"Los adversarios de Abel Caballero
(Ponteareas, 1946) no llaman a Vigo Belgrado, sino Abelgrado, más o
menos como si el carismático patriarca socialista, alcalde desde 2007 —y
canonizado en las urnas el pasado 26-M con un 67,64% de las papeletas— hubiera convertido esta ciudad de 300.000 habitantes en una prolongación personal.
No desmentía la idea el cartel de su arrolladora campaña. “Sí, somos
Vigo”, rezaba el ubicuo eslogan paternalista. Una imagen mayúscula de
Caballero. Una imagen minúscula del símbolo del PSOE. Porque los vigueses no votan un partido.
Se adhieren masivamente a la empatía y simpatía de un alcalde que ha
transformado la ciudad. Empezando por el millar de calles peatonales que
permiten recorrer Vigo sin reparar en los semáforos.
Caballero presume de no llevar escolta. Y de estar literalmente en la
calle para conocer las inquietudes de los vecinos. También los escucha
en un programa radiofónico cada jueves en un consultorio sin anestesia de la cadena SER.
¿Se puede ser popular sin ser populista? “El populista engaña, el
popular entusiasma”, confesaba en el despacho municipal que domina la
ciudad a semejanza de una atalaya. “La gente me aplaude cuando entro en
una cafetería. He humanizado Vigo. Me vota todo el mundo y gobierno para
todos. La gente me ve por la calle y sonríe”.
La popularidad le sorprende en Vigo y fuera de Vigo, como demuestra la repercusión de sus campañas político-mediáticas.
Ninguna tan elocuente como el espectáculo luminotécnico de las pasadas
Navidades. Allí estaba Caballero inaugurando el encendido. Y dirigiéndose en inglés al gentío con más voluntad que precisión.
Conste que Caballero, doctor en Ciencias Económicas, se laureó en
Cambridge. Y que su esposa es profesora de inglés. Y que fue ministro de
Transportes y Comunicaciones de Felipe González (1985-1988). Y diputado
nacional durante 15 años (1982-1997). Y que Manuel Fraga lo derrotó en la carrera de la Xunta,
pero Vigo se ha convertido en la gran expresión de su utopía política.
La observa desde la sede municipal con orgullo, alargando la mirada
hasta las islas Cíes.
Parece una torre de control su despacho. Un
mirador que permite al alcalde velar por sus vecinos. Lo jalean por las
calles, damos fe, entre el fervor y la idolatría. Se le acercan los
niños. Lo adoran los pensionistas. “Estamos identificados con el
alcalde, su gente y su proyecto. Vamos juntos en la misma dirección.
Somos lo mismo”.
Alcanzó la mayoría absoluta en 2015,
pero los resultados del pasado 26 de mayo le otorgan ahora un impacto
electoral insólito en las grandes ciudades españolas. Lo nunca visto en
Europa, sostiene Caballero. Una excepción política que convierte al
megaalcalde en vigía del PSOE. Por eso Sánchez acude a escuchar su
consejo como quien se ofrece a un gurú. Es verdad que Abel Caballero fue
susanista cuando se dirimieron las primarias, pero su instinto político
no le ha defraudado nunca. Por eso le aconseja a Pedro, así lo llama,
que no gobierne con Iglesias.
El consejo proviene de la experiencia, aunque también de la autoridad
que Sánchez concede al alcalde de Vigo. De hecho, Caballero pertenece a
la ejecutiva del PSOE como contrapunto a los cachorros y a los
mileniales. Y no tiene otras aspiraciones que el proyecto de la ciudad
que gobierna. Ni siquiera le tienta la revancha de disputarle a Feijóo
el trono de la Xunta.
En tiempos de pactos precarios y de coaliciones
frágiles, Caballero se prepara para gobernar Vigo con 20 concejales de
27 posibles. Es el alcalde más votado en España
entre las ciudades de más de 200.000 habitantes. Y el más requerido
como figura casamentera. Hasta 87 bodas ha oficiado Caballero en la sede
municipal el pasado año. Ningún otro colega ha llegado tan lejos.
Caballero se toma en serio el papel de benefactor. Como se toma en
serio que los niños hablen inglés, viajen al extranjero en cursos de
intercambio y crezcan en una ciudad que ha prosperado en parques,
instalaciones deportivas, universidades y bibliotecas.
La suya, la particular, destaca por la devoción a Shakespeare, por la
inclinación al Siglo de Oro español y por las pasiones anglosajonas de
Joyce y de Huxley, aunque Caballero también admira el realismo mágico y
frecuenta a los escritores contemporáneos de Vigo: Domingo Villar, Pedro
Feijoo y… él mismo, pues el alcalde ha publicado cuatro novelas, tiene
otras dos en fase de revisión y ha empezado la séptima entre los huecos
que le concede su agenda olímpica.
Le atrae el cine español entre los extremos de Buñuel y de Almodóvar, aunque su película favorita es Gladiator.
Quiere decirse que Caballero es leal en su matrimonio, pero promiscuo
en sus gustos. Lo demuestra en las aficiones musicales —de Beethoven a
Dylan— y en la heterogeneidad de los cargos y misiones que ha
desempeñado.
Llegó a militar, por ejemplo, en el Partido Comunista. Y se desdobla
en la actualidad como presidente de la Federación Española de Municipios
y Provincias. Posee el título de marino mercante. Y ha aceptado con
deportividad haberse convertido en el protagonista satírico de una canción de Tony Lomba y Elio Dos Santos cuyo título es más amable que la letra: Vaya tío." (Rubén Amón, El País, 24/06/19)
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