"Xaquín o Xoquín das Herbas fue un personaje real,
aunque lo que se cuenta de él pueda sonar a mitológico. Durante más de
dos décadas (entre el año 1936 y 1958) vivió entre los árboles de A
Fraga y siempre huyó de la gente, aunque terminó ganándose el cariño de
muchos de sus vecinos.
«Se sospecha que era un canteiro anarquista y
que vino a esconderse a esta zona, como tantos otros, pero apenas
hablaba con los vecinos, suponemos que por miedo a que lo delatasen»,
explica Antonio Castro, concejal dedicado a las zonas rurales y que
llegó a conocer a este hombre, del que asegura que era un intelectual.
«Le gustaba mucho leer», dice.
Castro se lamenta de la vida que tuvo que
llevar y recuerda que hubo otros casos en As Pontes de personas que
tuvieron que vivir muchos años escondidas. «Uno estuvo cerca de 30 años
sin salir de su casa por miedo a que lo detuviesen», cuenta.
Castro recuerda que cuando murió participó en una
colecta, encabezada por otros represaliados que también tuvieron que
echarse al monte para no ser detenidos. «Pedimos por casi todas las
casas para pagar el entierro y todo el mundo quiso contribuir, todos
menos el cura que cuando terminó la misa nos cobró».
Buena parte de los habitantes de As Pontes
recuerdan a este hombre que era totalmente autosuficiente: se hacía su
ropa con restos de pieles y siempre llevaba unas curiosas polainas para
resguardarse del frío. Nunca pidió comida o aceptó algún plato caliente,
porque prefería buscar insectos, hierbas silvestres y raíces para
confeccionar su dieta.
«Quizá fuese el primer vegetariano de As Pontes»,
reflexionan algunos de los que han escuchado de sus mayores la historia
de este personaje que tiene un espacio en el callejero y también en los
folletos turísticos que se acaban de editar para promocionar los
circuitos turísticos en la villa. Hay un árbol centenario con un gran
hueco en el tronco y que está al pie de la denominada Ponte Vella de la
que se dice que era su morada principal.
La vida de Xaquín -del que algunos sospechan que
era de Pontevedra, mientras que otros fijan su origen en Lugo- fue, en
cualquier caso, muy dura. Nunca tuvo, ni quiso tener una casa
convencional o un trabajo al uso.
«Todos sospechábamos que era para que
no lo descubrieran, aunque algunas cosas hizo sobre todo de cantería y
era un fenómeno», apunta Castro. También ayudó a algunos agricultores en
las tareas, pero siempre con la condición de pasar completamente
inadvertido.
A medida que se hizo mayor comenzó a perder el
pánico a encontrarse con la gente o las autoridades y se sentaba cerca
de algún camino. Seguía sin pedir comida o dinero, pero como ya no tenía
fuerzas aceptaba los trozos de pan que le daban los vecinos.
Murió un
invierno del año 1958 en el bosque. Y desde entonces en As Pontes se le
sigue recordando: se le han hecho canciones, cuadros e incluso se
reclamó una plaza con su nombre." (La Voz de Galicia, 30/01/2014)
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