"Pídale a un gallego que le explique qué es Luar y, para no romper el tópico, responderá sin responder del todo. Por un lado están los hechos: Luar es el programa más famoso de RTVG, la televisión autonómica gallega. Tras 30 años se ha convertido en el espacio de entretenimiento más longevo de la televisión en España y en el segundo en general tras Informe Semanal. Pero después está la vertiente sentimental: Luar es, sobre todo, una especie de pegamento para la sociedad gallega, un fenómeno complicado de explicar más allá de sus fronte-ras por su capacidad de actuar como vaso conductor entre el espectáculo kitsch y la tradición centenaria.
Todo el mundo ha visto el programa algún viernes, todo el mundo conoce a alguien que ha ido como público. En las zonas rurales el sonido de Luar es una constante en los salones y las cocinas, la antesala del fin de semana, la orquesta que llega a animar unos lugares a menudo dispersos, vacíos, silenciosos. En muchas aldeas el campo de la verbena ya está tomado por la maleza y los animales salvajes, ya no merece la pena organizar fiestas patronales para una población anciana y exigua. Pero queda Luar. “Tengo cartas que emocionan”, asegura Teo Manuel Abad, director, realizador y creador de Luar en 1992. “Una vez estuve internado en el hospital y cuando paseaba los viernes por la noche por los pasillos, el sonido de Luar salía de todas las habitaciones. Creo que para alguna gente es una especie de cura. Todo ese afecto recompensa las críticas de los que no quieren reconocer lo que hacemos”.
Abad se refiere a esa otra visión del programa que durante años se perpetuó entre cierto sector de los espectadores gallegos, unos a los que él llama sarcásticamente la intelligentsia y que mantenían –mantienen– que Luar es un espacio para viejos, con artistas horteras, orquestas cutres y señoras de aldea. Una idea muy arraigada, sobre todo, entre generaciones que crecieron hablando solo español. “Yo fui una de esas gallegas que no hablaba gallego porque la generación de mis padres no lo usaba ya”, admite Paula Vázquez, que copresentó el programa junto a Xosé Ramón Gayoso en 1995. Ella ya había triunfado en las nacionales, ya había sido una de las protagonistas de la serie Canguros, de Antena 3, pero quería presentar el programa más famoso de su tierra natal. “Programas como Luar hicieron un gran servicio naturalizando el idioma. Ahora, cuando vuelvo a Galicia, la gente joven habla gallego. En mi época era raro, como si fueses de pueblo”.
Las nuevas generaciones no comparten esa idea esnob del programa. Artistas con reconocimiento nacional y proyección internacional como Baiuca o Las Tanxugueiras lo reivindican y acuden desde hace años a su escena-io: estas últimas rechazaron figurar en un especial del Benidorm Fest –se conectaron a través de la pantalla– porque era viernes y estaban invitadas al programa estrella de la TVG. El Luar es sagrado, y lo que lo convirtió en más que un programa de televisión ocurrió en 1994.
Mercedes Peón, cantante, instrumentista y estudiosa de la música tradicional gallega, llegó al plató para presentar una sección en la que cantaban las mujeres que ella había conocido tras diez años de investigación por las aldeas de Galicia. “De repente, empezaron a subir al escenario personas mayores que cantaban cosas que habían aprendido de sus madres y, a la vez, estas de las suyas”, recuerda Gayoso. “Aquella gente del rural, sin pretenderlo, había ido conservando el patrimonio musical gallego. Fue el gran descubrimiento de Luar: en un mismo programa veíamos a Rocío Jurado con un gran vestido y a la señora Manuela, de una aldea de los Ancares, cantando algo de hace 500 años. Estas personas, una generación que va desapareciendo, al cantar en televisión y dejarlo registrado, han salvado toda esa música, han hecho un servicio al patrimonio cultural indescriptible”.
Aquel abogado llamado Gayoso
Se diría que a Xosé Ramón Gayoso (A Coruña, 68 años) el papel de rostro más reconocible de la historia de la televisión gallega siempre estuvo esperándole. Era campeón juvenil de España en lanzamiento de martillo cuando sus padres le pidieron que estudiase “algo serio”, así que escogió Derecho. Mientras trabajaba en un despacho de derecho familiar en Madrid formó un dueto con un amigo llamado Keltia que los llevó por pubs de la capital. Llegaron a publicar un álbum de diez temas con la discográfica CBS en 1978 llamado Choca esos cinco. Una de las canciones de cabecera en sus directos era siempre una versión de L’important c’est la rose, de Gilbert Bécaud.
Mientras todo esto ocurría también opositaba a Judicatura. Odiaba las oposiciones, pero amaba presentar los temas ante un público entregado. En 1984 volvió a Galicia. Mientras preparaba otras oposiciones (esta vez a la Xunta, en las que coincidió con Alberto Núñez Feijóo) se enteró de que se iba a fundar una televisión autonómica gallega. Se dirigió a las oficinas en el barrio santiagués de La Rosaleda para saber si había trabajo en su asesoría jurídica. “La empresa ya está formada”, le respondieron. Pero antes de irse, una nota al pie de aquel rechazo: “Lo que necesitamos son presentadores”.
Casi a la vez, Teo Manuel Abad iniciaba su andadura en una recién estrenada Televisión de Galicia. Una de sus creaciones fue el programa llamado Cancioneiro, que recibía a grupos populares gallegos, hasta entonces sin apenas difusión. Poco después la cadena apostaba por galas grabadas en entornos más deslumbrantes (como el Gran Hotel de la Toja o el Parque de Castrelos en Vigo) donde llevaban a los artistas reconocidos y superventas. “Me pregunté por qué no se dignificaba a aquellos artistas gallegos, por qué a ellos no se les daba la oportunidad de estar en el escenario grande con todos los demás”, rememora Abad. De la idea de mezclar esos dos mundos irreconciliables, lo tradicionalmente gallego y lo superventas, surgió Luar. “Para mi sorpresa, en la cadena aceptaron el proyecto”. Y Xosé Ramón Gayoso –que ya había pasado por varios programas de éxito de la cadena– se convirtió en su presentador desde su estreno, el 30 de septiembre de 1992, ante 1.200 personas como público en la discoteca Dona Dana de Touro (A Coruña).
El planteamiento, sin apenas alteración, ha llegado esta temporada a los 30 años. “Esto es como la fregona o el Chupa Chups. Muchos pensarán: ‘¿Cómo no se me ocurrió a mí?”, ríe Gayoso. Aunque, como señala Abad, Luar no haya conseguido “ningún premio importante en Galicia”. Gayoso sí se ha llevado varios como presentador, incluyendo el Mestre Mateo –que entrega la Academia Galega do Audiovisual–, pero el programa no ha recibido ninguno. “Aún nos consideran una especie de funcionariado”, prosigue Abad. “Aún somos, simplemente, una cosa popular”.
María Dolores Pradera y ‘Miss Vaca’
Y eso que el espacio ha introducido elementos y secciones que van desde la vanguardia a la ironía posmoderna. En sus minutos de humor, actores hoy consagrados como Luis Zahera o Luis Tosar comenzaron sus carreras (el primero era el cartero del programa, el segundo, el regidor). Durante algunos años hubo grafiteros decorando elementos del plató. Y hay momentos que solo son posibles en Luar: todavía continúa el concurso anual de Miss Vaca, en el que se elige a la res más hermosa de Galicia. En 2009, Gayoso mostró las vacas finalistas a María Dolores Pradera y Samantha Fox. La última ganadora fue Teixa, natural de O Corgo (Lugo), y se convirtió en una celebridad en Twitter al ser apoyada por Ibai Llanos.
”Nos encanta ir a Luar porque es lo más cercano que estaremos de salir en un show televisivo tipo Señoras y señores o de formar parte de una compañía de revistas”, revela Nacho Canut, mitad de Fangoria, un dúo que casi siempre pisa el escenario del programa gallego para presentar sus nuevos trabajos. “Programas así no existen ya. Te llevan a buenísimos hoteles, coincides con artistas con los que nunca coincides en otros sitios, te ponen carta de comidas en el camerino y encima está todo buenísimo. Grabar el programa especial de fin de año en Luar es para nosotros una especie de amuleto de buena suerte. Cuando tocamos allí, es que ese año va a ser fantástico”.
Luar se mantiene, efectivamente, en un limbo respecto a las televisiones generalistas con las que compite en su día y en su franja. Sin recurrir a sus mismas armas (el periodismo del corazón, la telerrealidad o los concursos de talentos infantiles) la audiencia del espacio se ha mantenido fiel pese a ir acusando, como el resto de televisiones, la fragmentación del público. Podía presumir de espectaculares shares de más del 40% en los noventa, del 30% en el cambio de siglo (algo reservado a los mejores datos de los programas rosas) y del 20% en la década de 2010. El febrero pasado volvió a rozar el 20%, una cifra que hoy solo suele conseguir una buena noche de Supervivientes. “Es admirable que Luar haya mantenido esas audiencias sin mancharse las manos, sin bajar nunca al barro”, ensalza Paula Vázquez. “En el resto de las televisiones había cada vez más escándalo, pero este programa sigue reivindicando el entretenimiento puro, duro y bien hecho”. ”La intención siempre fue montar una fiesta”, explica el presentador. En ese sentido, hacer partícipe al público del plató era imprescindible: en Luar las reacciones y bailes del público tienen tanto protagonismo como lo que ocurre en el escenario.
Patricia Pérez, que fue la primera presentadora del programa junto a Gayoso en 1992, recuerda: “Lo mejor de los programas siempre era el público. Son ellos quienes ponían la energía. La primera vez que vino Raphael y salió al escenario todo el mundo se puso en pie para ovacionarlo. Aún comentamos cuánto nos impactó cuando nos vemos”. “Si suena un pasodoble la gente se levanta a bailar”, añade Gayoso, “y si viene una orquesta, el público invade el escenario”. “La interacción con el público es básica y eso lo tuve claro desde el principio”, señala Abad. “Es una de mis obsesiones”. El programa fue, de hecho, uno de los primeros de España en recuperar al público tras la pandemia: a finales de mayo de 2020, mientras las medidas de confinamiento continuaban en otras comunidades, Luar dio de nuevo la bienvenida al público en su plató. No solo eso: el presentador los recibió y presentó a cada uno por su nombre de pila a medida que entraban.
“¿Y usted, paisano?”
La asombrosa mano izquierda que Gayoso tiene con el público presencial cada viernes no es una casualidad: aunque el programa empieza a las diez, él comienza su labor de presentador a las nueve. Durante una hora, se presenta de mesa en mesa, explica a los asistentes el contenido de la noche y se interesa por conocer sus historias. Muy rara vez se ha dado una intimidad parecida en una cadena de ámbito estatal. “Una vez estábamos Gayoso y yo presentando y de repente se cayó una parte del escenario”, explica Paula Vázquez. “Él lo miró un momento y siguió presentando, sin inmutarse. Me pareció un signo de la naturalidad del programa: las cosas se nos caen, pero seguimos adelante. En otra ocasión un señor se subió al escenario para cruzar hacia el otro lado. Gayoso le preguntó: ‘¿Y usted, paisano?’. ‘¡Las llaves del coche!’, respondió el señor. Se las iba a dar a alguien a quien le hacían falta. Era una mezcla de un programa de andar por casa, pero a la vez muy elegante, muy bien hecho”.
Tal vez la estampa más reconocible del espacio fue, durante años, su cierre: todos los artistas invitados se reunían en el escenario para cantar Apaga o candil, una canción popular gallega. La letra dice así: “Apaga o candil / Marica, chus, chus / Apaga o candil / Que ten moita luz”. (“Apaga la vela, María, que da mucha luz”). Lo han cantado Rocío Jurado, King Africa o Bananarama. “Fue una canción que trajo al programa Carlos Díaz o Xestal [humorista gallego fallecido en 1993] y, cuando decidimos cerrar el programa con un tema popular, nos acordamos de ella”, explica Gayoso. “Los artistas llegaban por la tarde al programa y les decíamos: ‘Aparte de cantar lo vuestro, hay que terminar el programa cantando una en gallego’. Los liábamos, los convencíamos y se la acababan sabiendo de memoria, aunque para nosotros la gracia estaba en que la leyesen con la letra delante en una tarjeta, como quien consulta una partitura. Hubo alguno que se negó y no queríamos ponerlo en una situación incómoda, claro, pero el 90% entendían perfectamente de qué iba esto y que era sumar su voz a un homenaje a la cultura gallega”.
El programa ha trascendido a menudo las fronteras locales. Se ha emitido en canales autonómicos como la ETB, para solaz de los gallegos migrados y, sobre todo, se ha colado en todos los programas de zapping por momentos verdaderamente llamativos, más allá del concurso de Miss Vaca. Una señora de Cea (una parroquia cercana a Vilagarcía) llamada Rosa, fan irredenta de Boney M., se volvió tan loca al ver a Bobby Farrell, su ídolo, que se subió al escenario, se puso a bailar con él de forma nada pudorosa y le besó en la boca. Varias veces. “Desde ese momento, cada vez que Bobby [fallecido en 2010] volvía al programa, preguntaba por Rosa”.
También son carne de meme y triunfan en YouTube las respuestas que Gayoso recibe cuando llama al azar a una casa gallega hacia el final del programa para repartir un premio y, al despertar al futuro ganador,que a menudo ya dormía, se topa con reacciones no muy amables. “¡Bueno, carallo! ¿Tú no trabajas mañana? ¿No tienes otra cosa que hacer? ¡Vete por ahí! ¡Deja dormir a la gente!”, le espetó un hombre una vez. Otro exclamó: “¡Telegaita [una forma despectiva de referirse a la televisión gallega] de los cojones! ¡Retírate, Gayoso!”. Otro respondió más tranquilo, pero fue demasiado descriptivo acerca de sus circunstancias: “Ahora mismo estoy en el váter”.
En enero de 2003, en plena resaca del hundimiento del Prestige y con el movimiento Nunca Máis denunciando el desastre ecológico y la nefasta reacción posterior del gobierno autonómico del Partido Popular, el plató se llenó de activistas que colocaron sus pancartas tras el presentador pidiendo la dimisión de Manuel Fraga (entonces presidente de la Xunta). “En el control nos quedamos de piedra pensando en cómo íbamos a salir de aquello en directo”, confiesa Abad. Gayoso reaccionó más rápido: cuando los activistas le pidieron que bajase del escenario para poder tomar el micrófono, él le dijo a uno: “No, sube tú, por favor”. “Por talante personal y profesional a nadie se le puede silenciar. Lo único que pedí a esas personas, antes de cederles el micrófono, es que hablasen con educación. No era el lugar de llamar hijo de tal a nadie. Si hubo alguien en el poder a quien no le gustó aquello, a mí no me lo manifestó”.
Una
noche, entre los invitados que Gayoso tuvo que presentar en Luar,
estaba Gilbert Bécaud. El mismo al que homenajeaba cuando cantaba por
pubs de Madrid a finales de los setenta. Interpretaron juntos L’important c’est la rose y
bailaron sobre el escenario. “Después de aquello pensé que ya podía
morirme”, recuerda el presentador, conmovido. Sintió que cerraba un
círculo, pero Luar, por ahora, no tiene visos de cerrar nada.
Tanto Abad como Gayoso admiten que a menudo se han encontrado cansados,
que tres décadas ya pesan, pero el compromiso con la gente que espera
al viernes para acudir a una fiesta y sentir que la orquesta ha
regresado a la aldea lo aligera todo. Luar es sagrado. Luar no se apaga." (Guillermo Alonso , El País, ICON, 06/06/22)
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