"A finales de los años ochenta el sector textil y de
la confección en Galiza experimentó una gran expansión. Nombres como
Adolfo Domínguez, Caramelo o Roberto Verino son buena muestra del papel y
de la visibilidad que la “moda gallega” alcanza en el conjunto del
Estado.
Pero será Zara —llamada Grupo Inditex después— la marca que
mejor ejemplificará el “milagro” del textil en Galiza.
El enorme
crecimiento de esta compañía propiciará la gran expansión del sector
textil en esta comunidad y, en concreto, la constitución de cooperativas
y talleres de confección que trabajan para el gigante gallego.
La evolución del textil en las décadas de los 80 y 90
implicó una necesidad creciente de trabajos de manufactura. La
estrategia del Grupo Inditex fue incentivar la constitución de
industrias subcontratadas, talleres y cooperativas, bajo la promesa de
que nunca les faltaría trabajo.
Muchas mujeres trabajaban para Inditex, o
alguna de sus subcontratas, en sus propias casas. Cuando fue necesario
para el mayor crecimiento de la compañía, sus dirigentes impulsaron una
red de cooperativas donde poder subcontratar una parte fundamental de la
manufactura.
Estas cooperativas, formadas
fundamentalmente por mujeres del medio rural, surgieron a iniciativa de
Inditex y otras grandes empresas del textil gallego bajo la promesa de
una demanda de producción continua. El crecimiento de este tipo de
sociedades fue a la par con la facturación del holding. De 1990 a 1995,
la facturación pasó de 44.000 millones de pesetas a 183.000.
En 1991
había 139 cooperativas de confección en Galiza, en 1997 eran 253. Todas
aquellas promesas se esfumaron con el proceso de deslocalización de la
producción a partir del año 2005 desde Galiza a países como Marruecos,
Bangladesh o Turquía.
En el informe El sector textil y de la confección,
de 2005, María del Vallejo Fernández Sanz y Estefanía Rodríguez
González achacan el crecimiento del sector textil a varias razones,
entre otras a la “consolidación de un tejido productivo que suministra
básicamente mano de obra para la fabricación de un volumen creciente de
producción”.
Y afirman que la estructura en Galiza “presenta dos
realidades empresariales: un grupo mayoritario de pequeñas y medianas
empresas y de cooperativas -que suponen un 90% aproximadamente- que
trabajan sobre todo como subcontratas, configurando la base del modelo
productivo sectorial, y un grupo reducido de grandes empresas,
protagonistas del empuje del sector, tanto a nivel nacional como
internacional”.
Las cooperativas surgen por la necesidad de empresas
como Inditex de asegurar la producción con un sistema de trabajo
flexible, subcontratado y externalizado, con el que implementar el
sistema just-in-time en un momento de gran
competitividad y de cambios profundos en el mercado producidos por una
globalización galopante que abre el mercado español al producto
extranjero y viceversa.
La economía sumergida gallega
En 1992, en plena expansión del modelo de la
cooperativas de confección, un informe, encargado por la Asociación
Textil de Galicia y elaborado por Kurt Salmon Associates, definía las
características principales de las cooperativas gallegas. Entre otras
señaló que eran cooperativas en las que no existía prácticamente mano de
obra contratada, pequeñas, realizaban labores de manufactura y
trabajaban para un único cliente y, de existir más, el principal
concentraba más del 60% de la producción.
A finales de los 90 ese modelo
se expande: la carga de trabajo obliga a contratar personal, aunque con
una gran eventualidad y un alto nivel de economía sumergida. Una gran
parte del trabajo femenino se realiza en los propios hogares.
Las relaciones entre las empresas matrices y las
cooperativas se establecen de forma individual y asimétrica, lo que les
generaba una relación de dependencia que hacía muy difícil la
negociación. El precio por prenda lo estipulaba la empresa y se pagaba
por trabajo hecho.
Es evidente que, para que las mujeres del entorno
rural, con poca experiencia en la puesta en marcha de empresas,
impulsaran las cooperativas, necesitaron el apoyo de determinados o
líderes locales. Estos “actuaron de intermediarios entre las empresas,
particularmente Zara, la Administración y las trabajadoras”, según
escribió la profesora Montserrat Villarino Pérez en un artículo de 2009.
Y la producción se fue al Sur
Si bien a lo largo de los años
noventa la tendencia fue de aumento del trabajo de manufactura, a partir
de 2005 se inicia un fuerte proceso de deslocalización del trabajo
subcontratado en el rural gallego. Las cifras hablan por sí solas. De
las 253 cooperativas que había en el año 1997 se pasa a unas 60 en 2006.
Las características que hacían atractiva a Galiza décadas atrás se
trasladan a otras regiones mundiales por la mejora en el transporte, las
comunicaciones y los bajos salarios. Los talleres y cooperativas son
incapaces de ser competitivos contra los bajos salarios de países del
Sur, por sus propias características y por las exigencias cada vez
mayores de la compañía que sostenía a la mayoría de estas: Inditex.
El documental Fíos fóra (Illa
Bufarda, 2015) se aproxima a la vida de las obreras gallegas de los
talleres y cooperativas de confección desde los 80 hasta la época de la
deslocalización. “Uno de los principales atrancos que encontramos en la
elaboración del documental fue el miedo de las trabajadoras a hablar
delante de cámara.
Comprobamos que, aún hoy, a muchas mujeres les
costaba admitir que trabajaban para Inditex. Proteger el anonimato fue
fundamental para introducir entrevistas de personas que actualmente
estuvieran en activo”, comenta Sabela Iglesias, una de las directoras.
“El documental fue un encargo de la ONG Amarante-Setem, que quería
abordar la problemática de la precariedad que crea el sector textil en
otros países.
Nosotras quisimos enfocarlo desde aquí, porque al empezar a
investigar el papel de grandes empresas como Inditex, observamos que
esa precariedad también se había dado aquí”, afirma Adriana P.
Villanueva, otra de las directoras.
El documental aborda el proceso de creación y
destrucción de los talleres y las cooperativas de confección y nos
enseña uno de los pilares sobre los que se levantó la empresa creada por
Amancio Ortega: la subcontratación.
“Las trabajadoras de las
cooperativas no estaban contratadas por Inditex directamente. Esto es
clave. La subcontratación provocó que personas autónomas se embarcasen
en inversiones para comprar maquinaria y otras cosas por la promesa de
tener trabajo durante mucho tiempo. Inditex no era quien hacía ese tipo
de inversiones, sino que las hacían microempresas dependientes que
actuaban al dictado de lo que la empresa matriz les pedía”, continúa
Iglesias.
“Hay cosas tremendas que nos contaban algunas personas —dice
Villanueva—, como que hoy en día existen cooperativas que subsisten solo
para pagar cotizaciones para la jubilación, ya que no obtienen
beneficios”.
Muchos talleres empezaron a cerrar sus puertas a
partir de 2004, la relación de exclusividad con determinadas empresas
les pasa factura. “Cada vez empiezan a exigirles más a las cooperativas,
en el documental lo refleja bien una de las mujeres, expropietaria de
una cooperativa. Se sentía entre la espada y la pared por el nivel de
exigencia que se veía obligada a cumplir ante Inditex y lo que les
exigía a sus trabajadoras”, termina Iglesias.
En Galiza sobrevive el mito: el empresario
campechano, el hombre hecho a sí mismo, el triunfador en el país donde
otros muchos han fracasado... Sin embargo, una de las razones del
triunfo de su modelo fue el de contar con la ventaja de una mano de obra
mayoritariamente femenina dispuesta a la subcontratación.
La
constelación de empresas subcontratadas que se extendieron por el rural
gallego gracias en buena parte a la expansión del Grupo se redujo
radicalmente una vez que le fue posible desplazarse a otros territorios
en los que la población está dispuesta a trabajar por salarios más
bajos. La deslocalización fue fácil, ya que la clave del modelo sigue
siendo la misma: la subcontratación." (Roi Ribeira, O Salto, 26/10/17)
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