"Como cuando un equipo pierde una final en el minuto 93, el Celta
que vivía una de sus etapas más felices desde su fundación en 1923 se
va a meter un gol en propia puerta en el descuento.
Un gol de oro, en
todos los sentidos: de los que no dan opción a remontar, pero también
del color del dinero. Como el que pondrá encima de la mesa un grupo inversor chino para comprar el club y
cortar súbitamente la alegría que embargaba a una afición orgullosa de
un equipo de fútbol brillante, saneado y perfectamente identificado con
Vigo y con Galicia.
Todo eso saltó por los aires cuando se conoció que el dueño y presidente, Carlos Mouriño,
está a punto de cerrar la venta del Celta al grupo asiático. La noticia
fue un ciclón futbolístico, pero apenas una tormenta empresarial, ya
que las inversiones de capital chino en España ya son habituales y tienen especial incidencia en Galicia, por lo general para hacerse con empresas emblemáticas para la economía local.
Según datos del Ministerio de Economía y Competitividad, Galicia es la
comunidad autónoma que ha recibido más inversiones del país asiático en
los últimos cinco años, con operaciones tan sonadas como la compra de
Rodman Polyships, Albo y Gándara Censa.
Se da la circunstancia de que la venta de Gándara Censa, la mayor calderera de España, la realizó el mismo Carlos Mouriño
que ahora cierra los últimos flecos de la del Celta. Si la del club de
Balaídos se completa, serán dos operaciones con abundantes similitudes:
el empresario compra, reflota y vende.
En el caso de
Censa, la plusvalía tras vender en 2011 a Citic Heavy Industries
ascendió a 29 millones de euros en siete años, mientras que en la del
Celta puede duplicar esa cantidad en una década. No son similitudes que
tranquilicen a la afición del club vigués. Cinco años después de la
llegada del capital chino, Citic-Censa atraviesa serios problemas, que han obligado a los nuevos dueños a activar un ERE para despedir a 138 empleados.
Cuando
Mouriño compró Censa en 2004, el otrora emblema de la economía local
atravesaba horas bajas y pertenecía a una sociedad anónima laboral
formada por sus trabajadores. El entonces semidesconocido consejero del
Celta, club que aún tardaría dos años en presidir, realizó la operación a
través de Inverhismex y a coste cero, aunque se hacía cargo de sus
deudas.
Lo que siguió se asemeja a la historia reciente del equipo
vigués: renegociación de la deuda, elaboración de un plan estratégico y
la conversión de aquella empresa en quiebra técnica en una rentable
compañía que repartía dividendos y con un negocio superior a los 21
millones de euros. Era la hora de vender. Como ahora el Celta.
El capital chino también llegó a Galicia para quedarse con los astilleros Rodman,
uno de los grupos de construcción naval más consolidados de España. Lo
hizo en alianza con Angola a través de China Sonangol, y con el polémico
Sam Pa, ahora encarcelado
por el régimen de la República Popular, como mediador.
Pero antes de
ese ingreso en prisión, hace ya un año, la alianza del capital chino con
la paraestatal angoleña ya se había hecho con el 60% de los tres astilleros del grupo vigués a cambio de 72 millones de euros.
Tampoco esta operación llena de optimismo a los aficionados al Celta.
Los problemas de Pa con el régimen chino –transcurrido un año desde su
ingreso en prisión por supuesta corrupción, no se ha tenido ninguna
noticia sobre su situación judicial– han enfriado no solo la parte
pendiente de la operación, sino también encargos como el de una
treintena de lanchas y patrulleras para países de África que aún están
pendientes de pago y sin entregar.
El control de Rodman se ha trasladado
de China a Angola, uno de los regímenes más corruptos del continente,
al ser nombrada presidenta de Sonangol Isabel dos Santos, hija del presidente del país y poseedora de la segunda mayor fortuna del continente.
La última de las grandes operaciones de capital chino que preceden a la del Celta se produjo esta primavera con la venta de Albo,
una de las conserveras más importantes de España, fundada en Vigo en
1869, que el pasado 10 de junio fue traspasada en su totalidad a la
pesquera Shanghái Kaichuang por 60,9 millones de euros.
La primera junta
general de accionistas de la nueva empresa aceptó la dimisión en pleno
del consejo de administración de Hijos de Carlos Albo y
la delegación de la gestión en un equipo de los nuevos dueños, que se
quedaron con las 74 marcas de Albo y todos los terrenos y edificios de
la conservera en Vivo, Viveiro y Tapia de Casariego (Asturias). Tres
generaciones de gestión por miembros de una misma familia dieron paso a
un grupo con sede en Hong Kong cuya capitalización de mercado ronda los
161.000 millones de euros.
El hermetismo rodea la
última aventura del capital chino en Galicia, una vez más en Vigo.
Semanas atrás, Mouriño sorprendió al dejar abierta la posibilidad de
abandonar el Celta. Casi a continuación se disparó el rumor de la
operación, que la afición comenzó a tomarse en serio cuando unos
enviados asiáticos de los inversores se pasearon por el campo de
entrenamiento del primer equipo, plagado de periodistas.
Para entonces,
Mouriño ya se había trasladado temporalmente a México, donde permanece
aislado del ruido generado por la operación y la incertidumbre que ha
generado: además de la pérdida de la identificación del club con
Galicia, el discreto éxito económico del capital chino en sus
antecedentes gallegos y los casos de otros clubes de la Liga en
situaciones similares no invitan al optimismo.
Se sabe que la venta está prácticamente cerrada en alrededor de 150 millones de euros y que se hará efectiva en cuestión de semanas, pero ni siquiera hay confirmación de que, como se ha publicado, el grupo comprador sea CITS (China International Travel Service),
una compañía dedicada al ocio, el turismo y el sector inmobiliario.
“No
sabemos nada de nada”, certifica una fuente del club. El único
informado es su presidente y dueño, que ya venía deslizando su
desencanto con el Ayuntamiento de Vigo por los problemas surgidos con la
reforma del estadio de Balaídos o con su proyecto de ciudad deportiva,
pero del que nadie esperaba que deslocalizara el capital del club.
En
los términos que se manejan, la operación va a engrosar
considerablemente la nada desdeñable fortuna amasada a lo largo de su
trayectoria empresarial por Carlos Mouriño, que accedió al cargo al
adquirir a su antecesor, Horacio Gómez, el 40% de las acciones por cinco
millones de euros. Dos años después, el Celta entraba en concurso de
acreedores con una deuda de 85 millones de euros. Fueron momentos duros,
en los que el club aplicó una economía de guerra en la que estuvo al
borde del descenso a Segunda B.
Pero se cumplieron los objetivos económicos y también los deportivos,
de la mano de una gran generación de futbolistas de la casa y de una
acertada gestión de la parcela deportiva, hasta conseguir la brillante
clasificación para la Europa League para la presente temporada. Sin deudas y en Europa,
el momento era inmejorable para vender, y como suele ocurrir en los
últimos años, allí donde hay una oportunidad aparece el capital del
gigante asiático.
La inversión de Mouriño en el Celta a lo largo
de esta década asciende a 20 millones de euros, incluido un préstamo de
una de sus empresas que prevé cambiar por acciones, lo que le permitirá
superar el 52% del capital del club. Pero los compradores quieren más
para ejercer un control mayor, y otros consejeros del club persiguen a
grupos de accionistas con ofertas para poner en bandeja a los futuros dueños hasta el 80% del Celta.
Si finalmente la venta se cierra en 150 millones, la plusvalía para el
presidente se aproximaría a los 60 millones de euros, un beneficio nada
desdeñable para un presidente que, a sus 74 años, ha pasado en dos
semanas de héroe a villano de la afición." (El Confidencial, 13/10/16)
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