"Su vida se resume en dos pasiones: la música y la medicina. La primera lo convirtió en el intérprete en gallego con más discos vendidos
en una época en la que utilizar el idioma de Galicia en Galicia era un
riesgo que te ponía inmediatamente bajo la lupa de la brigada
político-social de la policía franquista, pero que le permitió además
compartir amistad y micrófonos con tipos como Joaquín Sabina.
La segunda
le llevó a salvar vidas durante decenios desde
el anonimato de un ambulatorio de un pueblo de 4.000 habitantes en el
interior de la provincia de Pontevedra. En defensa de la medicina
pública, y a sus casi 70 años, lo ha arriesgado todo, su carrera y su
vida, con una huelga de hambre de la que se recupera desde hace unos días.
Luis Emilio Batallán (Santiago de Compostela, 1948) inició un ayuno voluntario a finales del mes pasado para protestar contra la jubilación forzosa
que le impuso la Xunta en el año 2013 negándose a concederle la
prórroga que había solicitado a la Administración sanitaria de Alberto
Núñez Feijóo. Él recurrió a la justicia, pero después de años esperando
sin que su caso se resolviera, el pasado día 27 decidió tumbarse en un
sofá del Colegio de Médicos de Pontevedra, rodearse de botellas de agua y
dejar de comer.
“Aquello fue un ERE encubierto que
afectó a casi mil médicos y que se hizo para ahorrar gastos. Hago esto
por dignidad personal, por la dignidad de mis pacientes y contra el
abuso de poder”, aseguró a La Voz de Galicia al día siguiente de haber iniciado la huelga.
Batallán es hijo de un médico rural que
acabó siendo en los cincuenta alcalde de Moraña, en la comarca
pontevedresa de Calda, aunque sólo estuvo cuatro años en el Consistorio
pues fue cesado por las autoridades franquistas. Él estudió Medicina en
Santiago y en Madrid, ciudad donde principios de los años setenta tomó
contacto con el incipiente movimiento contracultural que por entonces se posicionaba junto a la oposición a la dictadura de Franco.
En la capital de España vivía en un
piso de la calle del Pez por el que circularon algunos de los
representantes más sonados de aquella generación, y en 1975 publicó su
primer disco, Ahí ven o maio (Fonomusic), en el
que musicaba poemas de autores gallegos como Ramón Cabanillas, Celso
Emilio Ferreiro, Manuel Curros Enríquez y Rosalía de Castro.
Vendió más de medio millón de copias de aquel trabajo, uno de cuyos temas, Quen poidera namorala, basado en el poema No niño novo do vento, de Álvaro Cunqueiro, sigue siendo hoy un icono del pop-folk en gallego.
Aquel éxito pudo haberle alumbrado un
prometedor futuro en la música, pero Batallán era un artista peculiar
que buscaba nuevos retos, así que se negó a aceptar la propuesta de su
casa discográfica para explotar la fórmula y seguir haciendo temas
superventas de folk. Casi desapareció de la escena hasta que a finales
de los ochenta grabó su segundo trabajo en gallego, Ballet da nena, que se lanzaría en 1990, y dos años después, el primero en castellano, Eres un fármaco.
Tardaría otros quince años en volver hasta que en el 2007 presentó Tu retrato, con colaboraciones de Milanés y Sabina, y otros siete hasta el 2014, cuando publicó Había que chegar. Su último disco, 70 y 29, alumbrado en el 2016 cuando ya había emprendido su batalla legal contra el Servicio Galego de Saúde (Sergas), le sirvió para relanzarse y recibir en el 2017 el Premio de la Crítica de Galicia al mejor músico del año.
Aunque nunca se alejó de la música, su silencio artístico era sinónimo de su dedicación, también silenciosa, a la sanidad pública.
Era médico de familia de Moraña, uno de los pueblos donde su padre
había ejercido. Hasta que en el año 2013, en plena era de recortes en el
presupuesto sanitario, el Gobierno de Alberto Núñez Feijóo emitió un
decreto por el que obligaba a jubilarse forzosamente a todos los médicos
mayores de 65 años, que hasta entonces tenían derecho a seguir
ejerciendo su profesión si así lo deseaban.
La Xunta tuvo que dar marcha atrás y
retirar aquel decreto hace dos años, cuando el Tribunal Supremo anuló
otro similar de la Generalitat Valenciana de Francisco Camps. Pero para
entonces ya habían sido jubilados centenares de facultativos gallegos,
galenos experimentados que, como Batallán, habían contribuido a
construir el sistema público de salud en la comunidad y se habían
mostrado muy críticos con las políticas de recortes de Feijóo.
Cuando inició su huelga de hambre,
Batallán aseguró que lo hacía para defender “la dignidad de los
profesionales sanitarios, que están trabajando en condiciones
lamentables”, y para exigir el fin de los recortes.
Afirmó que el presidente de la Xunta era un “austericida”,
y recordó que, mientras a él le impedían seguir ejerciendo —la Xunta no
le permitió prorrogar su carrera porque alegó que no hacían falta más
médicos de familia—, había pacientes que morían en los centros de salud
precisamente por falta de profesionales de atención primaria que los
atendieran.
Tras cinco días sin ingerir alimentos,
Batallán fue trasladado el 31 de agosto al hospital Montecelo de
Pontevedra, donde los médicos le recomendaron que dejara la huelga ante
el riesgo de que sus riñones empezaran a fallar. Les hizo caso. Ahora se
recupera en su casa. El próximo día 18 cumplirá 70 años." (Juan Oliver, Público, 10/09/18)
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