" Y es que las elecciones gallegas y vascas dejan un panorama a la griega:
La derecha mantiene su fortaleza, mientras el batacazo del PSOE –gran
perdedor- deja a la izquierda transformadora (AGE-BNG y EH Bildu) como
principales fuerzas (en votos) de la oposición. El PSOE ve como su
izquierda le da el sorpasso, apoyada precisamente en la estela de
movimientos sociales y de la creciente hegemonía de un discurso crítico
con el bipartidismo.
De esta forma, estas elecciones han reforzado tanto
el voto del ‘miedo’ (la seguridad que buscamos en la autoridad y en los
partidos ‘conservadores’ del PNV y del PP) como el de la ‘rabia’ (las
‘Syrizas’ gallegas y vascas, el cambio radical frente a un régimen en
crisis). Lo explica Isaac Rosa:
“En momentos de grave crisis sólo caben votos duros, de los que se
traen ya de casa apretados en el puño”.
Añade que “los votantes de
derecha eligen partidos de derecha-derecha; los de izquierda exigen
partidos de izquierda-izquierda; los nacionalistas vascos o gallegos,
escogen el discurso soberanista; los nacionalistas españoles, optan por
la bandera española”. En este contexto, no hay que olvidar el papel de
la abstención (36,2% en Galiza, 34,17% en Euskadi; casi tanto como los
dos principales partidos juntos), la opción de la desesperanza, la que
cree que no se puede cambiar nada.
Ésta llega incluso a Gipuzkoa, donde gobierna EH Bildu, que pierde 10.000 votos en el último año.
También se abre paso el ‘que se vayan todos’, como en Galiza donde la
suma de votos en blanco, votos nulos y Escaños en Blanco (segunda fuerza
extraparlamentaria) asciende al 6,43%. (...)
La izquierda ha conseguido recuperar los niveles de voto del comienzo
de la Transición y de la crisis política y económica de mediados de los
90. Entonces su ciclo lo cerró bruscamente un período de expansión
económica que catapultaría al PSOE, primero, y al PP, después, a
gobiernos y ayuntamientos. Ahora, la crisis y la descomposición del
régimen, lejos de cerrarse, parecen sólo estar comenzando.
Por ello, hay espacio político para una Syriza en el Estado. Pero ese crecimiento de la izquierda no vendrá por sí solo: Izquierda
Unida (y otros partidos de la izquierda) deberían de resistirse a la
tentación de análisis triunfalistas: Ellos no ocupan necesariamente el
espacio de AGE o Bildu en sus territorios. Diego Valderas
(vicepresidente de Andalucía y líder de IU) no se parece a Beiras, sino a
Francisco Jorquera (el candidato del BNG que siempre trabajó para su
partido).
Frente a la estabilidad de Bildu, las coaliciones de IU en
País Valencià, Baleares o Asturies saltaron por los aires. Las CUP
catalanas recogen más la indignación que ICV o Esquerra. Pocos de los
candidatos de estas izquierdas pueden presumir de una ética intachable o
de un perfil profesional como el de Beiras o Mintegi (¿cuáles serían
los resultados de una candidatura en Andalucía encabezada por
Sánchez-Gordillo?).
La pregunta entonces parece clara: ¿se puede abrir
este espacio en el Estado? Tal vez, pero la contundencia en el discurso,
la ética y no profesionalización de los candidatos, la conexión con el
caldo de cultivo post15-M o la coherencia y credibilidad para disputar
el poder al PSOE y al PP tendrán que volver al primer plano." (Daniel Ripa, Periódico Diagonal, Rebelión, 23/10/2012)
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