4/12/13

Un niño ourensano, en riesgo de perder un testículo por falta de cirujanos

"Mi hijo juega al fútbol. Solo tiene 14 años, no sé si está preparado para perder un testículo”. Begoña G. salió disparada un viernes a las 21,30 horas de su casa en un pueblo del municipio de Cea, a unos 50 minutos de la ciudad de Ourense, hacia el Punto de Atención Continuada (PAC) de referencia, en Coles. Su hijo adolescente tenía un dolor agudo en un testículo. Se quejó por primera vez sobre las 19,30 horas.

 Entonces el dolor iba y venía, y Begoña decidió esperar un poco. Cuando se hizo constante, se fue con el niño al PAC. Eran las 21,30 cuando la médica que lo atendió le diagnosticó una torsión testicular y le dijo que fueran de inmediato al Complexo Hospitalario Universitario de Ourense (CHUO) “para que lo operaran”. Pero en el CHUO ya no operan a los menores de edad a partir de las 15 horas ni tampoco los fines de semana o festivos.

El Servizo Galego de Saúde (Sergas) decidió desmantelar el departamento de cirugía pediátrica en Ourense —apelando a la escasa población infantil— y adscribirlo al de Vigo. Lo llama “área de servicio compartido” y supone el ahorro de los salarios de los dos cirujanos pediátricos cuyas plazas no ha amortizado. 

Como consecuencia, los menores ourensanos que necesitan intervenciones quirúrgicas en horario de tarde o en fines de semana y festivos son atendidos por los servicios generales del CHUO o derivados a Vigo, a 100 kilómetros, en ambulancias medicalizadas.

 El urólogo que atendió al chico en el hospital de Ourense no consideró una urgencia la intervención: lo envió de madrugada a Vigo para que lo operaran allí. Hasta dentro de unos meses no se sabrá si conservará el testículo.

A Juan —nombre supuesto del menor— lo metieron en el quirófano del hospital Xeral de Vigo a las dos menos cinco de la madrugada. Habían transcurrido algo más de las seis horas que los especialistas consideran límite para realizar una intervención de una torsión testicular que permita salvar este órgano.

 La cirujana que lo operó advirtió a los padres de que el testículo estaba “bastante necrosado” pero que decidió no extirparlo “porque tenía una parte importante aún intacta”. Begoña llegó con su hijo a urgencias del CHUO a las 22,30 de la noche de aquel viernes “y la verdad es que lo atendieron de inmediato”.

 Le hicieron una ecografía y los mandaron esperar. Pero Juan, cuenta la madre “se retorcía de dolor y allí no venía nadie, o al menos a mí se me hacía eterno”. Aasí que la madre llamó al timbre “para que le dieran un calmante” y la enfermera avisó al urólogo.

 “Nos explicó que había que operarlo, pero que, como ya no hay servicio de cirugía pediátrica en Ourense, lo enviaban a Vigo”. “Me pareció fatal que el médico dijera que no era urgente porque aún estaba dentro del margen de las seis horas: mi hijo se retorcía de dolor y había empezado a las siete y media”.

 La ambulancia tardó en arrancar (“salimos después de las 12”) y la noche “era de perros; no paraba de llover”. Begoña recuerda el viaje como un viacrucis: “El niño y yo llorábamos, mi marido venía detrás en el coche. Me consolaba él a mí, me decía que no iba a ser nada”.

Desde que Juan salió del quirófano, no volvieron a hablar del asunto. “Yo creo que si finalmente tienen que extirparle el testículo va a necesitar un psicólogo, supongo que tendremos derecho a uno”, cavila ahora la madre. El niño está bien. “Tiene cicatrices, pero ya no le duele”, se consuela Begoña. 

Como no hablan de las posibles consecuencias, su madre no sabe si el niño está preocupado. A ella le parece que si finalmente le extirpan el testículo “será tremendo, como cuando a una mujer le quitan un pecho” y se pone en lo peor. (...)"                    (El País, 28/11/2013)

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