Es un shock que, por mi parte, se hace mayor cada vez que pago el peaje de la Autopista del Atlántico.
Mi natural espíritu fenicio, egoísta e interesado, me dice que algo no va bien cuando cada vez que uno quiere moverse un poco tiene que apoquinar cuantiosos euros en una cosa que podría haber estado ya amortizada o a punto de hacerlo -la concesión tenía que finalizar en 2013- y que tendrá que seguir haciéndolo religiosamente hasta que la palme -dicho sea con todos los respetos a mí mismo-.
Esa autopista, el principal nervio del país, es hoy propiedad del Citibank, con una cierta participación de las dos Caixas gallegas y de la asturiana. Pero hagamos historia. Fue en el año 2000, con Fraga en la Presidencia y Álvarez Cascos en Fomento, que se le amplió el margen de concesión a Audasa hasta la exorbitante cifra de 25 años.
Hasta el 2048, para ser exactos, fecha en la que veremos si todavía queda mundo o ya ha sido arrasado por los mercados bárbaros. Más tarde, en 2003, y ya con Núñez Feijóo en la Consellería de Ordenación Territorial, también el Gobierno Aznar privatizó la Empresa Nacional de Autopistas, sin que a nuestro actual presidente se le oyera protesta alguna por algo que perjudicaba los intereses del país y que no estaba justificado por las parcas contrapartidas. A saber qué habría de fondo.
Sabemos, desde luego, que esa vía le ha dado desde entonces beneficios sin cuento a Sacyr Villahermoso y a cualquiera que haya tenido que ver con ella. Para más inri, las administraciones públicas subvencionan la gratuidad del peaje de Rande recibiendo así cantidades adicionales. Un chollo, vaya.
Revertir al dominio público esa autopista sería hoy una propuesta que enarcaría las cejas de todo el mundo, en un momento de gran necesidad y urgencia. Pero conviene subrayar cómo en los años de vacas gordas hubo gobernantes ¡Feijóo estaba allí! que tomaron o dejaron tomar decisiones muy discutibles y no explicadas. Ahora reclama austeridad pero tiene responsabilidad en excesos pasados y ha transferido, como consecuencia de decisiones de la Administración, recursos al sector privado a costa de los probos ciudadanos que tienen la necesidad o el gusto de viajar.
Además, ese peaje desincentiva nuestra economía y evita sinergias internas. Claro que en este asunto, como en otros, surge una y otra vez el problema de una prensa dependiente de los dineros públicos y obsequiosa con los intereses privados. Y los 440.000 euros de facturación diaria de Audasa -según cálculos aparecidos en la prensa el pasado año- no son ninguna tontería. Es una de las autopistas más rentables de España." (ANTÓN BAAMONDE: ¿Autopista de Galicia?. El País, ed. Galicia, Galicia, 11/10/2010/, p. 4)
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