El astillero, con una plantilla de unos 40 trabajadores, tenía carga de trabajo hasta 2014 "a pleno rendimiento" gracias al encargo de cuatro barcos. Pero la empresa pasaba por graves problemas de liquidez
-"fue por mala práctica empresarial, no por falta de trabajo: por los sueldos que cobraban los empresarios y los familiares que habían empleado como directivos y que no resolvían nada", apunta Suárez- que la llevaron a la quiebra, al concurso de acreedores y a la liquidación.
"Soy soldador, pero estoy capacitado para trabajar en cualquiera de las secciones de la construcción naval, en calderería, tuberías, lo que sea", afirma con tristeza. Es la primera vez que está en paro.
"Moralmente estoy muy tocado, sin la menor perspectiva de mejora. Estoy cansado de llamar a todas las puertas, ya he recorrido todas las empresas auxiliares del sector y no hay el menor hueco: en todas están echando a gente".
Y aún le faltan unos años de cotización para cubrir los 35 necesarios (antes de la reforma) para acceder a su pensión plena de jubilación.
El 20 de enero sufrió el último revolcón. Desde que cerró la empresa, la plantilla estuvo reuniéndose un día a la semana a las puertas del astillero "para cambiar impresiones y, sobre todo, con una ilusión: pensábamos que podíamos reflotar la empresa". El día 20 se subastó y lo que ellos podían reunir se quedó muy lejos del precio de adjudicación. (...)
Vive con su mujer y dos hijos, de 38 y 35 años. Todos en el paro. El pequeño trabajaba con él en el astillero y la hija, delineante, trabajó hasta hace dos años en una empresa de piedra para construcción." (El País, Galicia, 07/02/2011, p. 3)
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