"Hay un gran ausente en la literatura gallega contemporánea. No se trata de la ballena blanca, tampoco de la necesidad de facturar best sellers. “Nadie escribe del trabajo. Quiero decir, nadie escribe seriamente del trabajo”, asegura Xabier Cid (Ourense, 1975) en su último libro, “probablemente sea por alguna razón, porque el trabajo canse, o hiera, o provoque rozadura”. Un escritor también existe para reparar ausencias, parece afirmar a continuación: “Pero yo vine aquí a hablar de la belleza del trabajo. Porque esta es la labor más hermosa que tuve nunca”. 10.000 millas de andar na bici (Xerais, 2022, en gallego) es la cuidada pieza de autoficción en que relata su experiencia como rider de comida en Escocia durante dos años.
Esta es una obra que comenzó a escribirse en un armario. Periodista de formación, implicado en un proyecto empresarial que le “había arrancado las energías y las ilusiones”, Cid detestaba su forma de vida, ligada sobre todo a las pantallas. A inicios de 2018 se convirtió en deliveira, el ajustado neologismo que creó para referirse a las trabajadoras y trabajadores de las empresas de reparto de comida. “Estaba en el armario laboral”, explica a elDiario.es, “la chispa para escribir el libro nace de ese contraste entre la comunidad que me rodeaba y la realidad del oficio”. “Durante las primeras semanas realicé este trabajo a escondidas de mi pareja”, escribe, “después de varios meses se lo dije finalmente a la familia, y ahora a ti. Costó menos salir de otros armarios”.
Hubo más motivos. Y ninguno tenía que ver con la denuncia de las condiciones laborales que se podría esperar de un libro sobre reparto de comida. Más bien al contrario: tenían que ver con la respuesta a una denuncia. “Es que no hay mucho que denunciar”, asegura, de entrada provocador pero con una reflexión de fondo: “Para poder denunciar hay antes que comprender”. Y eso, añade, fue justamente lo que no hizo Antía, una usuaria de Twitter que un día de temporal proclamó en su cuenta que no estaba bien pedir comida a domicilio en semejantes circunstancias. “Antía, entiendo tus reparos morales, pero primero pregúntanos a nosotros. Este libro es una respuesta a esa denuncia”, dice el autor. El subalterno habla.
Porque subalterna es la fuerza de trabajo que, según describe Cid, se encargaba en Glasgow de llevar alimentos cocinados la casas particulares. “Yo y las otras deliveiras (que somos casi todas hombres)”, relata, “estamos hechas con la materia con que se hacen las sobras: inmigrantes ilegales, personas con limitaciones sociales o sentimentales, estudiantes, cuidadoras, humanas en crisis y huida...”. 10.000 millas de andar na bici mira el mundo desde ese lugar. No prescribe, no critica, apenas define, con un registro a no mucha distancia de lo poético. “Nada nos ata, nada nos protege”.
Dividido en cinco capítulos, el libro traza la geografía del repartidor, las áreas suburbanas, los no lugares, los descampados. Los insterticios. Glasgow, recuerda Cid, es hoy una ciudad con la tercera parte de la población que tenía en el siglo XIX: unos 600.000 habitantes, 1.800.000 con área metropolitana. “Es una ciudad con huecos. Donde había fábricas ya no las hay. Donde había gente ya no la hay. No es bonito, no es hermoso, pero fui extremadamente feliz en ese paisaje”, dice. Y lo transcribe: “Caminamos entre los restos como si no fuesen nuestros”. Ese es el territorio por el que pedalea la deliveira. Por donde transporta batidos de nutella, un kebab, albóndigas de seitán, una caja de donuts, una pizza “la misma de todas las noches, al mismo señor que vive solo”. Donde observa el mundo tal cual es, donde él a menudo no es observado: “Daña la invisibilidad más que la lluvia y el viento contra la cara”.
El caso es que 10.000 millas de andar na bici es también un testamento. El escritor, que dejó el oficio a los dos años porque abandonó Escocia, pronostica que los repartidores de comida desaparecerán. La tecnología los sustituirá. “Lo veo en el fondo como un alivio. El valor que este trabajo da al ser humano es muy bajo y enseguida lo hará una máquina”, dice, y establece una comparación con los cobradores en los peajes de las autopistas: “Hace falta una reforma social para que estos trabajos desaparezcan. No son buenos para el ser humano. Debe haber otros trabajos, o pagar para que estos no los hagan personas”. Cid enlaza la reflexión con una lectura, la del ensayo Trabajos de mierda (Bullshit Jobs, 2018, en castellano en Ariel), del antropólogo anarquista David Graeber. “No me identifico con sus posiciones anticapitalistas, pero el libro es muy bueno. Hace una clasificación de oficios que deben desaparecer. No incluye los repartidores, pero si lo hiciera hoy, los incluiría”.
El escritor, de hecho, es crítico con la manera en que el Gobierno español legisló sobre la materia. A su ver, lo que denomina estandarización legal del reparto acaba por ir en contra de los más débiles. “Mi experiencia en Escocia es que este era un trabajo en que los empleados tenían una situación laboral o familiar nada estable, gente en transición”, cuenta, “había muchos inmigrantes ilegales. No es lo óptimo, lo óptimo sería su regularización, pero para ellos era el trabajo posible en su situación”. “Hace falta repensar ese molde legislativo y ajustarlo para defender los más débiles”, añade. En cualquiera caso, 10.000 millas de andar na bici, la distancia que separa Ourense de Yakarta no trata sobre vicisitudes legales. Sí, entre otras cosas, sobre una ausencia, la del trabajo en la literatura gallega.
Autoficción por accidente
A Xabier Cid le faltaba algo. “Quería contar algo que creo que debía ser contado”, dice, “porque en la literatura gallega hay personajes que son escritores escribiendo una novela, pero faltan los otros trabajos”. La vieja división entre el cuello azul –obreros industriales– y el cuello blanco –el sector terciario–. Preguntado por el porqué, avanza alguna hipótesis: “Los escritores vienen de una parte de la vida en que son maestros, profesores... pero hay poco de lo demás”.
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