"Mi hijo juega al fútbol. Solo tiene 14 años, no sé si está preparado
para perder un testículo”. Begoña G. salió disparada un viernes a las
21,30 horas de su casa en un pueblo del municipio de Cea, a unos 50
minutos de la ciudad de Ourense, hacia el Punto de Atención Continuada
(PAC) de referencia, en Coles. Su hijo adolescente tenía un dolor agudo
en un testículo. Se quejó por primera vez sobre las 19,30 horas.
Entonces el dolor iba y venía, y Begoña decidió esperar un poco. Cuando
se hizo constante, se fue con el niño al PAC. Eran las 21,30 cuando la
médica que lo atendió le diagnosticó una torsión testicular y le dijo
que fueran de inmediato al Complexo Hospitalario Universitario de
Ourense (CHUO) “para que lo operaran”. Pero en el CHUO ya no operan a los menores de edad a partir de las 15 horas ni tampoco los fines de semana o festivos.
El Servizo Galego de Saúde (Sergas) decidió desmantelar el
departamento de cirugía pediátrica en Ourense —apelando a la escasa
población infantil— y adscribirlo al de Vigo. Lo llama “área de servicio
compartido” y supone el ahorro de los salarios de los dos cirujanos
pediátricos cuyas plazas no ha amortizado.
Como consecuencia, los
menores ourensanos que necesitan intervenciones quirúrgicas en horario
de tarde o en fines de semana y festivos son atendidos por los servicios
generales del CHUO o derivados a Vigo, a 100 kilómetros,
en ambulancias medicalizadas.
El urólogo que atendió al chico en el
hospital de Ourense no consideró una urgencia la intervención: lo envió
de madrugada a Vigo para que lo operaran allí. Hasta dentro de unos
meses no se sabrá si conservará el testículo.
A Juan —nombre supuesto del menor— lo metieron en el quirófano del
hospital Xeral de Vigo a las dos menos cinco de la madrugada. Habían
transcurrido algo más de las seis horas que los especialistas consideran
límite para realizar una intervención de una torsión testicular que
permita salvar este órgano.
La cirujana que lo operó advirtió a los
padres de que el testículo estaba “bastante necrosado” pero que decidió
no extirparlo “porque tenía una parte importante aún intacta”. Begoña
llegó con su hijo a urgencias del CHUO a las 22,30 de la noche de aquel
viernes “y la verdad es que lo atendieron de inmediato”.
Le hicieron una
ecografía y los mandaron esperar. Pero Juan, cuenta la madre “se
retorcía de dolor y allí no venía nadie, o al menos a mí se me hacía
eterno”. Aasí que la madre llamó al timbre “para que le dieran un
calmante” y la enfermera avisó al urólogo.
“Nos explicó que había que
operarlo, pero que, como ya no hay servicio de cirugía pediátrica en
Ourense, lo enviaban a Vigo”. “Me pareció fatal que el médico dijera que
no era urgente porque aún estaba dentro del margen
de las seis horas: mi hijo se retorcía de dolor y había empezado a las
siete y media”.
La ambulancia tardó en arrancar (“salimos después de las
12”) y la noche “era de perros; no paraba de llover”. Begoña recuerda
el viaje como un viacrucis: “El niño y yo llorábamos, mi marido venía
detrás en el coche. Me consolaba él a mí, me decía que no iba a ser
nada”.
Desde que Juan salió del quirófano, no volvieron a hablar del asunto.
“Yo creo que si finalmente tienen que extirparle el testículo va a
necesitar un psicólogo, supongo que tendremos derecho a uno”, cavila
ahora la madre. El niño está bien. “Tiene cicatrices, pero ya no le
duele”, se consuela Begoña.
Como no hablan de las posibles
consecuencias, su madre no sabe si el niño está preocupado. A ella le
parece que si finalmente le extirpan el testículo “será tremendo, como
cuando a una mujer le quitan un pecho” y se pone en lo peor. (...)" (El País, 28/11/2013)
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