19/6/18

Feijóo 'se queda'... ¿o Soraya... 'lo queda'?... asustado y entre lágrimas, renuncia a presentar su candidatura... La oposición desliza que el presidente de la Xunta fue forzado a descartarse bajo amenaza de rescatar otros episodios dudosos de su pasado

"Feijóo, asustado y entre lágrimas, renuncia a presentar su candidatura para liderar el PP

 (...) Feijóo ha reunido a su junta directiva para desvelar sus planes de futuro y la incredulidad con la que han sido recibidas sus palabras ha provocado que el dirigente gallego, una vez repuesto de la llantina y recuperado el resuello, haya exclamado: “Ya está, ya lo he dicho”.

El dirigente gallego ha pronunciado un discurso de unos quince minutos en el que más que nada ha tratado de justificarse con un tono lastimero con el que, lejos de infundir energías a sus seguidores, ha dado a entender que no le quedaba otra que renunciar a dar el salto a la política nacional.

El por qué sólo lo conoce él, aunque el nombre de Feijóo ha aparecido vinculado al ‘narco’ Marcial Dorado con quien se fotografió en un barco generando una imagen que, a día de hoy, sigue careciendo de una explicación coherente y creíble. Que sea ese el motivo de su renuncia sólo lo saben él y los responsables del CNI que probablemente tengan mucha más información al respecto. (...)"      (Pilar Gassent, República, 18/06/18)


"Las caras eran un poema. 

En las primeras filas del recinto elegido por Alberto Núñez Feijóo para anunciar su decisión estaban los principales aspirantes a sucederlo, así que se entiende que había mucho en juego para todos. Desde el mismo momento en que el PP de Galicia envió una convocatoria de su intervención ante la junta directiva del partido, se interpretó que anunciaría un sí, y esa opinión se mantuvo hasta que comenzó a hablar. 

La expectación generada, la escenografía, el himno que sonaba por megafonía… Todo apuntaba al salto a Madrid, pero cuando soltó eso de que su compromiso era con Galicia, sollozó e improvisó un “pues ya lo he dicho”, el estupor se extendió por el recinto. Y ahí permanece pasadas las horas, tanto para los que albergaron la esperanza de ser relevo como para la oposición, que acariciaba la idea de una Galicia sin Feijóo.

Es cierto que el presidente del PP gallego compartió su decisión con muy pocas personas, pero incluso sus más afines esperaban un paso adelante. “No sé qué va a anunciar, pero no me cuadra que vaya a convocar la junta y montar un espectáculo para decir que renuncia”, conjeturaba por la tarde un dirigente nacional muy próximo al titular de la Xunta. 

A nadie se le escapa en Galicia, ni siquiera a los más aduladores, que Madrid siempre ha sido el gran objetivo de su carrera política. Lo dejó muy claro en la famosa entrevista con Jordi Évole, en la que además de tratar de dar carpetazo al asunto Marcial Dorado, lanzó aquello de que “es positivo para España que un presidente de Gobierno lo haya sido de una autonomía”. Fue el pistoletazo de salida de una carrera que ha abandonado en la línea de salida. ¿Por qué? Galicia es un nido de rumores, pero no hay una sola certeza.

Alguna prensa que no se caracteriza por su tendencia a la crítica ha abundado en la teoría de su situación familiar, su reciente paternidad, la necesidad de permanecer próximo a su novia, la madre de Albertito. Pero la decisión es difícil de explicar en clave de crónica rosa, toda vez que nunca se destacó Feijóo como un hombre especialmente familiar. 

Tampoco casa el inquebrantable compromiso que declaró con Galicia y los gallegos con la incertidumbre que mantuvo durante tantos días, que se hicieron tan largos y tan tensos. Y es difícil asumir la explicación con la que reforzó este martes su renuncia. “Este tren pasó antes de que finalizara mi compromiso con Galicia”, dijo, como si se pudieran conciliar los calendarios nacional y autonómico, o como si dos legislaturas y media pudieran ser consideradas un periodo demasiado corto.

La oposición encajó la continuidad del presidente gallego simulando alegría, cuando en realidad se frotaba las manos fantaseando con la era pos-Feijóo. “Su ciclo político está acabado”, “el PP está en una senda de declive”, “se veía sin opciones”, era favorito solo “por descarte”… Todo eso opinaron a lo largo del martes los portavoces del PSOE, del BNG y de En Marea.

 Luís Villares, de esta última formación, se atrevió a referirse a la circunstancia que más chirría en la trayectoria de Feijóo: “Las fotos con Marcial Dorado en un barco tal vez no fuesen más que la punta del iceberg”. Las conjeturas apuntan al pasado de Feijóo, y a partir de ahí la imaginación colectiva diseña teorías conspirativas, supuestos dosieres y carpetas repletas de fotografías de las que todo el mundo habla pero nadie ha visto.

Una de las preguntas recurrentes desde que en 2013 se publicaron aquellas fotos es si quedaba Feijóo invalidado para presidir el Gobierno de España. Responden afirmativamente muchos opositores e incluso algunos correligionarios, pero está claro que Feijóo no comparte esa opinión. “Le gustaba más pasearse por radios y platós de Madrid que pasar el día en Santiago, siempre ha sido muy cuidadoso de la imagen que proyecta en la capital, y además se ha dejado querer descaradamente durante todos estos días de incertidumbre”, precisa un exdiputado de la oposición que sigue de cerca lo acontecido. 

“Si él pensase que lo de Marcial Dorado lo incapacitaba, estaría claro desde hace mucho tiempo”, concluye. Eso apuntala la teoría de la conspiración. “Si se puede guardar un vídeo como el de Cifuentes robando en un supermercado durante años a la espera de la ocasión, lo mismo puede pasar con Feijóo”, añade.

 Lo cierto es que Feijóo tenía una amistad mucho más que circunstancial con Marcial Dorado. No era una foto, eran muchos viajes a muchas partes del mundo y durante muchos años. Y el camino que le llevó a conocer al capo arousano —famoso ya en los años de las fotos, por más que Feijóo asegure que desconocía a qué se dedicaba— está trufado de personajes poco recomendables para quien aspire a La Moncloa.

El nexo entre ambos fue Manuel Cruz, que además de chófer de Romay Beccaría era socio y testaferro de Dorado. Cruz, conocido en Ferrol como 'Gamada' por su ideología fascista, también fue amigo en sus años más jóvenes del exdirector de la Guardia Civil Arsenio Fernández de Mesa. Ambos eran conocidos como cadeneros, por su afición a emplear como arma cadenas de bicicleta. 

Creó una centuria pedestre de Guerrilleros de Cristo Rey dedicada a dar palizas y murió en muy extrañas circunstancias: su coche se quedó sin frenos en la carretera. Así era el gran amigo de Feijóo, el hombre que le introdujo en el círculo de amistades del narcotraficante de Cambados.

Pero todo eso no figura en dosieres ultrasecretos, sino que es conocido y ha sido publicado, aunque en la figura de un presidente de la Xunta no haya adquirido la trascendencia que alcanzaría en un aspirante a presidir el Gobierno de España. Como tampoco su afinidad con otro personaje controvertido, Pachi Lucas, considerado el conseguidor de contratos con la Xunta para la trama de los cursos falsos de la operación Zeta, de la que finalmente fue exculpado. 

En palabras del principal encausado, Gerardo Crespo, Lucas era el abrepuertas. Durante 15 años, él y Feijóo fueron uña y carne, con apariciones conjuntas en verano en la plaza de toros de Pontevedra o en las mejores marisquerías de las Rías Baixas.

El pasado de Feijóo no es por lo tanto el que hubiera preferido un estratega de 'marketing' electoral, pero todo esto, por sabido, no encaja con una decisión de última hora, casi sobre la bocina, como se especula estos días en Santiago que fue la del lunes. Entre la teoría conspirativa de los dosieres y la más pastoril del compromiso familiar y con Galicia, emerge una interpretación alternativa: que suceder a Rajoy ya no era una opción tan atractiva. 

Con el partido hundido en las encuestas y la amenaza de un rosario de sentencias por corrupción contra el PP, Feijóo se exponía doblemente. De un lado, a no ganar en un congreso impredecible, ya que es la primera vez que votan los militantes populares. De otro, a no hacerlo en unas elecciones generales. 

Y cambiar la presidencia de la Xunta por un calvario en la calle Génova no parece un plato de buen gusto. Puede que sea la opción más verosímil, pero no la más contrastada, porque Feijóo ha despachado su decisión más importante con una discreción rayana en el hermetismo."             (Pablo López, El Confidencial, 20/06/18)


"Na madrileña rúa Génova cheira a dossier, xusto cando aínda están frescas as sórdidas imaxes de Cristina Cifuentes no cutre cuarto de seguridade dun hipermercado de Vallecas, no intre de hai sete anos no que foi cazada roubando unhas cremas.

 O ulido destes días procede dun suposto e moi concreto produto, un material dirixido contra Alberto Núñez Feijóo que segundo algunhas versións estaría en poder de Soraya Sáenz de Santamaría, a muller que como vicepresidenta do Goberno tivo o seu cargo o Centro Nacional de Intelixencia (CNI), a axencia de espionaxe española. 

A tese da posible implicación de Soraya na publicación das vellas fotografías do presidente da Xunta con Marcial Dorado, que fixo fortuna nalgúns momentos tanto na cúpula da administración galega como en ambientes xornalísticos á beira do Manzanares, alimenta a crenza de que esa manobra subterránea estaría en marcha. Pode ser unha das moitas lendas urbanas da capital de España ou un feito real. 

Nesta dupla alternativa xógase agora mesmo o congreso “nacional” do PP de dentro de cinco semanas e o que é máis importante, a continuidade ou o cambio na presidencia da Xunta. Este último escenario, o da marcha do actual titular, segue a ser arestora o máis probable, a pesar da néboa que xera a proximidade do desenlace e o coñecido gusto do interesado por facerse o interesante.

Se a ex vicepresidenta ten ese dossier con información potencialmente destrutiva contra Feijóo, que por exemplo dea máis datos comprometedores sobre a súa amizade dos anos 90 co capo de Arousa ou que engada a este delicado expediente outro asunto escabroso que esnaquice a carreira do dos Peares cara a Madrid, chegou o momento de utilizalo, por dicilo co mesmo lema de campaña co que o agora presidenta da Xunta conquistou o poder en 2009. 

Na situación de grave enfermidade, se é que non é de coma democrático, na que se atopa o PP nove anos despois do estoupido do caso Gürtel, tras o fin da interminable agonía de Mariano Rajoy no poder e baixo a ameaza da opa electoral laranxa de Albert Rivera, para os populares sería demoledor un novo escándalo público que, ademais, atinxise a quen é o máximo expoñente do poder institucional que aínda lles queda, o presidente dunha nacionalidade histórica como Galicia cunha maioría absoluta das que xa non existen na España autonómica.

Por iso, agás que actuase cunha irresponsabilidade suicida, o lóxico sería que, se o ten, Sáenz non lle faga chegar ese dossier a Okdiario ou outra publicación, senón que xa o enviase a Compostela para usalo como unha arma nuclear disuasoria. 

Nese caso a anunciada comparecencia de Feijóo dos próximos días para comunicar a súa decisión sobre a súa posible candidatura á presidencia do Partido Popular en España converteríase nun acto de renuncia, nun cántico a ese contrato con Galicia ata 2020 do que antes tanto falaba e que de súpeto desapareceu dos seus beizos tras a caída de Mariano Rajoy. 

Envolveríao ademais en referencias á súa condición de pai dun neno pequeno, Alberto, o fillo que tivo en 2017 coa súa parella, Eva Cárdenas, a directora de Zara Home. 

Para tapar a pista da manobra subterránea da que sería vítima o seu xefe, é probable que o sempre eficaz servizo de propaganda da Xunta ofreza máis elementos narrativos, como o da imposibilidade dunha candidatura de consenso entre os principais poderes do partido, mentres tamén sinalaría se cadra á desastrosa situación na que se atopa a organización.

“Si finalmente juega sus cartas (Feijóo), esa máquina de picar carne que es la política madrileña le estará esperando. Acaban de darle una nueva mano de barniz a ciertas fotos naúticas. Que se ponga casco”, escribiu esta semana José Luis Jiménez, delegado do ABC e o xornalista que ten as maiores ligazóns en Galicia co presidente da Xunta e a súa propagandista Mar Sánchez, secretaria xeral de Medios. O texto semella conter a mensaxe de “Alberto, non o fagas!”. 

Acaba con esa alusión con ton pintoresco á amizade con Marcial Dorado, que se confirmou nestes decisivos días como un tabú para a maioría dos medios de comunicación galegos, un feito preocupante desde o punto de vista democrático.
Alén da carraxe que xera esta situación que se vive en Galicia precisamente cun presidente da Xunta que se erixe en representante da dereita moderna, chama a atención que todas as especulacións dos últimos días sobre informacións comprometedoras se centran en Feijóo. 

É certo que el ten os antecedentes desas “fotos náuticas” e que como principal favorito para o congreso aparece como o inimigo a bater, mais é rechamante que se dea por feito que é o pecador mentres os seus rivais semellan anxos libres de culpa. O gran paradoxo deste momento está en que unha persoa de vocación tan madrileña e con tanta devoción pola capital de España como Feijóo enfróntase a todo o peso da dinámica centralista española. 

O presidente da Xunta non só é o antigo amigo de Dorado, senón tamén o que vén de fóra. E desde esa posición resulta moi complicado tomar Madrid, dito no sentido de facerse co liderado dun dos dous principais partidos políticos españois.

Como é natural, nestes días Feijóo apenas deu algunha información relevante sobre o contido da súa reflexión. Non hai por tanto elementos para saber se ten presente o caso do socialista Xosé Ramón Gómez Besteiro, que durante pouco máis dun mes, despois do afundimento popular nas municipais de maio de 2015 aparecía como o primeiro e ata o de agora único rival en condicións de disputarlle o poder na Xunta. 

Pero Besteiro saíu da muralla, da súa amurallada posición na presidencia da Deputación de Lugo e caeu en desgraza sen ter opcións sequera de que o seu nome figurase nas papeletas electorais autonómicas de 2016. 

 Pouco despois de deixar a Deputación foi denunciado polo caso urbanístico do Garañón e ficou xa fóra de xogo, aínda que tardase moitos meses en dimitir, ata que se produciu unha segunda imputación. O de Besteiro é un exemplo dos riscos que se corren ao abandonar un feudo para intentar dar o salto a un nivel administrativo superior. E tamén o é dunha sucesión catastrófica, que converteu a Deputación de Lugo nun show permanente.

O que si fixo Feijóo foi amosarse cauteloso e respectuoso co escándalo que acabou na dimisión de Màxim Huerta como ministro de Cultura. Foi comprensivo coas súas explicacións e rexeitou participar nunha campaña de “linchamento” na súa contra, mentres apuntaba directamente a Sánchez para que se adaptase ao elevado listón ético que o agora presidente do Goberno aplicou na súa ofensiva contra o PP. 

Esa cuestión dunha maior esixencia é a que se podería volver contra Feijóo, en forma dun refluxo das “fotos náuticas”, non tanto no asalto ao despacho principal da rúa Génova, senón na seguinte etapa, na de intentar conquistar a Moncloa.

Polo de agora Feijóo está sendo Feijóo, facéndose de rogar polos seus, xerando incluso nerviosismo entre os seus partidarios en España coas súas cautelas e a súa espera ata o momento da verdade, ese que comeza o luns e acaba o mércores ao mediodía, cando remata o prazo para presentar candidaturas á presidencia do Partido Popular. 

A experiencia de anteriores episodios equivalentes, como o da fixación da datas das eleccións de 2012 e 2016, ou o anuncio da súa candidatura para esas últimas eleccións ou incluso o de dar o paso na carreira pola sucesión de Fraga en 2006 indican que vai facer o que leva planeando desde hai anos e optará a ser o substituto de Rajoy, a non ser que o cheiro da dossier da rúa Génova sexa tan real que lle faga ficar na Xunta, por Galicia e pola súa familia, por suposto."             (Anxo Lugilde, Praza Pública, 17/06/18)

No hay comentarios: