"Koldo Izagirre (Altza-Pasaia, Guipúzcoa, 1953) es uno de los autores más
imaginativos de las letras vascas. Con una fértil trayectoria tanto en
prosa como en poesía, es un apasionado explorador e innovador de los
lenguajes narrativos. La memoria histórica es el tema que más ha
cultivado en su prosa (...)
Al describir el puerto de Pasaia, hablas de los estibadores vascohablantes, los marineros gallegos y alemanes.
Había
dos muelles principales, nosotros vivíamos en el muelle cuadrante o
muelle avanzado, que es una prolongación de forma cuadrada en la mitad
del muelle trasatlántico, a donde llegaba el tráfico industrial y
comercial en general. Los buques traían chatarra, madera, maquinaria,
incluso trolebuses de Londres, usados, de dos pisos, con su publicidad y
todo. Estuvieron funcionando varios años en las líneas de Donostia.
También se descargaba sal, carbón de cock, azúcar, plátanos, café,
fosfato, pirita, papel para pasta… La carga-descarga supone un mundo de
papeleos, seguros, consignatarios y consulados, pero, fundamentalmente y
mucho más visible, un mundo de relaciones entre personas, entre barco y
tierra, bodega y muelle, entre muelle y vagón o camión, es decir, entre
marineros y trabajadores.
No había contenedores, mucho género venía a
granel y lo que no venía a granel venía en sacos, y todo aquello exigía
mucha mano de obra, peonaje. Un montón de gente en cubierta guiando las
maniobras de la grúa y paleando en bodega, otro montón de gente
recibiendo la mercancía en los vagones o en los camiones y recogiendo
los restos que caían alrededor…
A todo aquel hormiguero hay que añadir
los trabajadores del propio puerto, encargados del mantenimiento y de
las reparaciones: mecánicos, electricistas, engrasadores, enganchadores,
albañiles, pilotos, gruistas, guardas… Todo era una mezcla de hablas
técnicas y de idiomas diferentes.
Había un tráfico muy grande de barcos
con pabellón alemán y holandés, y se oía mucho alemán, mucho euskara
entre los estibadores y los guardas, el castellano dominaba entre la
gente de oficinas, y también oía frases sueltas de inglés, que ya era el
habla franca de los puertos europeos.
¿Y el otro muelle?
El
muelle pesquero. En algunos momentos, exagerando, casi se podía pasar
de un lado a otro de barco en barco, por la cantidad de ellos que había.
Los grandes barcos se dedicaban al bacalao, iban a Terranova. Otros a
alta mar, quince días, un mes, a Gran Sol, fundamentalmente, hacia la
plataforma de Irlanda. Todo eso ya no tenía nada que ver con la pesca
tradicional o lo que podría ser un típico puerto pesquero.
Era
parte de un puerto industrial, y la pesca también era industrial:
grandes mareas, grandes redes, grandes congeladores… Pero también había
una infraestructura de rederías, talleres de cuidado de buques, etc. que
constituía otra industria, un montón de oficios que también eran parte
del puerto, aunque fuesen empresas autónomas.
Era una zona de mucho
movimiento, porque se necesitaban reparaciones inmediatamente, los
muelles estaban llenos de chispas de soldadura, había botellas de
acetileno en el suelo cada dos por tres... A la vista destacaban el
colorido de los barcos y la herrumbre de bastantes de ellos. Al olfato,
el gasoil y el salitre de las redes. Al oído, el habla de los habitantes
de Trintxerpe, hombres, mujeres y niños siempre en gallego.
Los gallegos aparecen con bastante frecuencia en tus narraciones…
Los
gallegos llegaron en grupo hacia 1916-17, contratados para romper una
huelga. Llegaron, se unieron a la huelga y se quedaron en Trintxerpe,
uno de los distritos de Pasaia, frente al muelle pesquero, con su
fábrica de hielo, sus rederías, sus bares, su pulpo, su ribeiro y su
idioma.
Formaron un grupo muy cohesionado, de mucho carácter. Muy
castigado también, accidentes, enfermedades profesionales, hundimientos…
Y muy marcado políticamente.
A Trintxerpe, durante la Segunda
República, la prensa de derechas le puso el mote de la Meca Roja. Fue más anarquista que comunista, sacaron una revista, Avance Marino, muy combativa. Fueron
de los primeros en huelgas y en el frente antifascista, y formaron el
Batallón Bakunin n.º 1, que anduvo por todo el frente vasco… Pasaia y
Gipuzkoa en general le deben mucho a Trintxerpe.
En los años sesenta, un
cura, Serafín Esnaola, hizo mucha labor social. Cuando la iglesia pasó a
ser parroquia, la jerarquía católica nombró como párroco a un cura de
otro distrito. Trintxerpe se lo tomó mal, ellos querían a Esnaola.
Llegó
el obispo a la ceremonia y casi termina en el agua con su coche y su
chófer, los gallegos se habían rebelado. Como consecuencia, la comunidad
de Trintxerpe fue excomulgada de la iglesia católica. Un caso único.
Trintxerpe da para mucho, está llena de historia.
¿Y los vascos nativos?
Durante
la Segunda República, una zona importante del puerto habían sido de la
CNT, y en el muelle comercial y transatlántico tuvo mucha fuerza la UGT,
podían parar el puerto: “No descargamos”, y ya está. Una de las
primeras células comunistas de Gipuzkoa nació en Pasaia. La formó Juan
Astigarribia, que luego sería consejero de obras públicas en el gobierno
de Aguirre durante la guerra. Astigarribia fue la bestia negra de la
patronal y de la policía, intentaron liquidarlo más de una vez. El mundo
nacionalista prácticamente no existía en el puerto, solamente en
oficinas.
¿Y tu familia?
De
pequeño, saqueando cajones, encontré en casa un carnet muy bonito del
sindicato ELA-STV con la fotografía de mi tío Jose Luis, hermano de mi
madre, ebanista. Tenía varias cotizaciones selladas. Gremio de la
madera, 1932.
Supongo que para entonces ya habría oído cosas de la
guerra y de la República, porque era un tema habitual en las tertulias
de los domingos que teníamos en casa hasta que mi hermano se marchaba al
cine o al fútbol. Pero aquel descubrimiento me dio qué pensar: mi madre
tenía guardado en casa algo peligroso… No puedo decir con exactitud qué
edad tenía cuando lo supe, pero creo que era un chaval, porque mi
hermano es nueve años mayor que yo y mis padres hablaban con él de
muchas cosas.
Yo me quedaba con todo sin intervenir. Lo que supe fue que
un hermanastro de mi padre, Miguel Errasti, fue fusilado por los
fascistas. Otro hermano directo, Esteban, fue atropellado y muerto en la
gasolinera Larramendi de Donostia por un teniente coronel que conducía
borracho. Mi madre era ideológicamente nacionalista. Mi padre no era
nacionalista, era una especie de republicano vasquista, bastante
anticlerical en el fondo, aunque iba a misa.
Mi madre nació en 1917, mi
padre, en 1913. La Segunda República coincidió con la juventud de ambos,
y siempre decían que fueron los mejores años de sus vidas. Mi madre era
la hija menor de una sidrería de Astigarraga, y nos solía contar que,
en Semana Santa, venían los comunistas de Hernani a comer y beber con un
cordero atado en una cruz, una especie de procesión atea. Y se echaba a
reír.
Y, en plena juventud, el alzamiento monárquico-fascista...
Los
famosos bous de la marina de guerra vasca eran pesqueros de Pasaia,
artillados. Los cañones del fuerte de San Marcos mantuvieron alejado al Almirante Cervera,
un cañonero que bombardeaba y hacía pirateo desde varias millas. Pasaia
y, especialmente, Trintxerpe nutrieron la resistencia con voluntarios
de primera línea que actuaron rápidamente para sofocar el alzamiento de
los cuarteles de Loiola, en Donostia.
En el distrito de Antxo, el cine,
que se había abierto en 1924, funcionó como cuartel de aseo y descanso
para las fuerzas que acudían al frente de Irún. Mis padres no se
conocían aún.(...)" (Entrevista a Koldo Izagirre , Antoni Trobat y Daniel Escribano , Sin Permiso, 25/06/2018
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