9/1/13

Galicia vacía los psiquiátricos y lleva a los enfermos a geriátricos

"La crisis ha despejado los geriátricos gallegos y las camas libres están siendo ocupadas por pacientes de centros psiquiátricos de larguísima estancia. En Santiago, en el emblemático hospital de Conxo, único psiquiátrico urbano que queda en España, hay residentes que llevan viviendo allí desde hace tres o cuatro décadas.

 Según explica una trabajadora, hay incluso una mujer de 62 años que entró de niña e hizo la comunión en la iglesia barroca del monasterio que el cardenal Payá ordenó reconvertir, en 1885, en monumental jaula de “alienados”. 

Hace ya 26 años y medio que la Ley General de Sanidad inauguró el revolucionario proceso de reinserción social de los pacientes mentales y el progresivo desmantelamiento de los manicomios, pero en Galicia ese cambio no se acometió definitivamente hasta 2011, con el cierre total de los psiquiátricos de Toén (en Ourense) y Castro (en Lugo).

 Los que no podían volver a la calle, a pisos tutelados, la vivienda familiar, una pensión o una residencia de ancianos, tuvieron que ser trasladados a las unidades de agudos creadas en los hospitales de Piñor, en el primero de los casos, y Calde, en el segundo.

 Al centro Rebullón de Vigo, con medio centenar de enfermos, le espera el mismo destino, según fuentes del sindicato CIG (Confederación Intersindical Galega), y el Servizo Galego de Saúde (Sergas) únicamente aguarda a la construcción del nuevo hospital de la ciudad para reordenar los servicios. Según la propia Xunta, “se valorará” el traslado de los “dispositivos de rehabilitación psiquiátrica” a un tercer complejo de salud público.

Conxo va a ser el único hospital mental que quedará a partir de entonces en Galicia, pero reducido en su parte residencial a “lo estrictamente necesario”, según avanza Luis Ferrer, jefe de Psiquiatría del área hospitalaria de Santiago. A principios del año pasado eran 336 residentes y el objetivo es bajar de 200, batiendo el récord del mínimo histórico. 

A lo largo de 2012, abandonaron las vetustas instalaciones un centenar de personas y hay otros 45 pacientes de larga estancia esperando en la puerta. Ya han sido evaluados y únicamente aguardan a que surja una plaza para ellos en residencias o centros de mayores.

 Efectivamente, la crisis va despoblando los geriátricos. Los familiares prefieren cuidarlos en casa y disponer de la pensión, entonces los huecos son cubiertos, tanto en centros públicos, como privados o concertados, con enfermos mentales de tan larga duración que su patología ya no es clara, se ha difuminado e incluso entreverado con los achaques de la edad. 

La misma crisis, y los consiguientes recortes, además, han empujado a la Administración gallega a una reforma sanitaria que en otros lugares de España se emprendió hace 15 años.

 Cada traslado se realizó de forma “individualizada”, “gota a gota” asegura, con una etapa de preparación y “siempre para mejor”. “Que yo recuerde, solo una no quiso cambiar”, dice el médico: “Aunque cuando llevas muchos años en un lugar, por frío e inhóspito que sea, te acabas acomodando, ahora la inmensa mayoría de los que salieron están más contentos”. 

Pero su comentario contrasta con el de una trabajadora del psiquiátrico, que afirma que los mentales son “los pacientes más vulnerables que existen”, “su vida es este lugar, incluso el barrio del que ellos mismos forman parte, se resisten a marchar y alguno ha tenido que venir de vuelta”. (...)

Esa “externalización” individualizada, bajo control de un psiquiatra y un trabajador social, tiene en cuenta, además, la capacidad económica de cada paciente. Abundan en Conxo los que reciben un subsidio de menos de 300 euros, y en estos casos la Xunta completa la diferencia para ingresarlos en su nueva ubicación.

 Otras personas, a lo largo de décadas de internamiento, no tocaron su cuenta bancaria y ahora disponen de suficientes ahorros como para mantenerse probablemente hasta su muerte. Pero “hay también gente con pensiones de 2.000 euros, un dinero que se comían los familiares, que a lo mejor pasaban años sin hacerles una visita”, critica Ferrer. 

“Esos pacientes pueden recuperar el control de sus retribuciones y pagarse una residencia de las mejores”.    (El País, 06/01/2013)

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