23/5/19

Un fenómeno llamado Abel Caballero: las claves del éxito de un alcalde viral. La oposición arroja la toalla en Vigo ante un regidor que combina política y espectáculo y se asoma al 65% en las encuestas

"Circula por Vigo un chascarrillo en forma de apuesta: si tras las elecciones del 26-M, la oposición cabrá en un taxi. Es una exageración que amenaza seriamente al PP, que hace una década gobernaba con mayoría absoluta y ahora se encoge en las encuestas hasta los cinco concejales en una corporación de 27.

 Es un dato sorprendente, pero lo es más que hasta 20 de ellos puedan caer para un PSOE con el 65% de los votos. Votos de ciudadanos que sufren o se divierten con el espectáculo de Abel Caballero, el alcalde viral, pero que acaban apoyando de forma aplastante al regidor con más respaldo de todas las ciudades de España. 

Si en el cenit del desprestigio de la vieja política el exministro de Felipe González logró 17 concejales y un 51% de apoyos, en su partido se preguntan adónde no llegará ahora que los socialistas levantan cabeza.

El pregón del último encendido de las luces navideñas, el del 'very welcome everybody here', ilustra mejor que cualquier sesudo análisis la esencia del político. Doctor en la Universidad de Cambridge, el alcalde de Vigo, que lo es desde 2007, improvisó un inglés macarrónico en busca de los 'memes', que dieron la vuelta a España. Y la Navidad en Vigo fue un récord de popularidad y visitantes. 

Es una metáfora de la mezcla de elitismo y populismo que impregna al personaje, que vive igual de pendiente de los asuntos de los ministerios que del menor de los trofeos infantiles que pueda entregar en la ciudad. Con fama de delegar entre poco y nada, Abel Caballero (Ponteareas, 1946) combina la sonrisa con la que reparte selfis a los niños con el colmillo que tanto temen desde sus opositores al más fiel de sus colaboradores.

En una ciudad que devora a sus alcaldes, la victoria de Caballero por estrecho margen hace 12 años no parecía pronosticar tan largo mandato, pero en cuanto se recuenten los votos, se convertirá, salvo cataclismo, en el regidor que más tiempo habrá estado al frente del ayuntamiento. Requisito indispensable para ello es cosechar votos a izquierda y derecha, y el minúsculo espacio que ocupa el logo sin siglas del PSOE en el cartel electoral del candidato así lo confirma.

Su trayectoria por la alcaldía pasó primero por una coalición con el BNG, después con un apoyo desde fuera del Gobierno y terminó por lograr la mayoría absoluta de 17 ediles que ahora aspira a ensanchar. Cuando llegó, no tardó en colocar su primera pica, al movilizar a la ciudad entera contra un proyecto de la Xunta de Feijóo, el de promover la absorción de la caja del sur, Caixanova, por la del norte, Caixa Galicia, en situación mucho más comprometida, si no desesperada. 

La pugna desembocó en una de las mayores manifestaciones que se recuerdan en Vigo, que acudió a la llamada de Caballero para defender su caja.

Aquel episodio le enfrentó hasta con la dirección gallega del PSOE, pero le permitió estrenarse como barón y hacer valer el respaldo de los vigueses. La de las cajas fue su primera gran victoria —al final, más moral que efectiva— al frente del ayuntamiento, y marcó el nacimiento de un sentimiento de autoestima en una ciudad acostumbrada históricamente a maltratarse a sí misma. 

Surgió algo parecido al viguismo, que en otras partes de la comunidad autónoma prefieren tachar de localismo. Él responde: “Llamar localistas a las posiciones de un territorio de medio millón de habitantes en un área de 2,5 millones es no entender nada”.

Vigo es en efecto no solo la mayor urbe de Galicia, sino la cabeza de un área de más de 500.000 ciudadanos y un motor económico para toda Galicia. Y también, una ciudad que tradicionalmente la Xunta decidió que se cuidara de sí misma. Mientras los gobiernos autonómicos y del Estado regaban de millones a otras ciudades para forjar proyectos faraónicos como la Ciudad de la Cultura de Santiago o el megapuerto exterior de A Coruña, Vigo quedaba fuera hasta del mapa del AVE. 

Ese fue el caldo de cultivo de un gobernante que ha sabido dar con la tecla de la autoestima y se siente cómodo envolviéndola en su populismo de 'showman'.

Sus detractores suelen compararlo con una versión sureña de Paco Vázquez, regidor socialista de A Coruña durante 24 años, aunque frente al romance que el exembajador ante la Santa Sede mantenía con Manuel Fraga, Caballero se caracteriza por un enfrentamiento a cara de perro con Alberto Núñez Feijóo

El antagonismo es tan feroz que ha venido dominando la política autonómica desde que el líder del PP llegó a la Xunta, dos años después de que él lo hiciera al ayuntamiento. Ahí está otra característica del exministro, un político que no hace prisioneros, que lo mismo declara persona 'non grata' al también socialista Joaquín Almunia que desafía “las presiones” de Florentino Pérez para que se juegue un partido suspendido. O le dobla el pulso al dueño del Celta, Carlos Mouriño, otro 'grande' que creyó que sometería al alcalde.

Ninguno de los demás partidos ha apostado fuerte en estos comicios por un contrincante con aspiraciones, quizás ante el temor a quemar candidatos. Especialmente significativa es la actitud del PP, que ha vuelto a apostar por Elena Muñoz, una 'exconselleira' de Feijóo que en 2015 redujo la presencia del PP en la corporación viguesa a siete concejales. El BNG ansía obtener representación en un ayuntamiento que gobernó la década pasada y Marea de Vigo se daría por satisfecha con mantener sus tres ediles.

Con ese panorama, salpicado por una actitud de cierto fatalismo entre sus rivales, la oposición al alcalde no hay que buscarla en el ayuntamiento, y mucho menos en la Xunta, en la que Feijóo, más que cautivar a los votantes de Vigo los ha espantado con operaciones como las de las cajas o el nuevo hospital. La oposición real se ha dado en la calle, protagonizada por sectores de la cultura incómodos con la versión populista de su regidor, autor de cuatro novelas.

Mientras arregla calles, diseña ascensores urbanos e inaugura plazas de reminiscencia 'kistch', la élite artística le afea una política cultural de baja estofa, que tuvo su hito principal en la reorientación del Museo de Arte Contemporáneo (Marco)

El Marco perdió definitivamente con el actual alcalde el espíritu agitador con que nació, para convertirse, según sus detractores, en un simple contenedor de actividades artísticas de cualquier especie. Caballero tira de cifras para defenderse, un argumento, el de los números de visitantes, que solo logra enervar más a la vanguardia artística local.

También se labró la enemistad de colectivos de izquierda y laicistas con su implacable resistencia a derribar una gran cruz franquista en el monte de O Castro, aunque los episodios más controvertidos de su mandato tuvieron que ver con la colocación de un histórico barco como adorno de una rotonda en un populoso barrio obrero de la ciudad.

 Siempre fuera del ayuntamiento, siempre ante colectivos bien organizados pero sin representación municipal. Así son los conflictos de Caballero, al que la presión más que disuadirle parece motivarle. Venga del presidente del ACS o de la Asamblea Vecinal de Coia."                 (Pablo López, El Confidencial, 21/05/19)

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