Marcial Pita, sobre las tierras de Esmelle (Ferrol) donde cultiva cepas de blanco legítimo. / XURXO LOBATO
"De las coruñesas tierras de Betanzos para arriba no hay viñedos ni
bodegas de calidad. Mucho menos en Ferrol, donde la cultura del vino
pasa básicamente por los muchos litros de caldos riojanos que se bebían
los obreros que hacían los barcos y donde no hay más tradición por la
uva que cuatro parras de jardín para el consumo doméstico.
Rompiendo con
todos los clichés, un joven catador y bodeguero ferrolano,
requetepremiado en su corta trayectoria, y un enólogo de la comarca
ourensana de O Ribeiro, heredero de una larga estirpe de viticultores
gallegos, se han asociado para plantar en una finca de Esmelle, al
abrigo de los vientos del Nordés, las primeras cepas de blanco legítimo.
Marcial Pita (Ferrol, 1977) y Felicísimo Pereira (Ribadavia, 1965)
son el mango y la cubierta de Bodegas El Paraguas. Un proyecto
empresarial pionero e innovador que persigue un sueño muy personal.
Tienen en mente hacer un blanco de vanguardia que a nadie se le había
pasado por la cabeza en la mismísima orilla del Atlántico, a medio
camino entre las parroquias ferrolanas de Doniños y Cobas.
Y sí, el
nombre de la bodega responde a lo que parece. Medio en broma medio en
serio, cuenta Pereira, que llegado el caso, se plantean colocarle un
paraguas a cada cepa para resguardarlas de la lluvia que les puede aguar
el trago.
En esta aventura vinatera, que se aleja de las tradiciones y sagas
del vino en la comunidad gallega, todo es nuevo: la tierra y la uva. El
blanco legítimo es una cepa ancestral con mucho arraigo en la comarca de
Betanzos que fue destronada y marginada. Hace solo dos años que los
investigadores del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones
Científicas) la repescaron y la incorporaron al catálogo internacional.
“Soñaba con hacer un blanco en mi tierra”, confiesa Marcial Pita. El
Paraguas es su apuesta por adaptar una variedad histórica “con un
potencial enorme”. “Vamos a dar palos de ciego arriesgando nuestro
dinero y tirando de nuestra sabiduría vitícola, la instintiva y la
heredada”, resume.
Detrás de los “palos de ciego” hay un proyecto de
I+D+i que ha estudiado la geomorfología de Esmelle, una parroquia rural
del extrarradio ferrolano, ahondando en la calidad y composición del
suelo que le aporta a la uva su personalidad.
Aunque sorprenda, la elección de una finca litoral para empezar a
plantar “mil y pico de cepas en 4.000 metros cuadrados” con el fin de
empujar el primer viñedo de Ferrolterra entre patatales y tomateros
tiene una sólida base técnica. El valle de Esmelle es bastante peculiar,
explica Pita. Geológicamente, es una de las zonas más antiguas del
planeta atravesado por una falla de granito y cuatro riachuelos en los
que se cuentan 22 molinos.
Aunque novísima, la bodega de Pita y Pereira no parte de cero. Hace
dos años se llevaron el premio al mejor blanco de España con su Paraguas
Atlántico 2011 y están a punto de sacar la cosecha de 2012 con la
producción que les da un pequeño viñedo de 1892 en Ribadavia, cobijado
por una montaña “que también le hace de paraguas”, ríe Pereira.
Es el
bisnieto de Antonio Freijido, primer viticultor que sacó uva de La
Cabrita, una finca en el cruce de los ríos Avia y Miño que les valió el
galardón por un caldo que enjuaga treixadura (85%), godello (10%) y
albariño (5%).
Pita, que estudió periodismo en Madrid y se especializó en vinos tras
pasar el verano de 1993 cargando cajas en un almacén de Vinoselección
para pagarse las juergas estivales, ya arrasó en con su primer invento:
El Linze. Un tinto manchego que ideó en 2006, con 29 años, mezclando uva
syrah con tinto velasco, otra variedad minusvalorada.
“Cuando nadie
sabía quien era Robert Parker [el gurú de vinos estadounidense]“, cuenta
Marcial, “le envié una botella”. Le dio 92 puntos al primer intento y
bautizó la cosecha —8.000 botellas— con el nombre de un felino porque en
un estudio leyó que las botellas con nombre de animales vendían un 5%
más. (...)
Con El Linze encumbrado —mejor tinto de España en 2007 y 2008— se lo
vendió a Bodegas Arúspide y con el dinero se fue a por su primer
Paraguas en O Ribeiro y ahora se atreve con otro junto a la playa
ferrolana de Esmelle. Hasta 2016, no podrán hacer las primeras
microvinificaciones del nuevo viñedo para catar cómo les va saliendo el
experimento costero.
“No se puede trabajar con una uva en la que no crees y tampoco
creemos que el vino tenga que ser tempranillo, crianza o reserva”, se
explica el bodeguero ferrolano. “Nuestra filosofía es una producción
pequeña, enología de vanguardia capaz de concentrar la esencia de una
tierra en una botella”. La del Paraguas de Esmelle tendrá,
necesariamente, notas de marea y aroma de salitre." (
Lorena Bustabad
, El País, Ferrol
7 ABR 2013)
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