Dos bedeles empleados por la Diputación de Ourense comparten mesa en enero de 2010
"En Ourense, la Diputación es el PP. Y viceversa. Una insólita fábrica
de votantes para el partido sobre el que el exbarón popular gallego José Luis Baltar,
ahora imputado por prevaricación por sus contrataciones irregulares,
apuntaló su feudo y su legado. La institución ourensana emplea, al
menos, a 400 cargos o familiares del PP en una plantilla que no alcanza
el millar.
El “buen cacique”,
como se autodenomina Baltar, convirtió la diputación en su finca
particular y a lo largo de las dos décadas largas en las que la presidió
la sobredotó de empleos que no eran más que un premio a la fidelidad.
Empezó colocando a los suyos: las primeras mujeres de sus dos hijos
obtuvieron plaza en propiedad y, después, siguió creando puestos de
trabajo a través de contratos temporales o de oposiciones calificadas
por un tribunal formado por sus propios enchufados.
La institución alcanzó el delirio empleador en 2010 cuando el patrón
se jugaba la sucesión dinástica en el partido. Y la diputación cumplió
su cometido: encumbró a su vástago con los votos de los compromisarios
contratados por Baltar en la institución. Dos años después de aquel
congreso, el patrón consiguió testar a favor de su hijo también la
Diputación.
En realidad, una institución ya extenuada, endeudada por
tamañas contrataciones en un 96,55% y con un gasto en nóminas que se
come 27,8 millones, casi la mitad de un presupuesto que no alcanza los
70 millones de euros.
Solo el capítulo de gastos corrientes (luz,
limpieza, sellos y papelería) y el pago de créditos e intereses absorben
el 80% del presupuesto del monstruo en el que el primero de los Baltar
convirtió la fábrica de los votos del PP.
El buen cacique apenas invirtió un 1% en carreteras aunque los tres
departamentos destinados a ello —Vías y Obras, Cooperación provincial e
Infraestructuras— tengan un ejército de personal: una base fija de 361
personas que, en las épocas dulces, preelectorales, suelen ascender a
500 por la gracia de los contratos. Esto es, la mitad de la plantilla de la institución trabaja en las prácticamente inexistentes obras públicas de la provincia.
Solo estos empleados (en su mayoría parientes de los alcaldes y
portavoces del PP en los distintos Ayuntamientos) se llevan en nóminas
11,8 millones de euros del presupuesto de 16,3 destinado a este área. El
resto de las diputaciones gallegas tiene externalizado este servicio,
pero Baltar se empecinó en mantenerlo jactándose de ser un “ejemplo de
empleador” cada vez que la oposición le echaba en cara el despilfarro.
Los peones forman un sólido ejército baltarista. Brigadas de más de
media docena de estos trabajadores construyen aceras en los pueblos.
Cada una de estas pequeñas obras dura más de medio año. En la localidad
de Reboredo, la brigada de la Diputación lleva ya seis meses dedicada a
la construcción de una acera de 200 metros de largo.
Una empresa lo
haría en menos de un mes, pero los alcaldes no se quejan: “Queda
perfecto”.
Pero si los empleados en Vías y Obras son (numéricamente) la madre
del cordero del enchufismo de la institución provincial, este se
extiende como una gripe a todos los organismos que dependen de ella. En
realidad, Baltar siempre se entendió mucho mejor con el pueblo llano.
Entre los cientos de empleos que firmó, una aplastante mayoría se
corresponde, además de con los peones, con telefonistas, limpiadores y
porteros. La capacitación que presentan, mayoritariamente, es la de ser
sus propios alcaldes o portavoces, o los parientes de estos: mujeres,
hijos, yernos, sobrinos...
Con los porteros hizo pleno. Colmó el edificio cultural de la
institución con 33 de ellos (ahora puntualiza que solo hay 16) para
atender sus tres puertas. El visitante entra en esa sala y un enjambre
de hombres y mujeres vestidos con traje oscuro se arremolinan en su
entorno (siempre muy educadamente, siempre con una sonrisa, siempre con
la mejor disposición) para atenderlo en lo que desee, aunque el
visitante no desee más que ver una exposición.
Pese a ello, a finales de 2009, en las vísperas del congreso
provincial sucesorio, el gerente de ese centro cultural —antes jefe de
prensa del propio Baltar en la Diputación, Francisco González— reclamó
12 personas más a través de un informe de urgencia a la presidencia.
Baltar los firmó, junto a un ciento más de contratos, sin informe de
Intervención ni de Secretaría. Le bastó con la rúbrica de su
responsabilidad paterna.
Entre el batallón de solícitos porteros del edificio cultural, que
tiene un presupuesto anual de 1,1 millones de euros, están colocados un
pariente del alcalde de Xinzo de Limia; el cuñado del jefe de compras de
los talleres de la Diputación (quien además consiguió emplear en la
institución a su mujer, a una hermana y a su cuñado); una concejala del
PP del Ayuntamiento de Sarreaus; el yerno del presidente de la
Federación Provincial de Asociaciones de Vecinos (que tiene por
costumbre homenajear con una comida anual a los alcaldes del PP) y la
sobrina del responsable del centro ecuestre de la Diputación.
Junto a
ellos, un montón de “agentes electorales”, según ha denunciado hasta la
saciedad la oposición: militantes del PP, con ascendiente en sus
municipios, que se encargan de canalizar los votos hacia el partido.
Muchos de ellos acaban ocupando puesto en las listas.
En el centro ecuestre de A Limia 17 personas cuidaban de 15 caballos
en 2008. Entre los afortunados que encontraron empleo allí figuraban el
alcalde del PP de Trasmiras y media docena de concejales del mismo
partido en otros Ayuntamientos de la provincia.
La gestión de ese centro ecuestre está en tela de juicio. La
Diputación dirime ahora en un Juzgado de lo Contencioso de Madrid una
parte de la financiación —la aportación de los fondos comunitarios— con
los que contaba en 2004 para la “habilitación” de esa hípica que cuesta
800.000 euros anuales a los ourensanos. Una inspección del Ministerio de
Hacienda detectó numerosas irregularidades.
Los limpiadores, los acomodadores (e incluso los ayudantes de
acomodadores) constituyen otro tropel de empleados fundamentales del
baltarismo. En este caso concreto, para el coqueto y remodelado teatro
Principal de la ciudad (también con un presupuesto anual de 1,1
millones, aunque apenas ingresa 20.000 euros) del que es gerente la
exnuera del patrón, la primera mujer del heredero político, Olga Mojón.
De la misma forma que el gerente del edificio cultural, Mojón reclamó
también personal mediante informe de urgencia en las vísperas del
congreso que ganó su exmarido.
Al calor de los empleos que ha fomentado el buen cacique se han
multiplicado los organismos dependientes de la Diputación. El más
reciente, Urbaourense, una especie de agencia de desarrollo urbanístico
que Baltar creó para competir con la de la Xunta de Galicia cuando la
gobernaban PSOE y BNG.
Nombró a dedo al gerente, José Cudeiro, un ex
director general de la Xunta de Galicia, le puso un sueldo de 80.000
euros anuales y dos empleados en nómina a su cargo. Uno de ellos, una
administrativa hija del abogado personal del exbarón.
Además, blindó el
contrato de Cudeiro para indemnizarlo con 200.000 euros en caso de
disolución del organismo. Urbaourense, que solo perdió dinero —tiene un
agujero de 381.000 euros— se disolvió. Ahora, el nuevo Baltar le busca
al exgerente jefatura de servicio en la desbordada Diputación.
Pero la red de empleos del organismo provincial va mucho más allá. Al
Instituto Ourensano de Desarrollo Económico (Inorde) no se le conocen
grandes gestiones, pero tiene un presupuesto anual de 2,2 millones de
euros y un buen número de cargos y militantes del PP también en nómina.
Empezando por el gerente.
Hasta la aprobación de la Relación de Puestos de Trabajo, la
Diputación era una finca asilvestrada. Después, también. Durante las dos
décadas que duraron sus impenetrables mayorías absolutas, el buen
cacique recibía cada jueves a un aluvión de alcaldes que acudían a
interesarse por lo suyo. Cada vez más, demandas de empleo en una
provincia sin tejido empresarial.
Él les decía a todos lo mismo: que sí.
Aunque el personal duplica al de la Diputación de A Coruña que atiende a
una población de 1,1 millones de personas frente a los poco más de
333.000 de la de Ourense.
Pero de su arbitrariedad con el personal da
cuenta el que fue jefe del servicio de Publicaciones de la institución,
que detalla cómo Baltar empleó en ese mismo departamento al hijo del
entonces alcalde de su pueblo natal, Esgos, y de cómo le “pagó la
nómina” durante los años en los que el trabajador se fue a estudiar a
Santiago “sin pisar la Diputación”.
El ex arquitecto jefe de la institución, Emilio Fonseca —Premio
Europa Nostra— recuerda, ya con distancia, cómo le ninguneó el
expresidente. Fonseca era el único arquitecto de la Diputación, pero no
era de la cuerda de Baltar: le pagaba menos que a los técnicos de grado
medio que trabajaban en el mismo departamento.
El arquitecto recurrió al
sindicato mayoritario de la Diputación, CC OO. Pero descubrió que
estaban ahí “todos los alcaldes del PP, los que había colocado antes el
presidente en el sindicato amarillo”. Se habían cambiado de siglas.
Esta semana, después de que la fiscalía anunciase una querella por
prevaricación contra el hombre que controla a sus anchas la provincia
desde hace más de dos décadas, Baltar anunció que se daba de baja
temporalmente como militante del PP.
El futuro del vástago lo decidirá, quizá en marzo, el congreso
provincial de un partido repartido por las dependencias de la excéntrica
Diputación. O también viceversa." (El País, 13/01/2013)
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