"Para entender por qué pasó lo que pasó en las elecciones al Parlamento
de Galicia hay varios métodos. Uno es graduarse en sociología gallega
por el método Casado, viendo algún capítulo de Fariña o de Vivir sin permiso y leyendo Romance de lobos.
Otro,
similar, es el uso de la sinécdoque aplicada a la política: creer que
la parte de unos viejos acarreados a las urnas por las monjitas, o una
teórica sumisión secular constituye el todo de una mayoría absoluta (no
creo que eso funcione en Vigo donde, pese a Abel Caballero, el PP fue la
fuerza más votada). También hay quienes se arrancan la mascarilla de
interregionalismo proletario que tan bien les sentaba cuando En Marea
era el asombro del mundo y se colocan de nuevo el salacot.
Lo cierto es
que lo único mínimamente sorprendente de los resultados del 12J fueron
algunos porcentajes de votos, pero no desde luego el orden de
preferencia sobre las distintas opciones políticas que la ciudadanía
expresó en las urnas.
Para entender la victoria de Feijóo es útil molestarse en leer –al tiempo que se disfruta haciéndolo– este análisis de
cómo es el PP de Galicia, y las razones por las que gana. Es decir,
siendo un PP sensiblemente distinto del habitual (aún así, su candidato,
Alberto Núñez Feijóo, hizo todo lo posible por camuflárselo al
electorado, como si fuese un matrimonio morganático). Y el PP de Galicia
es como es porque es el único asentado en todo el territorio, con lo
que eso supone como maquinaria electoral y también como detector de
sensibilidades y tendencias.
Tener a los medios públicos y a la mayoría
de los privados comiendo de su mano, obviamente también ayuda. De todas
formas, Feijóo ha mantenido el mismo porcentaje de apoyos que en 2016,
pero ha perdido unos 50.000 con respecto a los anteriores comicios. La
suma de sus electores con los 26.400 de votos de Vox (un 2%) y los
residuales de Cs (un 0,75%) arrojan una cifra de 661.386 mientras, hace
cuatro años, las dos opciones de derechas (PP y Cs) habían alcanzado los
730.703. La suma de las izquierdas ha pasado de 649.350 en 2016 a
613.897 ayer.
Con respecto a su anterior posición, el PSdeG-PSOE ha mantenido los
mismos apoyos (ha perdido algo menos de 4.000 votos, pero ha ganado un
escaño más) y sigue siendo la tercera fuerza. Tampoco es que, como
partido, se haya esforzado mucho. Desde que perdió la presidencia de la
Xunta, en 2009, el PSdeG no ha presentado dos veces al mismo candidato
(de hecho, hasta 2001 también lo cambiaba cada cuatro años). En estas
elecciones, incluso un exsecretario general se presentaba con una
formación propia.
Hay dos tradiciones que lastran siempre los resultados
socialistas en las autonómicas gallegas. Una es que el secretario
general no domine toda la organización territorial y la otra es que da
la impresión de que a Ferraz, y más si el PSOE está en el Gobierno, no
le hace especial ilusión tener una administración amiga en el noroeste.
En esta ocasión, los beneficios de sumar un gobierno autonómico
palidecen ante las ventajas de ahorrarse las críticas de los medios de
la derecha vociferante por compartirlo con nacionalistas (no digamos ya
en posición subalterna) y de tener a Pablo Casado en permanente amenaza
por la posible bajada de Jon Snow Feijóo desde Invernalia.
Sí es cierto que nadie esperaba un castigo tan drástico a las listas de
Galicia en Común/Podemos/Esquerda Unida/Anova/Mareas. 51.223 votos (un
3,95 %) que dejan como extraparlamentaria a la opción heredera de la que
había sido la segunda fuerza en la anterior legislatura, En Marea, que
había sumado 273.523 votos. Entre las reacciones reproducibles, la que
Juan Carlos Monedero expresó en un tuit es que “la izquierda
nacionalista vasca y gallega se han podemizado.
El discurso de Bildu y BNG no se diferencia del que antaño criticaban.
Mientras tanto, Podemos, que ha cambiado la política de este país, sigue
sin dedicar el grueso de sus energías a lo que debe: construir
partido”. Ignoro qué ha pasado con la izquierda nacionalista vasca, pero
con el hándicap que supone vivir y trabajar aquí, mi opinión sobre lo
ocurrido en Galicia es mas bien la contraria: ha sido Podemos el que ha
adoptado los vicios del BNG. Los que en su día hicieron caer a la
formación nacionalista y determinaron el nacimiento de Alternativa
Galega de Esquerdas (AGE), el protoPodemos, de la mano de Xosé Manuel
Beiras y Yolanda Díaz.
El BNG nació y creció de una confluencia de
movimientos sociales y políticos y entró en barrena cuando centró sus
energías, primero en mantener el equilibrio de poderes internos y,
después, en una lucha descarada por el control del volante. AGE recorrió
ese camino en la legislatura 2012-2016 y lo que empezó siendo En Marea y
después Grupo en Común da Esquerda siguió el mismo proceso, con empeño
digno de mejor causa. Ninguno de los dos grupos parlamentarios acabó
como empezó.
Mientras, el Bloque, que había perdido la representación en el Congreso
que tenía desde 1996, iniciaba el camino inverso. En todo caso, incluso
en cuestión de peleas a navajazos, la gente suele preferir el original a
la copia.
El ascenso del BNG, pasar de 118.000 a 310.000 votos, de 6 a 19 escaños,
no ha sido exclusivamente a base de coger (o de recuperar) los votantes
que antes habían optado por el rupturismo. La formación de Ana Pontón
ha pescado mucho en esos caladeros, y ha sido la predominante entre los
jóvenes y primeros votantes, pero también ha obtenido réditos en
electorados del PP y del PSOE, desde ámbito rurales a urbanos (en este
caso en el electorado femenino). Todo esto no se debe a que el Bloque
haya puesto orden en la casa, a que tiene una líder sólida, a que haya
hecho la mejor campaña (contando o no la de ocultamiento del PP). Ni
siquiera a que haya aumentado la conciencia nacionalista.
Si el PP, pese
a la gestión de Feijóo (que también ha conseguido ocultar) y a su
colección de fotos con amistades peligrosas y carcelarias, se ha
mantenido y el BNG se ha disparado es simplemente porque son las dos
formaciones que el electorado, desde distintos puntos de vista, ha
considerado, mayoritariamente, que defienden los intereses de la
sociedad gallega. Les parecerá raro, pero curiosamente, eso y no otra
cosa es lo que se dirime en unas elecciones autonómicas." (Xosé Manuel Pereiro , CTXT, 13/07/2020)
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