El plan se gestó en plena época de vacas gordas, cuando los astilleros y sus proveedores disfrutaban de barra libre de liquidez en los bancos y de carga de trabajo para varios años. Se sumaron medio centenar de empresas -algo inédito-, que vieron venir el final de la fiesta. Sabían que tarde o temprano la cartera de pedidos de los grandes (Vulcano, Barreras, Freire) decaería, como está ocurriendo, y se volvieron hacia el corredor marítimo de Fisterra, que cada año atraviesan 45.000 buques. "Podemos organizarnos para convertirnos en un punto de atracción y reparar todos los grandes barcos que llevamos años construyendo", reflexionaba entonces José García Costas, vicepresidente de Barreras y presidente del Centro de Reparaciones. Las pymes intuían que a todos esos potenciales clientes de servicios de taller que todavía no captaban trabajando por separado se podían sumar pronto los grandes metaneros con destino a Reganosa y los usuarios de los puertos exteriores.
Para conseguir armar una gran plataforma de servicios navales organizaron la compra de las instalaciones de Metalships en Teis (Vigo) y de sus dos diques flotantes de 127 y 162 metros de eslora. Eran los únicos de España que permitían reparar barcos de hasta 160 metros de eslora, la herramienta que les faltaba para ponerse en el mapa. Pero el acuerdo se les escurrió entre los dedos. "Al final creo que Manuel Rodríguez [el presidente de Rodman] tensó demasiado la cuerda", recuerda Rafael Outeiral, de la empresa Nodosa, que todavía es accionista del Centro de Reparaciones. Rodríguez pidió 55 millones de euros por el paquete: 80.000 metros cuadrados de instalaciones al borde del mar, los diques y los terrenos de la antigua conservera Núñez Rey que se utilizaban como almacén.
Los impulsores del proyecto, la Asociación de Industriales Metalúrgicos (Asime), esperaban poder duplicar la mano de obra del naval y facturar 75 millones de euros en 2010. Durante meses José García Costas se reunió con la Xunta, entonces dirigida por el bipartito, buscando ayudas a la financiación. El Igape y la sociedad de capital riesgo XesGalicia intentaron avalar buena parte de los créditos que hacían falta mientras los socios suscribían varias ampliaciones de capital.
Empezaron los problemas: las empresas pequeñas, con poca capacidad, no pudieron asumir el ritmo de compra de acciones. Pero el escollo definitivo llegó desde Bruselas, que prohíbe las subvenciones a la construcción naval (Metalships no deja de ser un astillero), lo que les llevó a negociar otro emplazamiento dentro de la ría que también falló.
Cuatro años después, el capital inicial de 10 millones de euros se ha quedado en 600.000. "La sociedad sigue viva", advierte García Costas. "Ahora no es el momento, pero esperaremos a que haya otra oportunidad". Desde Asime, su director Enrique Mallón cree que hay que pasar página: "El Centro de Reparaciones no es noticia. Estamos abriendo mercado en Brasil, buscando oportunidades en Alemania, tenemos que exportar".
El responsable de Nodosa deja la pregunta en el aire: "¿Cómo nos iría ahora si hubiéramos hecho semejante inversión?". (El País, ed. Galicia, Galicia, 06/09/2010, p. 3)
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