" El próximo 23 de abril se celebrará en el Parlamento de Galicia el debate sobre el estado de la autonomía, ese rito litúrgico civil que ejemplifica nuestro compromiso con la democracia representativa, de la misma forma que las misas de Te Deum robustecen el vínculo entre política y religión. Y, dentro de los estándares de espectáculos actuales, los dos son igual de tediosos. Pero el PP de Galicia, o la Xunta (no quedó claro si lo organizaba el partido o el Gobierno, porque además las respectivas imágenes corporativas confluyen cada vez más), adelantó la pasada semana el balance de su primer año de gestión en la XXII legislatura con un acto novedoso: un talk show de exhibicionismo emocional. Exactamente igual que aquellos que inundaron las cadenas de televisión en los años noventa, y con su título y todo: “Estilo Galicia”. Un desfile de testimonios en el que ciudadanos y ciudadanas, entre lágrimas, agradecían “a Dios y a la Xunta” los favores recibidos.
Lo del talk show no es una metáfora. Ante un público repleto de autoridades, en un escenario configurado como un plató virtual que recreaba distintos ambientes (una cocina, una sala de estar…), una presentadora entrevistaba a una serie de personas beneficiarias de varias medidas sociales de la administración autonómica gallega. Por ejemplo, un estudiante que aseguraba que había logrado acabar la carrera de Medicina gracias a las medidas de gratuidad de la enseñanza universitaria adoptadas por la Xunta. O una mujer que se emocionaba al decir que “por fin tenía una casa”, y recordaba haber llorado “abrazada a Ánxeles” [Vázquez, entonces conselleira de Vivienda y ahora de Medioambiente] cuando se la otorgaron. O los familiares de una víctima de un accidente laboral incapacitante que aseguró que, gracias a la ayuda del “Bono Coidado”, podía ser atendido en casa, “sin tener que ir a una de las maravillosas residencias que existen en Galicia”. Por mucho que le cueste creerlo a cualquiera instalado mentalmente en 2025, todas las declaraciones son rigurosamente sic
Una vez extraída toda la materia emotiva y promocional de los invitados, la presentadora concluyó que esa hemorragia de buena gobernanza se debía a un trabajo “en equipo”, e invitó a los integrantes a subir al escenario, capitaneados por el presidente Alfonso Rueda. Sentados informalmente en taburetes altos (ya en la toma de posesión, el equipo se había presentado mediante un vídeo de un plano secuencia en el que posaban adoptando posturas de influencers), el líder les instó a “pisar el acelerador” y “no perderse en el ruido y la confrontación, porque eso nos quita tiempo de gobernar”. Puro coachismo sin pizarra. Rueda aclaró que el “Estilo Galicia” viene siendo que “Galicia es una isla de estabilidad” y, por si alguno de los presentes abrigaba algún tipo de duda, resaltó que los invitados “dijeron lo que les apeteció”.
En efecto, si hubiesen seguido un guion, se habrían medido algo. De entrada, habrían mostrado la natural satisfacción de quien ve reconocido un derecho porque reúne las condiciones para obtenerlo, en lugar de, como pasó, evidenciar el gozo inenarrable de quien se ha visto elegido taumatúrgicamente por el destino, bien el de las Loterías y Apuestas del Estado, bien el de la Xunta de Galicia. Y, de salida, si hubiese un guion (o este fuese mínimamente racional), quizá el espectáculo tendría un atisbo de credibilidad. Porque la emoción y la libertad de expresión que embargaba a los participantes les hizo, además de sobreactuar, no ser del todo exactos.
Por ejemplo, el citado estudiante es imposible que haya acabado la carrera de Medicina –o cualquier otra– gracias a las medidas de gratuidad de la Xunta. Fueron implantadas el pasado curso y ni siquiera con la celeritas academica de Pablo Casado le pudo dar tiempo a acabar seis cursos en un año escolar. (Por otra parte, a quien debería dar las gracias es a la Universidad de Santiago: la Consellería de Educación condonó la matrícula, pero no compensó esa falta de ingresos ni a la USC ni a las demás universidades gallegas).
Quizás el Bono Coidado (416,66 euros al mes) ha ayudado a muchas familias a cuidar a sus ancianos con discapacidad, pero desde luego la alternativa no son las “maravillosas residencias que tenemos en Galicia”. Maravillosas o del montón, Galicia es la cuarta comunidad con menos plazas residenciales; las últimas que se crearon fueron impulsadas por el Gobierno de coalición socialista y nacionalista hasta 2009, y las siete que prometió hace ocho años Alberto Núñez Feijóo las está construyendo (de momento están acabadas dos) la Fundación de Amancio Ortega. Quien sí tenía razón en abrazar a la entonces responsable de Vivienda fue la agraciada con el alquiler social, porque le correspondió una de las únicas cinco –sí, cinco– viviendas de promoción social autonómica construidas en 2024.
A diferencia de los debates sobre el estado de la nación o de las misas de Te Deum, Estilo Galicia concluyó, según anunció la presentadora, con un “fabuloso aperitivo” (que tampoco sabemos quién pagó). A modo de sugerencia para posteriores ediciones, las pague el partido o el Gobierno, quedaría bastante propio un coro de góspel que se encargue de los aleluyas de rigor." (Xosé Manuel Pereiro , CTXT, 21/04/25)