6/7/18

Los gallegos de Trintxerpe formaron un grupo muy cohesionado, de mucho carácter, con su fábrica de hielo, sus rederías, sus bares, su pulpo, su ribeiro y su idioma, hombres, mujeres y niños siempre en gallego. Llegó el obispo y casi termina en el agua con su coche y su chófer, los gallegos se habían rebelado. Como consecuencia, la comunidad de Trintxerpe fue excomulgada de la iglesia católica. Un caso único...

"Koldo Izagirre (Altza-Pasaia, Guipúzcoa, 1953) es uno de los autores más imaginativos de las letras vascas. Con una fértil trayectoria tanto en prosa como en poesía, es un apasionado explorador e innovador de los lenguajes narrativos. La memoria histórica es el tema que más ha cultivado en su prosa  (...)

Al describir el puerto de Pasaia, hablas de los estibadores vascohablantes, los marineros gallegos y alemanes.

Había dos muelles principales, nosotros vivíamos en el muelle cuadrante o muelle avanzado, que es una prolongación de forma cuadrada en la mitad del muelle trasatlántico, a donde llegaba el tráfico industrial y comercial en general. Los buques traían chatarra, madera, maquinaria, incluso trolebuses de Londres, usados, de dos pisos, con su publicidad y todo. Estuvieron funcionando varios años en las líneas de Donostia.

 También se descargaba sal, carbón de cock, azúcar, plátanos, café, fosfato, pirita, papel para pasta… La carga-descarga supone un mundo de papeleos, seguros, consignatarios y consulados, pero, fundamentalmente y mucho más visible, un mundo de relaciones entre personas, entre barco y tierra, bodega y muelle, entre muelle y vagón o camión, es decir, entre marineros y trabajadores. 

No había contenedores, mucho género venía a granel y lo que no venía a granel venía en sacos, y todo aquello exigía mucha mano de obra, peonaje. Un montón de gente en cubierta guiando las maniobras de la grúa y paleando en bodega, otro montón de gente recibiendo la mercancía en los vagones o en los camiones y recogiendo los restos que caían alrededor… 

A todo aquel hormiguero hay que añadir los trabajadores del propio puerto, encargados del mantenimiento y de las reparaciones: mecánicos, electricistas, engrasadores, enganchadores, albañiles, pilotos, gruistas, guardas… Todo era una mezcla de hablas técnicas y de idiomas diferentes. 

Había un tráfico muy grande de barcos con pabellón alemán y holandés, y se oía mucho alemán, mucho euskara entre los estibadores y los guardas, el castellano dominaba entre la gente de oficinas, y también oía frases sueltas de inglés, que ya era el habla franca de los puertos europeos.

¿Y el otro muelle?

El muelle pesquero. En algunos momentos, exagerando, casi se podía pasar de un lado a otro de barco en barco, por la cantidad de ellos que había. Los grandes barcos se dedicaban al bacalao, iban a Terranova. Otros a alta mar, quince días, un mes, a Gran Sol, fundamentalmente, hacia la plataforma de Irlanda. Todo eso ya no tenía nada que ver con la pesca tradicional o lo que podría ser un típico puerto pesquero. 

Era parte de un puerto industrial, y la pesca también era industrial: grandes mareas, grandes redes, grandes congeladores… Pero también había una infraestructura de rederías, talleres de cuidado de buques, etc. que constituía otra industria, un montón de oficios que también eran parte del puerto, aunque fuesen empresas autónomas. 

Era una zona de mucho movimiento, porque se necesitaban reparaciones inmediatamente, los muelles estaban llenos de chispas de soldadura, había botellas de acetileno en el suelo cada dos por tres... A la vista destacaban el colorido de los barcos y la herrumbre de bastantes de ellos. Al olfato, el gasoil y el salitre de las redes. Al oído, el habla de los habitantes de Trintxerpe, hombres, mujeres y niños siempre en gallego.

Los gallegos aparecen con bastante frecuencia en tus narraciones…

Los gallegos llegaron en grupo hacia 1916-17, contratados para romper una huelga. Llegaron, se unieron a la huelga y se quedaron en Trintxerpe, uno de los distritos de Pasaia, frente al muelle pesquero, con su fábrica de hielo, sus rederías, sus bares, su pulpo, su ribeiro y su idioma. 

Formaron un grupo muy cohesionado, de mucho carácter. Muy castigado también, accidentes, enfermedades profesionales, hundimientos… Y muy marcado políticamente. 

A Trintxerpe, durante la Segunda República, la prensa de derechas le puso el mote de la Meca Roja. Fue más anarquista que comunista, sacaron una revista, Avance Marino, muy combativa. Fueron de los primeros en huelgas y en el frente antifascista, y formaron el Batallón Bakunin n.º 1, que anduvo por todo el frente vasco… Pasaia y Gipuzkoa en general le deben mucho a Trintxerpe. 

En los años sesenta, un cura, Serafín Esnaola, hizo mucha labor social. Cuando la iglesia pasó a ser parroquia, la jerarquía católica nombró como párroco a un cura de otro distrito. Trintxerpe se lo tomó mal, ellos querían a Esnaola. 

Llegó el obispo a la ceremonia y casi termina en el agua con su coche y su chófer, los gallegos se habían rebelado. Como consecuencia, la comunidad de Trintxerpe fue excomulgada de la iglesia católica. Un caso único. Trintxerpe da para mucho, está llena de historia.

¿Y los vascos nativos?

Durante la Segunda República, una zona importante del puerto habían sido de la CNT, y en el muelle comercial y transatlántico tuvo mucha fuerza la UGT, podían parar el puerto: “No descargamos”, y ya está. Una de las primeras células comunistas de Gipuzkoa nació en Pasaia. La formó Juan Astigarribia, que luego sería consejero de obras públicas en el gobierno de Aguirre durante la guerra. Astigarribia fue la bestia negra de la patronal y de la policía, intentaron liquidarlo más de una vez. El mundo nacionalista prácticamente no existía en el puerto, solamente en oficinas.

¿Y tu familia?

De pequeño, saqueando cajones, encontré en casa un carnet muy bonito del sindicato ELA-STV con la fotografía de mi tío Jose Luis, hermano de mi madre, ebanista. Tenía varias cotizaciones selladas. Gremio de la madera, 1932. 

Supongo que para entonces ya habría oído cosas de la guerra y de la República, porque era un tema habitual en las tertulias de los domingos que teníamos en casa hasta que mi hermano se marchaba al cine o al fútbol. Pero aquel descubrimiento me dio qué pensar: mi madre tenía guardado en casa algo peligroso… No puedo decir con exactitud qué edad tenía cuando lo supe, pero creo que era un chaval, porque mi hermano es nueve años mayor que yo y mis padres hablaban con él de muchas cosas. 

Yo me quedaba con todo sin intervenir. Lo que supe fue que un hermanastro de mi padre, Miguel Errasti, fue fusilado por los fascistas. Otro hermano directo, Esteban, fue atropellado y muerto en la gasolinera Larramendi de Donostia por un teniente coronel que conducía borracho. Mi madre era ideológicamente nacionalista. Mi padre no era nacionalista, era una especie de republicano vasquista, bastante anticlerical en el fondo, aunque iba a misa.

 Mi madre nació en 1917, mi padre, en 1913. La Segunda República coincidió con la juventud de ambos, y siempre decían que fueron los mejores años de sus vidas. Mi madre era la hija menor de una sidrería de Astigarraga, y nos solía contar que, en Semana Santa, venían los comunistas de Hernani a comer y beber con un cordero atado en una cruz, una especie de procesión atea. Y se echaba a reír.

Y, en plena juventud, el alzamiento monárquico-fascista...

Los famosos bous de la marina de guerra vasca eran pesqueros de Pasaia, artillados. Los cañones del fuerte de San Marcos mantuvieron alejado al Almirante Cervera, un cañonero que bombardeaba y hacía pirateo desde varias millas. Pasaia y, especialmente, Trintxerpe nutrieron la resistencia con voluntarios de primera línea que actuaron rápidamente para sofocar el alzamiento de los cuarteles de Loiola, en Donostia.

 En el distrito de Antxo, el cine, que se había abierto en 1924, funcionó como cuartel de aseo y descanso para las fuerzas que acudían al frente de Irún. Mis padres no se conocían aún.(...)"          (Entrevista a Koldo Izagirre , Antoni Trobat y Daniel Escribano , Sin Permiso, 25/06/2018

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