Marcos Rodríguez Pantoja, en un fotograma del documental de Gerardo Olivares 'Entre lobos'. (Wanda Vision)
"Durante casi toda su vida, Marcos Rodríguez
desarrolló un recelo hacia el género humano que tal vez ahora,
cumplidos los 73, empiece a desterrar. “El hombre lo ha echado todo a
perder”, solía quejarse el conocido como niño lobo de Sierra Morena,
que a los cinco años huyó del infierno en el que se había convertido su
familia para echarse literalmente al monte.
Allí fue acogido por una
manada de lobos que lo protegió y con la que convivió hasta los 17. Su
historia, que inspiró la película 'Entrelobos', de Gerardo Olivares,
derivó en el triste olvido con el que penó por Madrid, Mallorca, Fuengirola y finalmente en las proximidades de Ourense, donde se volvió a saber de él. Malvivía empobrecido y en unas condiciones angustiosas. Hoy, gracias a la solidaridad vecinal, el niño lobo vuelve a creer en el hombre y vive como un ser humano.
Marcos Rodríguez disfruta ahora de una casa totalmente renovada, gracias a la colaboración emprendida por la asociación Amigos das Árbores
y a la ayuda de múltiples voluntarios. Al tener noticia de las
condiciones que atravesaba el niño lobo en Rante, una aldea cercana a
San Cibrao das Viñas, la asociación inició una campaña de recogida de
fondos para rehabilitar su vivienda, y la operación tuvo un éxito
inesperado.
Fue un representante de Amigos das Árbores quien transmitió
las palabras de agradecimiento de un Rodríguez todavía enemigo de la
exposición pública. “Tengo que reconocer que entre los humanos también hay buenas personas,
estoy muy agradecido por la ayuda que he tenido para poder vivir en una
casita que ahora sí que tiene unas condiciones adecuadas”, reconocía
con satisfacción a través de su portavoz.
Las obras de remodelación consistieron en la
renovación de techo y suelos y la construcción de una nueva cocina en la
casa donde reside, prestada por una familia que lo apadrinó. El coste
total de los trabajos ascendió a 8.735 euros, de los que unos 2.500 los
aportó Rodríguez de sus propios ahorros.
Es una cantidad modesta, pero
suficiente para dotar de dignidad a quien siempre ha vivido en la
miseria. Tanta, que a lo largo de su existencia incluso escapó varias veces del mundo de los hombre
para intentar volver con los animales. Pero, por unas razones o por
otras, siempre volvió. “La sociedad es como una droga, al final te
atrapa”, relata.
El niño lobo ya no pasará frío en el duro invierno de
la montaña de Ourense, donde combatía las bajas temperaturas con una
pequeña estufa de butano. Por lo demás, seguirá viviendo una de las
mejores etapas de su azarosa vida gracias a la amistad entablada con
unos vecinos que lo han acogido con el cariño del que careció toda su
vida.
Allí, en Rante, su integración es total. Gracias, en parte, a su disposición incondicional a compartir con todos su asombrosa experiencia vital, con charlas en centros educativos
o con organizaciones de defensa del lobo. Siempre con tiento, porque
como recordaba hace unos meses Xosé Santos, de Amigos das Árbores, con
él hay que ir con cuidado. “Si se agobia es capaz de desaparecer otra
vez. Todos queremos ayudarlo, pero tenemos que evitar desconfianzas, que
no piense que nadie quiere aprovecharse de su situación”.
El Mowgli de Sierra Morena es feliz contando su
historia a los niños y a los mayores, concienciando a la gente de la
importancia de proteger al lobo y la naturaleza en general. Y su
historia es la de un chico nacido en 1946 en Añora (Córdoba) que vio
morir a su madre cuando era casi un bebé, y que padeció después el maltrato de su padre y de su nueva pareja,
que acabaría vendiéndolo como bracero.
Cuando a los cinco años murió el
pastor que lo cuidaba, Marcos inició la única vida feliz que recuerda:
entre lobeznos que lo aceptaron como un hermano y la loba que lo
alimentó. Allí aprendió a relacionarse con el resto de animales de la
sierra, a sobrevivir, a conocer qué alimentos debía comer y cuáles
descartar.
Vestido con pieles, pasó menos frío que en su retiro
ourensano. “Solo me envolvía los pies cuando me dolían por la nieve.
Tenía unos callos tan grandes que para mí darle una patada a una piedra
era como darle a una pelota”, relató en una entrevista.
Sus recuerdos del regreso al mundo que le correspondía no son tan felices. Para empezar, la forma en que fue arrancado del que era su hábitat, cuando el guarda de una finca lo delató y envió a la Guardia Civil a que lo capturara de forma violenta. Apenas sabía hablar, caminaba a cuatro patas,
desconocía la mayoría de las convenciones sociales y había olvidado
parte de su antiguo léxico. Se avecinaban tiempos duros.
Sufrió
incomprensión, engaños y abusos; fue explotado en la hostelería y la
albañilería; y su integración en la manada humana jamás fue completa. “A
mí me han engañado mucho desde que salí del monte. Los lobos son más
nobles que las personas, y a pesar de la fama que tienen, a mí siempre
me respetaron”, narró en 2010 a El Confidencial.
Todo esto convierte a Marcos Rodríguez es uno de los
pocos casos documentados en el mundo de niños criados entre animales,
una existencia insólita que ha sido objeto no solo de la película
'Entrelobos', sino también de estudios antropológicos y libros como los
de Gabriel Janer, el escritor y antropólogo mallorquín que estudió su
caso y lo convertiría en la novela 'He jugado con lobos'.
A principios de este 2018, su situación fue rescatada
del olvido gracias a una campaña de Amigos das Árbores, y la
solidaridad hizo el resto. Por primera vez en muchos años, tal vez en
toda su vida, esta Navidad la pasa Marcos como un auténtico ser humano.
Quizás sirva para que encuentre al fin la confianza que nunca ha tenido en el hombre." (Pablo López, El confidencial, 28/12/18)
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