaliptos (pinos más para el interior y eucaliptos más para las zonas atlánticas, más costeras). Esa es la mafia real y que no está oculta, sino a la vista de todos.

No me extraña que en más de una ocasión usted haya hablado de que en Galicia hay una industria del fuego.

Así es. Hay una industria del fuego, pero no solo del fuego, es una industria forestal. Coloquialmente la llamamos la mafia forestal. El fuego es una ramificación más de su negocio. / EFE)

¿Y cómo cambiar esta realidad? Para modificar algo así se requiere voluntad política.

Pero si el Partido Popular que gobierna en Galicia, y también el PSOE, están, por decirlo duramente, contaminados por este tipo de empresas y de círculo vicioso, ¿cómo los sacas de ahí? Además, están organizados: tienen el poder, el dinero, el DOG. Por el contrario, los pequeños agricultores no tienen absolutamente nada. Es una situación absolutamente perversa.

¿Y si usted tuviera el poder de cambiar algo, por dónde empezaría?

Sin ninguna duda, lo primero que haría sería tomar una medida muy impopular que consistiría en que la vigilancia y la extinción del fuego lo pagaran los propietarios. La gente no lo sabe, pero cuando los bomberos vienen a apagar un incendio a tu casa, te pasan la factura, por eso todos tenemos que tener un seguro del hogar. Pues esto que parece tan lógico para todo el mundo, en el campo funciona de manera distinta. En el campo puedes tener un negocio privado, con un riesgo muy elevado, que es el de incendio, pero cuando arde tu eucaliptal o tu pinar y vienen a sofocar el fuego los bomberos, lo paga la administración. Al final, cuento con un negocio que gracias a que tengo externalizados todos los costes funciona muy bien.

¿Y con este cambio qué se conseguiría?

Pues para empezar, tendrían que tener unos seguros altísimos, y asumir ellos el coste, algo que no podrían hacer. Y entonces seguramente cambiaría el negocio, se dedicarían a otras cosas. Y también prohibiría, aunque pueda sonar autoritario, plantar en los próximos 50 años ni un solo pino y eucalipto más. Protegería los espacios naturales, pondría normas muy estrictas en cuanto a distancias entre casas y carreteras con respecto a zonas arboladas. Y para ello hay dinero, simplemente lo que hay que hacer es cambiar la orientación del Plan de Desarrollo Regional, que es con lo que se accede a los fondos de la UE. El escenario es ya como la última película de ‘Blade Runner’, con el Sol tapado por los incendios.

Empieza a ser insostenible.

Cuando lo que ha pasado este año ocurra constantemente, algo tendrán que hacer. Pero ahora mismo hay un status quo que beneficia a determinadas personas, y mientras se les siga beneficiando y no se haga una lectura diferente, la situación seguirá de la misma manera."               (Entrevista a Xavier Vázquez Pumariño ,  , La Vanguardia, 19/10/17)

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